Vercigétorix es el rebelde por excelencia. Se opuso a la opresión y tiranía del Imperio Romano, y supo inculcar un sentimiento de levantamiento ante las injusticias que aún perdura hoy en día.
Inteligente, adelantado a su tiempo y general capacitado, supo unir a los diferentes pueblos galos mediante la diplomacia, y crear una fuerte oposición ante las temibles y poderosas legiones romanas, siguiendo una táctica militar que aún se usa hoy en día.
Su figura heróica fue utilizada en la tercera república francesa para ensalzar el espíritu patrio francés. En 1866, Aimé Millet erigió una estatua del héroe, de siete metros de altura, en el presunto lugar de la batalla de Alesia. El pedestal fue diseñado por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc.
Vercingétorix era hijo de Celtilo, líder de uno de los principales clanes arvernos y nació probablemente en Gergovia (Auvernia) en el año 80 a.C.. El pueblo arverno era una de las tribus más poderosas, con un territorio que se extendía desde el Languedoc hasta Narbona y hasta las fronteras de Massilia e imperaban sobre los pueblos establecidos hasta el Pirene, el Océano (Océano Atlántico) y el Rin.
Su padre fue asesinado por las familias aristocráticas arvernas, que trataban de restablecer su derecho al trono, abolido cuando los arvernos fueron derrotados por los romanos en 122 a C., que impusieron a su pueblo un nuevo régimen. El rechazo a la nueva dinastía pesaba tanto como el temor a quebrantar el tratado firmado con los romanos, fuente de seguridad y prosperidad para este pueblo durante sesenta años.
En el invierno de 53 a C., César se desplazó hasta la Galia Cisalpina (norte de Italia). Vercingétorix empleó la ausencia del líder enemigo para adquirir poder en las asambleas de su pueblo.
Se aprovechó de la difícil situación que experimentaba la República Romana tras la derrota de Craso y la aniquilación de sus legiones por los partos en la Batalla de Carras (53 a.C.), así como del descontento experimentado por una Galia cansada de esta larga guerra. Traicionó el tratado con los romanos al reivindicar sus derechos dinásticos.
En el invierno de 53 / 52 a C., los comerciantes romanos de Orleans fueron masacrados por los carnutes. Informado de esta noticia, Vercingétorix tomó el liderazgo de los avernos y se puso a la cabeza del «partido antirromano». Sus apasionados discursos movilizaron contra los romanos a una Galia que les odiaba. A finales de 53 a. C. o principios de 52 a. C., los rebeldes lograron el apoyo de los aliados de los romanos.
César escribe que la masacre de Orleans estuvo precedida por una serie de reuniones «en medio de los bosques»; Eran los bosques de los carnutos. El romano afirma que aquí se redactaron los términos del tratado a los que estaban sujetos los integrantes de la revuelta, aunque no nombra a ninguno de los galos presentes en esa reunión.
Vercingétorix tuvo que enfrentarse a la oligarquía arverna liderada por su tío paterno Gobanitio, probable responsable de la ejecución de su padre y de su expulsión de la capital. Vercingétorix fue expulsado de Gergovia, a lo que respondió iniciando el reclutamiento de tropas por toda la campiña. Después volvió algunos días más tarde, movilizando al pueblo y proclamándose como único comandante supremo. Aclamado rey por los arvernos, envió embajadores a todos los pueblos de la Galia.
A lo largo de este año, el líder arverno mostrará un auténtico talento militar, político y diplomático al enfrentarse a uno de los más capaces estrategas romanos. Su estrategia se divide en dos fases: Implantación de una resistencia organizada con la capacidad de hostigar sin descanso a los efectivos romanos ubicados en su territorio. Vercingétorix se percató de la dependencia de suministros del ejército enemigo, y a fin de desestabilizarle dirigió una «táctica de tierra quemada» y el establecimiento de relaciones diplomáticas con la mayor parte de las tribus galas con el objetivo de unirlas contra el dominio romano.
En enero de 52 a C. se enviaron una serie de embajadores a todos los pueblos galos a fin de que se estableciera una alianza nacional basada en la toma de rehenes. Trató de imponerse o neutralizar a los eduos, antaño aliados de los romanos.
El propio Vercingétorix negoció una alianza con los bituriges, miembros tradicionales de la confederación edua. En este momento la mayor parte de los pueblos del centro y el oeste de la Galia se habían unido contra el procónsul.
