Vercingétorix acababa de conseguir renovar la confianza como jefe de los suyos, pero la victoria de Gergovia, junto con las ganas de venganza de la masacre de Avarico, no hizo más que empeorar la paciencia de los galos, por lo que el arverno, no pudo seguir con su estrategia de “la tierra quemada”.
Vercingétorix estaba condenado a enfrentarse en campo abierto a Julio Cesar si quería mantener la unión del los impacientes y engreídos reyes galos que no estaban dispuestos a quemar más tierras propias.
En Dijón, se presentó la ocasión. Los galos enviaron toda su caballería contra las fuerzas romanas. Las legiones se dispusieron en su famosa formación de “tortuga” y consiguieron acabar con las animosas fuerzas galas, que no supieron superan la formación latina.
Aquello que Vercigéntorix tanto temía había ocurrido. Los engreídos jefes galos se convencieron de su error tarde ya que habían perdido 3.000 jinetes. No se podía vencer a las fuerzas romanas en batalla campal.
Vercingétorix, volvió a convencer a los jefes galos de que había que evitar la batalla directa, pero ya era tarde para retomar su estrategia inicial de la quema por lo que decidió reagruparse en la ciudad de Alesia. La batalla definitiva se acercaba.
César consideró mejor forzar un asedio de la fortaleza para rendir a sus enemigos por hambre. Considerando que había unos 60.000 guerreros fortificados dentro de Alesia junto con la población civil, el hambre y la sed forzarían rápidamente la rendición de los galos.
Para garantizar un bloqueo perfecto César ordenó la construcción de un perímetro circular de fortificaciones. Los detalles de los trabajos de ingeniería se encuentran en los Comentarios de la Guerra de las Galias (De Bello Gallico) de Julio César y han podido ser confirmados por las excavaciones arqueológicas en la zona.
Se construyeron muros de 18 km de largo y 4 metros de alto con fortificaciones espaciadas regularmente en un tiempo récord de 3 semanas. Esta línea fue seguida hacia el interior por dos fosos de cuatro metros y medio de ancho y cerca de medio metro de profundidad. El más cercano a la fortificación se llenó de agua procedente de los ríos cercanos. Asimismo, se crearon concienzudos campos de trampas y zanjas, con estacas puntiagudas. Frente a las empalizadas, una serie de torres equipadas con artillería y espaciadas regularmente a lo largo de la fortificación. César, también mandó construir una segunda línea defensiva exterior protegiendo sus tropas. El nuevo perímetro era de 21 km, incluyendo cuatro campamentos de caballería.
La caballería de Vercingétorix a menudo hostigaba los trabajos romanos para evitar verse completamente encerrados, ataques que eran contestados por la caballería germana que volvió a probar su valía para mantener a los atacantes a raya.
Las condiciones de vida en Alesia iban empeorando cada vez más. Con los 60.000 guerreros que aún quedaban más la población local había demasiada gente dentro de la fortaleza para tan escasa comida.
Estas cifras son negadas por Napoleón, ya que critica a Cesar la capacidad de engordar las cifras de enemigos. Argumenta que si Vercingétorix, general inteligente y capaz, hubiese tenido 60.000 guerreros, jamás se hubiese cerrado totalmente en una ciudad que bastaba para defenderla con menos de 20.000.
Asegura que el líder galo se hubiese quedado con unos 40.000 fuera del sitio para impedir las obras de arquitectura romana, impidiéndose así la construcción de la fortificación y la privación de víveres.
Sea como sea, Vercingetórix tenía dos opciones para evitar la capitulación por hambre. Sacrificar los 10.000 caballos que tenían dentro o enviar a los civiles con los romanos. El caudillo galo opto por sacar de la ciudad a los no combatientes (mujeres niños y ancianos) ya que esperaba usar a los animales en la batalla y así podría ahorrar las provisiones para los combatientes y forzar a los romanos a agotar las propias en alimentarlos.
Sin embargo, César ordenó que no se hiciese nada por esos civiles, y los ancianos, mujeres y niños se quedaron esperando a morir de hambre en la tierra de nadie entre las paredes de la ciudad y la circunvalación. Vercingétorix se vio obligado a volver a aceptar a los civiles.
