Ocasos
Hay crepúsculos radiantes.
Mariposas de fuego abren sus alas
En el umbral de la noche,
Para morir sin ruido más tarde,
Donde ni el recuerdo puede alcanzarlas.
Hay crepúsculos lúgubres,
Poblados de melancólicas luces.
Millones de sombras frías
nos envuelven como sudarios
Y nos hacen soñar con el día.
Ellos son preludio de un instante
El último de la vida,
Cuando el alma se desprenda
De un cuerpo aún tembloroso
Sin saber si se extinguirá para siempre
O gravitará en inconcebibles dimensiones.
En esos ocasos sin sombras ni luces
estaré ausente de ruines ilusiones.
Eterno solitario, que no vibra,
Que no disputa a la vida sus dones
Ni puede avanzar tranquilo a la muerte
Con el valor con que avanzan los hombres.
La hoguera
El tiempo es mar callado que cubre nuestras almas
carcome nuestras pieles y anega la esperanza.
Que en lucha contra el tiempo los hombres se debatan,
que alcen sus obras en el aire, enhiestas como ramas,
ramas que perduren y sean de otros salvaguarda.
Seamos roja hoguera, que lenta se dilata,
en busca de otra hoguera, tal vez ya muy lejana,
para encender el mundo y ahogarlo entre las llamas,
nuevo sol rugiente que alumbre sin cesar.
Las llamas en su marcha dibujan grandes alas
de luz en el espacio y avivan la esperanza.
Crece roja hoguera, cubre así la Tierra,
crece ardiente hoguera…