Meses atrás, como todos sabemos, llego a la Casa Blanca, el rostro de la intolerancia, machismo, de la xenofobia y del racismo. Todos sus votantes y me atrevería a decir que todos los habitantes de este planeta, le conocía antes de llegar a ser presidente, y es así como también conocía algunas de sus tremendas medidas que iba a aplicar si llegaba a la presidencia. Entre ellas destacaba la creación de un muro que separaría de forma permanente Estados Unidos y México, muro, que como todos sabemos, el presidente Trump tenía pensado que iba a ser pagado por los mexicanos.
Esta propuesta sigue en mente del magnate americano y si no es de extrañar, la firmara dentro de poco. Pero lo que, si ha firmado, sin que le tiemble la mano, ha sido el veto migratorio de 7 países, todos ellos de etnia musulmana, a los que ha prohibido la entrada en el país americano hasta nuevo aviso.
Como era de esperar, esta ley no ha durado mucho tiempo. La justicia estadounidense, lógicamente en una postura anti-Trump, ha derogado la ley, tomándola como falsa y permitiendo otra vez el flujo de esos inmigrantes. Todo esto ha pasado una semana después de la entrada en vigor del veto firmado por el presidente. Esta decisión ha sido encabezada por un juez federal del estado americano de Seattle, James Robart, al cual caerá todo el enfado y críticas de los fieles seguidores de Trump y del propio presidente, que conociéndole como le conocemos es capaz de mandar su encarcelamiento. Pocos minutos después de la noticia, era Trump el que ponía en su red social Twitter comentarios hacia James, diciéndole que solo es un “supuesto juez’’ y que no se saldrá con la suya ya que derogara su ley en unos días.
Horas después de la toma de esta decisión, las principales aerolíneas que comunican los Estados Unidos con estos 7 países, han vuelto a funcionar, permitiendo que estos pobres inmigrantes vuelvan a sus trabajos o a visitar a sus familias sin el estúpido impedimento de un veto racista.