Revista Bares y Restaurantes

Versalles.- Original es volver a los orígenes

Por Cultibar
Versalles.- Original es volver a los orígenes

El edificio donde se asienta no es de Gaudí. Por poco. Es de uno de sus mentores, Joan Torras i Guardiola, un vecino de San Andreu que construyó para el barrio el testigo de una vida. El Bar Versalles es casi centenario y, cómo seguro quiso su arquitecto, permanece en pie para saber a dónde vamos, para decir de dónde venimos. Son 98 años de vida de pueblo, de "cigalós" y sandwichs eternos más aún con su última reforma, que ha permitido sentir en boca y vista cómo debió ser aquella época en que la política se hacía en el bar, las mujeres no eran bienvenidas e igual servía un café para proletarios que para burgueses, vestidos todos como pensamos, como puedes imaginártelos hoy si cruzas el umbral de este bar de Gran de Sant Andreu. Es la vida de un pueblo en un bar, una vida que vuelve al origen.

Dirección: Gran de Sant Andreu, 255
Precio medio: 18€. Ensaladilla rusa, 3,95€; Bravas, 3,90€; ensalada Versalles, 9,20€; huevos estrellados, 9,50€; pies de cerdo a la catalana, 9,50€; sandwich vegetal Versalles, 4,90€. Copas de vino, a partir de 1,90€.
Imprescindible: Ir con la pareja y partir una ensalada y una botella de blanco del Penedés. Volver con la familia y optar por los huevos estrellados. Coger barra y recrear cómo era Barcelona en los años 30.
Horario: De lunes a sábado, de 08.00 a 0.30h. Domingo, de 09.00 a 0.30h.

Según Cultibar

Tras su última remodelación -hace cinco años-, el Versalles ha recuperado elementos antiguos como la barandilla y las mesas de mármol, pudiéndose comprobar ahora partes de la arquitectura que durante años permanecieron escondidas: el techo de volta catalana y las columnas de fosa, ambos de inspiración modernista. La barra ha vuelto a centralizar la vida en el bar, que igual sirve -como servía- para un desayuno pantagruélico, para un vermut intergeneracional, para unas bravas de media tarde o para una cena al calor de los tuyos. Es magnético, atrae, sobre todo su parte posterior, un reservado entre barra y pared sólo para muy o muy poco tímidos.

La cocina del Versalles, abierta sin descanso desde las 07.00h, también ha seguido la línea de la filosofía de este punto de encuentro. Comida para todos y para todas horas. En clásicos ya se han convertido su sandwich Versalles (con huevo dentro del pan e inventado en los años 60), los champiñones, los caracoles a la llauna o sus pies de cerdo, aunque, como apunta su actual propietario, Pere Riera, "nos hemos feminizado, como la sociedad, empezando a ofertar platos románticos, pensados para ellas, visuales, tropicales, frescos, sin mucho aceite". Este giro también tiene continuación en la carta de vinos, muchos por copa y casi totalmente catalanes, "con mucha presencia de afrutados y no muy fuertes".

Es el presente de un bar con pasado, cuyo sótano (ahora discoteca y sala polivalente) sirvió de refugio en la Guerra Civil, cuyas paredes han visto asesinatos y política de Ayuntamiento, un bar sin el que no se entendería la vida de Sant Andreu, la vida de su gente. Nació como Petit Versalles pero el franquismo descatalanizó nombres y le obligó a quedarse con el apellido. Así ha trascendido y así seguirá. Mirando al pasado para encarar el futuro. Historia viva de la ciudad.

La experiencia Cultibar

Versalles es mezcla. Un batido histórico de gente de todo tipo. Encontrar algo así en Barcelona, una ciudad tan esquemática en cuanto a bares que "deben" corresponder a una u otra clase social nos sorprende. La excepción confirma la regla.

Curiosamente, en este rasgo en particular, Sant Andreu y Madrid van de la mano (quién lo iba a decir). En "la capital" los bares entienden menos de cuentas corrientes, marcas de ropa o apellidos más o menos ilustres. En Versalles la gente se mira a los ojos, encontrando refugio en su bar, en el bar de siempre, en el bar de todos. Mezcla es riqueza.

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