Froilán de Lózar
Entrar a juzgar las ideas y la religión en aquella parte del mundo donde nació Rusdhie sería una idea descabellada, no sólo porque jamás estuve allí y lo ignoro todo, sino porque nunca convencería a los sucesores de Jomeini de que su sentencia de muerte contra el escritor es una sentencia contra la vida humana. El día 25 de Mayo de 1989, pocos meses después de la Jetwa, o sentencia del Imán, 18 editoriales españolas, cuyos nombres –distribuídos en forma de sol– figuraban en la parte inferior de la portada del libro, (encubriendo el nombre auténtico del autor de la traducción), lanzaban la versión castellana de “Versos Satánicos”. Poco tiempo después, una editorial de Barcelona preparaba la edición en catalán. El autor del libro, que nació en Bombay, en el seno de una rica familia, dos meses antes de la creación de un estado musulmán separado (Pakistán), estudió historia en la Universidad de Cambridge, especialmente la figura de Mahoma, asomándose a libros que estaban vedados en los países islámicos. Trabajó en la televisión estatal de Pakistán y posteriormente en Agencias de publicidad donde creó frases para anuncios. Su primera novela “Grimus”, fue un rotundo fracaso. “Hijos de la media noche”, su primer éxito, ya venía envuelto de polémica, provocando el enfado de la entonces primera ministra Indira Gandhi. Una amenaza de muerte no puede tomarse a la ligera, sobre todo cuando un país entero le persigue, y el hindobritánico procura echar lastre a través de su agente literario para aplacar aquella sombra que les está cercando: “En un mundo donde conviven muchas religiones, esta experiencia ha servido para que tomemos conciencia sobre las creencias de otras personas”. Pide perdón. Posiblemente se arrepentirá de haberlo publicado, porque la fama no debe agradar nada cuando acecha la muerte. Hay una expectativa morbosa en torno a su persona, a sus proyectos. Muchos le alaban por una obra que desconocen y toda la polémica que suscita el mencionado libro viene a cuento porque a las mujeres del protagonista se las presenta como prostitutas. A medida que avanza la polémica, avanza el interés desorbitado por dar a conocer los pasajes más críticos del libro. Así, el diario conservador francés “Le Figaró”, publicaba un extracto, mientras el periódico del Vaticano “El Observatore Romano”, se preguntaba a través de un articulista “qué arte puede haber y de qué libertad se trata, cuando en su nombre se golpea la dimensión más profunda de las personas y se ofende su sensibilidad de creyente”. Pero hay un hecho curioso que no quiero pasar por alto. El periódico del Vaticano, que calificaba la obra de “gratuíta distorsión” y “expresión blasfema”, escribe del hecho bastantes días más tarde, motivado por las intensas gestiones diplomáticas del embajador iraní ante la Santa Sede. ¿Si la Iglesia está a favor de la vida, contra todo tipo de muertes, por qué cede a la presión de un embajador iraní que se ha mostrado partidario de la condena a muerte del escritor?.
Pero no seré yo el que le defienda, máxime cuando urgando en mis papeles me encuentro con una opinión que el escritor hace de España, sólo unos años antes de encontrarse con la condena a muerte de su gente: “No me gusta España. Detesto a los españoles. La llegada de la democracia no ha cambiado nada mis sentimientos hacia ellos. Me pregunto, incluso, si no les preferiría oprimidos antes que libres. Bajo la dictadura hablaban menos, sin duda por miedo a acabar en la cárcel; las privaciones afinaban su silueta”.
Ahora experimentará lo que se siente en propia carne, sin patria, sin hogar, en permanente huída, llevando la fama tras la sombra de una garra invisible; cohibido para siempre, porque quizás por las ganas escribiría más historias satánicas, pero los enemigos están por todas partes y no merece la pena hablar de libertad cargado de cadenas. Sabemos que todo el saber de la Antigüedad, reunido en unos 700.000 documentos, se quemó en la Biblioteca de Alejandría. En 1933, los nazis quemaron en Alemania todos los ejemplares existentes de la Orden Mística de los Rosacruces. A lo largo de la historia, muchos son los libros y los autores prohibidos, Desde “El arte de amar”, de Ovidio, hasta “El libro del buen Amor”, de Juan Ruiz, o “Madam Bovary”, de Flaubert, pasando por Servet, Galilelo, hasta incluir en la lista autores de nuestros días como Cela, Torrente Ballester, Goytisolo, García Serrano…etc En todas las épocas muchas personas fueron perseguidas por sus ideas religiosas o políticas, pero pocas alcanzaron la valoración de estos “Versos Satánicos”. Salman Rusdhie, el inventor de frases bonitas para vender más y mejor, supo inventar la máxima que le llevaría a la gloria. Subió a lo más alto y allí se quedó, enarbolando una bandera blanca. Un escritor inglés, William S. Maugham asegura que “un filósofo es un tipo que sube a una cumbre en busca del Sol; encuentra niebla, desciende y explica el magnífico espectáculo que ha visto”. No sabemos si Salman Rusdhie se ha perdido. Lo que sí sabemos es que no ha bajado, ni bajará nunca. Ahora yo me pregunto si no le prefiero escondido y libre antes que muerto. © Froilán de Lózar para el "Diario Palentino", en su sección: "Crónicas Fin de Siglo".