Revista Medio Ambiente

Vete a ver la ballena

Por Davidalvarez
El 11 de octubre de 1895, el vapor Sultán se encontró una ballena muerta a 20 millas del puerto de Gijón y la remolcaron hasta los muelles. Tras informar a las autoridades, estas resolvieron que el enorme animal fuera trasladado hasta una pequeña cala situada cerca de la playa del Rinconín, donde con la ayuda de varias parejas de bueyes y con la ayuda de la marea, quedó depositada en la orilla. 
Vete a ver la ballenaRorcual en Gijón (1895). Fotografía de Marcos Arguelles
Se trataba de un rorcual común de 21 metros de longitud y que tal como se narraba en el artículo publicado en el diario El Comercio el 15 de octubre de ese año, recogido en el blog Gijón en el Recuerdo, "convirtió la ería del Piles y las inmediaciones en donde se halla varada la ballena, en verdadera romería, con sus barracas y bailes correspondientes". Miles de personas se acercaron a ver el espectáculo del enorme cetáceo varado, y de los trabajos que se realizaron para extraer del cadáver más de 30 pipas de aceite y grasa (unos 12.000 litros), que eran muy estimadas tanto para uso doméstico como para la industria. 
Vete a ver la ballenaGrupos de personas cruzando la pasarela sobre el Piles para ver la ballena. Foto: Marcos Arguelles
Hace un siglo, el varamiento de un gran cetáceo suponía una importante fuente de recursos, como seguramente habría ocurrido desde la prehistoria, y por otra parte resultaba un importante acontecimiento social, capaz de reunir a miles de personas a pesar de tener que respirar "el fétido olor que desprendían las calderas en donde se fundía la grasa". Pero además de ese, el rorcual de 1895 dejó una expresión que trascendió a ese hecho concreto y que aún hoy se sigue usando cuando se quiere mandar a alguien a paseo. O sea, que si te mandan a ver la Ballena, no hace falta que vayas a buscar un rorcual al Piles.
Vete a ver la ballenaLos varamientos de cetáceos son relativamente frecuentes, pero en la mayoría de los casos corresponden a delfines, sobre todo delfines comunes ya que se trata de la especie mas abundante en nuestras aguas. En el periodo comprendido entre 1991 y 2005, esta especie supuso el 42% de todos los varamientos, con 146 registros (Ruano et al., 2007). La aparición de cetáceos de mayor tamaño, sobre todo rorcuales y cachalotes, es mucho más escasa, sobre todo debido a la propia escasez de los mismos en relación con el resto de cetáceos de pequeño y mediano tamaño.
Hace tan solo una semana, una marsopa (Phocoena phocoena), el cetáceo de menor tamaño que habita en el Cantábrico, apareció varado en una playa de Novellana, seguramente arrastrado por las fuertes marejadas de los días anteriores. 
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Pero el acontecimiento de la semana fue la aparición de un rorcual común (Balaenoptera physalus)  el pasado 8 de febrero en el Arenal de Morís, en el concejo de Caravia, poco más pequeño que el que apareció en Gijón a finales del siglo XIX.
Los varamientos de esta especie no son muy frecuentes y normalmente se producen en zonas de difícil acceso y que no reciben demasiada cobertura mediática, como ocurrió en 2010 en la playa de Los Molinos, en Oles, muy cerca de donde apareció este último rorcual. En este caso, el rorcual apareció en una playa de fácil acceso, por lo que al día siguiente del varamiento y de la publicación de la noticia en la prensa regional, y a pesar de la lluvia que cayó durante prácticamente todo el dia, fueron muchas las personas que nos acercamos a la playa a ver la ballena.
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Es cierto que no fue como en 1895, pero ver de cerca al segundo animal más grande que ha existido nunca en el planeta, más grande que los mayores dinosaurios, no es algo que ocurra todos los días. A pesar de que parecía más delgado de lo normal, lo que seguramente era un síntoma de que ya estaba enfermo antes de morir, sus 18 metros de longitud resultaban impresionantes.
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Hace ya mucho tiempo que las ballenas varadas no representan un maná para los pueblos costeros y generalmente el varamiento de un cetáceo de grandes dimensiones, sobre todo cuando aparece en una playa accesible y concurrida como en este caso, puede representar un problema sanitario debido a la putrefacción y a los olores que la acompañan. Pero eliminar un cadáver que puede superar las 20 toneladas de peso no es una tarea fácil, y por eso ayer una excavadora, un par de tractores y varias personas se afanaban en sacarlo del arenal, una operación que aún llevará uno o dos días mas.
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Siempre resulta triste encontrarse con el cadáver de uno de estos magníficos animales, pero estos varamientos son la prueba de que a pocas millas de nuestras costas aún sigue habiendo rorcuales, que aprovechan estas aguas para alimentarse y como corredor migratorio en su viaje hacia el sur.
Se ha estimado que actualmente quedan en el mundo entre 50.000 y 80.000 rorcuales comunes, después de que sufriera una intensa caza durante el siglo XX. Debido a la velocidad que pueden alcanzar los rorcuales habían conseguido librarse de los balleneros tradicionales, que al no poder seguirlos con sus embarcaciones centraron sus esfuerzos en otras especies como la ballena franca. Con la llegada de los grandes balleneros a motor, equipados con potentes arpones explosivos, todo cambió y se estima que cerca de 750.000 ejemplares de esta especies fueron cazados, solo en el hemisferio sur, entre 1904 y 1979. Actualmente, las colisiones con barcos y las muertes accidentales en aparejos son las principales causas de mortalidad del rorcual común, que a pesar de catalogada en Peligro por la UICN desde 1996, sigue siendo cazada con fines comerciales por varios países.
NOTA: haced clic en las fotos para verlas a mayor tamaño
Referencias
-  Ruano A, Silva P, Solano S & Naves J (2007) Cetáceos en el litoral asturiano: áreas de interés para la conservación. Gobierno del Principado de Asturias. Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e Infraestructuras y Obra Social ”la Caixa”

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