E aquí una muestra más de la civilización romana adquirida por nosotros en la actualidad; El bárbaro, fue más humano y civilizado pese a la situación angustiosa que sufría, que Julio Cesar.
Fue entonces, cuando el galo, al no quedarle más recurso y viendo que la obra romana estaba a punto de terminar, envió a su caballería en busca de refuerzos galos. Un ejército confederado de liberación de la Galia.
A finales de septiembre la obra romana ya estaba terminada y las tropas galas, dirigidas por Comio, rey de los atrebates (secundado por los eduos Viridómaro y Eporédorix y el arverno Vercasivelauno, primo de Vercingetorix), acudieron en refuerzo de los fortificados en Alesia, y atacaron las murallas exteriores de César.
Vercingétorix ordenó un ataque simultáneo fuera y dentro. Sin embargo, ninguno de estos intentos tuvo éxito y a la puesta del sol la lucha había acabado.
Según César, el ejército galo tenía unos 8.000 jinetes, además de aproximadamente 240.000 infantes, en el recuento que se hizo en tierras de los eduos.
Al día siguiente, el ataque galo fue bajo la cobertura de la oscuridad de la noche, y lograron un mayor éxito que el día anterior.
César se vio obligado a abandonar algunas secciones de sus líneas fortificadas. Sólo la rápida respuesta de la caballería, dirigida por Marco Antonio y Cayo Trebonio, salvó la situación. La muralla interna también fue atacada, pero la presencia de trincheras, los campos plantados de “lirios” y de “ceppos” (llamadas lápidas), que los hombres de Vercingétorix tenían que llenar para avanzar, les retrasaron lo suficiente como para evitar la sorpresa. Para entonces, la situación del ejército romano también era difícil.
El día siguiente, el 2 de octubre, Vercasivelauno, lanzó un ataque masivo con 60.000 hombres, enfocado al punto débil de las fortificaciones romanas, que César había tratado de ocultar hasta entonces, pero que había sido descubierto por los galos.
El área en cuestión era una zona con obstáculos naturales en la que no se podía construir una muralla continua conocida después por los romanos como monte Rea, donde César ubico a 4.000 de sus hombres. El ataque se produjo combinando las fuerzas del exterior con las de la ciudad: Vercingétorix atacó desde todos los ángulos las fortificaciones interiores. César confió en la disciplina y valor de sus hombres, y ordenó mantener las líneas. Él personalmente recorrió el perímetro animando a sus legionarios.
La caballería de Labieno fue enviada a aguantar la defensa del área en donde se había localizado la brecha de las fortificaciones. César, con la presión incrementándose cada vez más, se vio obligado a contraatacar la ofensiva interna, y logró hacer retroceder a los hombres de Vercingétorix.
Sin embargo, para entonces la sección defendida por Labieno se encontraba a punto de ceder. César tomó una medida desesperada, tomando unos 6.000 hombres para atacar el ejército de reserva enemigo (unos 60.000) por la retaguardia. La acción sorprendió tanto a atacantes como a defensores.
Viendo a su general afrontar tan tremendo riesgo, los hombres de Labieno redoblaron sus esfuerzos. En las filas galas pronto empezó a cundir el pánico, y trataron de retirarse. Sin embargo, como solía ocurrir en la antigüedad, un ejército en retirada desorganizada es una presa fácil para la persecución de los vencedores, y los galos fueron masacrados.
César anotó en sus Comentarios... que sólo el hecho de que sus hombres estaban completamente exhaustos salvó a los galos de la completa aniquilación.
En Alesia, Vercingétorix, incapaz de haber podido tener una mejor coordinación con el exterior fue testigo de la derrota del ejército de socorro.
Enfrentándose tanto al hambre como a la moral, se vio obligado a rendirse sin una última batalla. Al día siguiente, el líder galo presentó sus armas a Julio César, poniendo fin al asedio de Alesia y a la conquista romana de la Galia.
Se dice que Julio César tomó a Vercingétorix como el trofeo de su larga campaña en la Galia que exhibiría en el triunfo que tenía pensado celebrar. Probablemente se le mantuvo prisionero en una celda de Tullianum, donde pensaba ser estrangulado en agosto de 46 a. C., año en que César celebró su triunfo sobre la Galia.