Síntomas de la inocencia,
Que hacía caso omiso,
O comprendía ceguera,
No existía maldad en el globo,
Todo era una promesa,
De un sitio maravilloso.
Los barrios eran bastante grandes,
Lo suficiente para aventurarse,
Sobre las ruedas de la bicicleta,
Y narrarse historias en la cabeza,
Que inconscientemente no sabría,
Se quedarían allí para toda la vida.
Vientos del sur,
Bañando en gris el ambiente,
Contagiando de silencio las calles,
Regalando paz por doquier.
Aquella visión infantil no comprendía,
Lo que sería hoy el vestigio de aquellos días,
Donde el deseo de volver,
A aquel mundo inmenso llenos de travesuras,
Sería un anhelo constante,
Y abandonar el barco monótono actual,
Donde el mundo ya es pequeño,
Ya no existen historias que crear,
Sino solo frustraciones y de la sociedad su maldad.
Vestigios de aquellos días,
En las que una brisa,
Nos recuerda el abrígate para salir de mamá,
El silencio en las calles,
Nos hacía pensar,
Lo benévolo se está haciendo esperar.
Edificios imponentes y casas sin ningún tumulto,
Sin ningún desastre,
Árboles cómplices en las plazas,
Cuyos bancos albergaba,
A los enamorados de la época,
Más poesías y baladas románticas,
Que invitaban a una cita con la merienda,
Un café, galletas y un beso caliente,
Sin muchos planes,
Tampoco falsas pretensiones.
Un paseo por la ciudad,
¿Quieres bailar conmigo?
¿Qué tienes que hacer esta tarde?
Mientras que el sur marcaba presencia,
y la tranquilidad lo besaba.
Vestigios de aquellos días,
En los que la visión infantil,
Síntomas de inocencia,
Observaban con incredulidad,
Llenos de curiosidad,
Qué hacen esas dos personas tan felices,
Por qué tantas promesas se hacen,
Y hoy en la adultez,
En la supuesta madurez,
Los semejantes y el prójimo,
Representan peligro,
El mundo es pequeño,
Y el poder puede ser comprado,
También el honor y la dignidad,
La lealtad y la amistad son condición,
Y nadie puede hablar del amor,
Como en aquellos días,
Vestigios que dejan pensando,
El mundo cambió tanto.