Temiendo tener que enfrentarse a una insurrección generalizada, César interrumpió su estancia en la Cisalpina y, a finales de enero, se desplazó a Narbona a fin de restablecer la confianza. Con un audaz movimiento tomó la ruta del norte cruzando el puerto de Vivarais; tras atravesar el nevado Macizo Central, ubicado en pleno país arverno, logró alcanzar Argendico (Sens). A su llegada en febrero de aquel mismo año, disponía de seis legiones y de otras cuatro desplegadas en la fronteras trévera y germana para enfrentarse a los sediciosos.
El líder arverno aplicó con éxito su estrategia; evitó la confrontación directa con los romanos, extenuando a las legiones y destruyendo su capacidad de abastecerse mediante el ejercicio de la «táctica de tierra quemada».
Advirtiendo que César concentraba sus efectivos, se enfrentó a los bovos, tribu aliada de los romanos y miembro de la confederación edua; de ese modo mostraba su determinación a acabar con el único pueblo galo que osaba resistírsele.
Aunque sitió el oppidum de Gorgóbina el talento y habilidad estratégica de César permitió a los romanos beneficiarse del apoyo logístico de diversas tribus galas como los boyos, remos y eduos mediante la firma de pactos con aquellos que se mostraban reticentes a unirse a los sediciosos.
LA MASACRE DE AVARICO
Vercingétorix demostró ser un general excelente y probablemente habría obtenido la victoria de no ser porque los habitantes de Avarico, capital de los biturigios, se negaron a quemar sus provisiones y abandonarla a manos de los romanos, al estar cansados de destruir ellos mismos sus propiedades siguiendo las órdenes del arverno, para que los romanos no pudieran abastecerse.
Los biturigios decidieron conservarla produciéndose aquí el gran punto de inflexión de la revuelta gala. Vercingétorix decidió abandonar la ciudad a su suerte aunque hostigó el asedio romano desde fuera con sus topas.
Cesar asedió Avarico, y cuando el ejército republicano logró entrar en la ciudad a la semana del asedio, exterminó a la población. Cesar cometió una nueva masacre entre la población civil.
La caída de Avarico supuso un duro revés para Vercingétorix y el punto de inflexión de su exitosa revuelta, ya su estrategia estaba teniendo éxito: las legiones padecían y, lo más importante, los aliados de Roma comenzaban a cambiar de bando.
Pero la toma de Avarico y la no destrucción de sus víveres, provocó que las legiones romanas pudiesen abastecerse. Todo lo conseguido hasta la fecha se vino abajo y aumentó las ganas de venganza por parte de los galos y por tanto la impaciencia por entrar en batalla con los romanos se apoderó de ellos.
Vercingétorix debido a esto, se vio incapaz de mantener su paciente estrategia y si quería conservar la unidad de los distintos pueblos galos necesitaba una gran victoria urgente pese a ser consciente de que un enfrentamiento directo sería su derrota.César había cumplido su deseo de «abatir la vanidad gala así como de devolver el coraje a los suyos».
LA BATALLA DE GERGOVIA
César, después de haber tomado la ciudad de Avárico, se sintió confiado ya que disponía de muchos víveres, provisiones y materiales procedentes de la ciudad recién conquistada y decidió perseguir a las tropas galas.
César envió cuatro legiones a apoyar a Labieno frente a los parisios y él se quedó con seis. Su persecución acabó con un encuentro en el río Élaver, hallándose los romanos en la orilla izquierda y los galos en la derecha. César, utilizando diversas estratagemas, engañó a las tropas del líder celta y consiguió que dos de sus legiones cruzasen la orilla de noche y les acorralasen.
Ante esta treta, Vercingétorix se replegó a la ciudad de Gergovia para aguardar allí a los romanos, pero César sorprendió a Vercingétorix y, usando la facilidad de movimiento que le proporcionaban sus legiones, cruzó el río Élaver con las legiones restantes, llegó a las puertas de Gergovia y se adueñó de una posición ventajosa para iniciar el asedio a la población.
Gergovia, capital de los avernos, se encontraba en una elevada altiplanicie, con todos los accesos dificultados por naturaleza y por la mano del hombre, lo que hacía que cualquier asalto frontal fuera un suicidio. En vez de eso, César optó por asegurar los abastecimientos antes de empezar las operaciones convenientes.
El sitio comenzó con la llegada de los romanos y unas escaramuzas de caballería. César, plantado su campamento y comenzadas las obras, observó que Vercingétorix había puesto sus campamentos en el monte cercano a la plaza a intervalos, ocupando así las colinas circundantes y procurando impedir cualquier intento de los romanos por alcanzar la plaza asediada.
