Joe Cocker, que no compone, siempre ha realizado espléndidas versiones
Son las versiones, las variaciones sobre un tema, ese recurso que se viene repitiendo desde que existe la música; no en vano las variaciones, adaptaciones, revisiones de partituras de otros han sido cosa común siempre que un músico quiere reconocer o rendir tributo a otro, o simplemente cuando se desea dar un toque renovador a una melodía que se agarró a la mente. Eso sí, si no se consigue aportar algo al original, la cosa se queda en pretensión fallida, hasta el punto de que algunas reinterpretaciones que muchos se han atrevido a hacer resultan de todo punto sonrojantes, de auténtica vergüenza ajena (y mejor no mencionar nombres).
Prácticamente no hay grupo o solista que no haya tirado de obra ajena antes o después y con mayor o menor acierto. Incluso se ha podido dar el caso de que alguna pieza que apenas llamó la atención en su original aparece deslumbrante cuando se la trabaja nuevamente. Además, siempre funcionan fantásticamente bien en vivo.
Algunas versiones han conseguido un estatus especial, como si se hubieran convertido en auténtica novedad. Un buen ejemplo es la excitante y pasional visión que aportó Joe Cocker del clásico de Beatles ‘With a Little help from my friends’, mucho más desgarrada, más desordenada y visceral que la que cantó Ringo; de hecho, se emite más veces en la radio la de aquel que la de éste…, aunque claro, la original es la original y siempre posee algo que nunca tendrá la reproducción. Otra muestra de cómo se puede reinventar una partitura y darle algo que en principio no tenía es lo que Jimi Hendrix hizo con el ‘All along the watchtower’ de Bob Dylan; el emblemático guitarrista añadió muchísimos matices, encontrando cosas en la canción que ni el propio Dylan había atisbado; es más, el autor de la pieza confiesa que, cuando la toca, suele hacerlo a la manera de Hendrix.
Esas son dos auténticas clásicas en el universo de las versiones. Pero hay otras con menos caché que también resultan enriquecedoras, encantadoras y con poderosa personalidad. Lou Redd escribió la melodramática ‘Femme fatale’ para la Velvet Underground en los sesenta, cuando Nico la cantó de un modo un tanto desmayado, lineal; luego, en los ochenta, los alemanes Propaganda la retomaron y le proporcionaron mayor musicalidad, mucha más armonía y, sin duda, superior voz e interpretación; así, el tema se volvió más dinámico y adquirió mayor carga melódica, hasta el punto de que parece otra canción…, aunque sin el tono despectivo e incluso patético con el que Reed la concibió.
Otra canción que se reconvirtió con enorme acierto fue ‘The passenger’, originalmente aparecida en el ‘Lust for life’ de Iggy Pop en 1977 (con producción, coros y teclado de David Bowie), y que Siouxie & The Banshees rehicieron diez años más tarde. La de Iggy era esquemática, desnuda de arreglos y ornamento, sin embargo, la de los ‘góticos’ presenta una riqueza sonora asombrosa, con metal, con solos, con cortes y múltiples variaciones. Curiosamente, en ambos casos la voz solista parte de registros bajos, tratando de mantener profundidad, gravedad, huyendo de tonalidades alegres al hablar del cielo vacío de la noche, de los suburbios, del pasajero que lo ve todo a través de la ventanilla (hay quien afirma que está basada en un poema de Jim Morrison). El propio Iggy Pop afirmó que le encantaba la versión de Sioxie, pero la magia que tenía la original...
Ramones publicó un disco de versiones titulado ‘Acid eaters’ en 1994 (su penúltima entrega), en el cual se dieron el gustazo de recrear algunas de sus canciones favoritas (en realidad habían hecho tal cosa a lo largo de casi toda su carrera), y entre ellas estaba la maravillosa ‘Have you ever seen the rain’, original de otra leyenda americana: los Creedence Clearwater Revival del siempre brillante John Fogerty, que la editaron en 1970. Ni que decir tiene que los de Nueva York cambiaron la dulce y evocadora acústica que transmitía calma y armonía por una salvaje y distorsionada guitarra que parece desenvolverse en plena tormenta. Son poco más de dos minutos de punk-rock maduro pero encendido, resultando una pieza que se adapta como un guante a esos Ramones cercanos a su final. Tiene ritmo mucho más vivo y mucha mayor sonoridad que la de los Creedence, sin embargo, ésta posee un sabor añejo, el regusto del clásico.
¿Y quién no hace sus propias versiones al cantar en casa, en el coche, en la ducha?
CARLOS DEL RIEGO