Verano y amor

Verano y amor. William Trevor. Trad. Victoria Malet. Barcelona: Salamandra, 2009
El que no quiere verA Lucía de Siracusa se la representa portando una bandeja sobre la que descansan un par de ojos, con la palma del martirio en una mano y a veces, con una espada atravesándole el cuello. Se la venera por ser la que "porta la luz", la que ve aunque haya sido privada de los órganos pertinentes, la que se preserva intacta y no cede ante los martirios, sean estos de la índole que sean. Santa Lucía "conserva la vista" de aquellos que se niegan a ver las cosas como realmente son, porque las ven mejores o porque se niegan a verlas de manera negativa.
Santa Lucía es patrona de los invidentes y eso, debería ser contradictorio.A los personajes que se pasean, suben, bajan, entran y salen del pueblecito de Rathmoye en esta novela, les sobran los motivos para consagrar sus devociones a la santa en cuestión. Todos ellos abren sus ojos con contundencia ante lo que pasa en las calles y plazas de su lugar de residencia, se fian de lo que ven y comentan pese a que no contrastan con los implicados, aquello que aseguran que ha sucedido, por el simple hecho de haberlo visto.Sin embargo, ninguno de los habitantes que viven en esta comarca cercana a Dublin durante los años cincuenta del siglo pasado, mantiene un vínculo especial con Lucía, la santa.Ninguno excepto el que llega temporalmente, en verano, para pasar unos días y encontrar el amor cuando no lo estaba buscando.Más allá del entramado de indiscreciones y vidas enredadas que se cuentan en esta historia, mucho más al fondo del tapiz que teje William Trevor con las puntadas de cada personaje, late una tragedia que se ve con dificultad, que se palpa estando todo muy oscuro.Un adulterio que dura lo que duran las bonitas historias de amor. Un romance apenas esbozado pero intenso, profundo, real.Que se alcanza el desenlace del cuento y siente una el mal sabor de septiembre en el paladar. Porque el verano ya se ha ido y nosotros no lo hemos visto marchar.