Directamente enfrente de la plaza, al pie del monte, había una colina sumamente fortificada e inaccesible a simple vista, protegida por una guarnición idónea y numerosa, ya que gran parte del avituallamiento de la ciudad asediada (agua y comestibles) se llevaba a cabo en ese lugar. Pero César atacó de noche, derrotó a la guarnición gala y tomó la colina, a la que guarneció con dos legiones mientras montaba campamentos protegidos por un doble foso de 12 pies en caso de un ataque repentino.
Entretanto, los heduos, aliados hasta entonces con los romanos, se rebelaron, y César tuvo que marchar con cuatro legiones y toda la caballería, dejando a Gayo Fabio al mando. Lo consiguió sin lucha enseñando como rehenes a Eporédorix y Viridómaro, caudillos de los heduos, que estos daban por muertos, ya que eran prisioneros de guerra.
En el camino de regreso a Gergovia, César se enteró por mensajeros de que Fabio resistia valientemente, pero la mayoría de sus hombres se encontraban heridos por las saetas e infinidad de dardos que lanzaban contra ellos. César, apremiado por estas nuevas, se dirigió a marchas forzadas a Gergovia, llegando antes de la puesta del sol.
César reparó en una colina que había sido abandonada por las huestes y recordó que en días anteriores apenas podía verse por la multitud de hombres que había allí. César envió a gran parte de su caballería a media noche a ocupar lugares ventajosos en la colina. Ésta (de ahí la ausencia de multitud) poseía una fortificación de seis pies de altura hecha con rocas enormes facilitadas por el lugar, aparte de tres campamentos galos.
Al día siguiente César mandó a una «aparente» fuerza de caballería, que en realidad eran mulas, con sus respectivos jinetes y unos cuantos caballos para hacer más realista el teatro. Llegada la noche, enviada la décima legión y otros tantos, dio la orden de ataque y los romanos tomaron rápidamente las fortificaciones, matando a los que ahí se encontraban. Entonces, César, con su objetivo cumplido, tocó la señal de retirada con la tuba para que los suyos no combatieran en posición desventajosa.
La décima legión y los escuadrones de caballería obedecieron la orden, pero el resto del ejército, exaltado por las noticias y por las victorias en anteriores combates (y seguramente también porque no interpretaron correctamente la orden de tuba debido al eco en los riscos que distorsionó el sonido), se lanzó al ataque llegando hasta la misma puerta de Gergovia. La situación parecía segura, pero las tropas galas que habían acudido a defender la fortificación ya habían regresado y se sumaron a los defensores. Los romanos, muy fatigados tanto por la carrera como por el espacio de la lucha, resistieron con grandes dificultades a los defensores, que estaban descansados, con la moral alta y eran mucho más numerosos.
César, al ver cómo los suyos entraban en combate en posición desventajosa, envió a las cohortes que había dejado de reserva en los campamentos para plantarse a la derecha de los galos y así impedir que, en caso de que los suyos fueran batidos, las huestes enemigas no pudieran perseguirlos fácilmente.
En ese momento, llegaron los heduos, a los que César había enviado por el flanco derecho del monte; pero esto asustó a los legionarios, puesto que confundieron a los heduos con los enemigos por la similitud de armas y equipo. Aun así, los legionarios oprimidos por todas partes, finalmente fueron expulsados del lugar.
Entonces, la décima legión, plantada en mejor posición que sus compañeros, resistió sin demasiados problemas a los galos que perseguían a los legionarios. Estos, llegados a la llanura, formaron en orden de combate. Vercingétorix, al ver que la sorpresa de los romanos había pasado y que encima habían sido rechazados, recondujo a los suyos al interior de las fortificaciones desde el pie de la colina. Ese día los romanos perdieron alrededor de 700 soldados y 46 centuriones.
Tras esta victoria, todas las tribus galas que aún no se habían pasado a la revuelta se sumaron al levantamiento, incluso los heduos, favoritos de Roma, pero la guerra todavía no había terminado.
Vercingétorix logró revalidar su título como líder de los avernos y obtuvo la alianza de los eduos. Con el objeto de terminar de consolidar su dominio, ordenó la invasión de las provincias del norte de Italia. No obstante, el ataque romano supuso un completo fracaso.
Vercigétorix es el rebelde por excelencia. Se opuso a la opresión y tiranía del Imperio Romano, y supo inculcar un sentimiento de levantamiento ante las injusticias que aún perdura hoy en día.