Lugar: Sala La Riviera. Madrid
Fecha: 31 mayo 2014
Asistencia: 2.500 personas
Precio: 25 euros
Artistas Invitados: Zoé
Músicos: Pucho (voz), David 'El Indio' García (baterista), Álvaro Benito (bajista), Jorge González (percusionista), Guillermo Galván (guitarras) y Juan Manuel Latorre (guitarras y teclados)
Enésimo golpe maestro
Sobrecogedor. Ellos cantan sobre la sensación de estar a la deriva pero saben perfectamente cómo han llegado hasta aquí y por dónde van a seguir su camino. Sólo así se explica el asombroso empaque de una banda que no sólo no defrauda, sino que con cada concierto parece subir un peldaño más en su capacidad para desatar terremotos sensoriales de emoción casi insoportable.
La velada arranca con los primeros golpetazos de 'La Deriva' y cuando la canción definitivamente explota ya se han despejado todas las dudas. La conexión es inmediata, el fervor del público desmesurado y la pericia de los músicos incuestionable. Es la intensidad de la honestidad. Pucho ejerce como catalizador y se convierte en el epicentro mismo de una tormenta sónica que sacude con inusitada fiereza.
Escenas de auténtico éxtasis entre un público que podría estar cantando estas canciones hasta el fin de los días, y eso que la banda presenta su nuevo trabajo para ir caldeando con 'Fuego', 'Golpe maestro', 'La mosca en tu pared' y 'Pirómanos'. Una vez superado este tramo es cuando la emotividad se desata con 'Lo que te hace grande' y 'Un día en el mundo' pasa a ser el karaoke del fin del mundo.
Esa maravilla que es 'Cuarteles de Invierno' suena a clásico y hay sincera reparación al poder cantar eso de "fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar" con los ojos cerrados, a ciegas guiado exclusivamente por la música. Y cuando al escenario miras, ves una escenografía sobria pero efectiva, cada canción con su propio color, mientras Pucho baila como un maldito poseso desgarbado, disfrutando de su ya asimilada capacidad como líder de una banda ya fundamental en la historia de la música española. [FOTOS de Beatriz H. Viloria]
'Copenhague' arrodilla a la parroquia, tan sentida siempre ella, mientras que 'Valiente' logra exactamente el efecto contrario al provocar una marea de visceral e irreductible optimismo. Se puede tratar de buscar la dichosa objetividad que nunca existirá en esto de la música, pero lo cierto es que Vetusta Morla aúna opiniones subjetivas como nadie, por lo que el asentimiento es generalizado e inequívoco.
Hay tiempo para 'La cuadratura del círculo' y para perder los papeles con 'Sálvese quien pueda' (una canción que parece que siempre estuvo aquí entre nosotros), así como para el enésimo tornado con 'El hombre del saco'. Pocas bandas, tal vez ninguna ahora mismo por estos lares son capaces de convertir su música en ardorosas bolas de fuego que sobrevuelan las cabezas de los entregados parroquianos. Y el fuego mola precisamente porque quema.
Eso es exactamente lo que sucede con la épica desmadrada de 'Los días raros', que termina convirtiendo La Riviera en algún tipo de logia sectaria mientras la música literalmente estalla para jolgorio de las 2.500 personas que por tercer noche consecutiva han abarrotado el local madrileño de las putas palmeras (todavía hay otras dos citas en junio). Y durante un rato todos fuimos absolutamente felices y fue real.