Esta obra me encandiló desde el principio. Me gustó su forma clara y sencilla de narrar los hechos. Incluso llegué a creer por un momento que realmente mi vida de bebé podría haber sido tal como esta pequeña lo cuenta, aunque yo no lo recordara.
Lo curioso de este cuento es que no sólo me marcó a mí en mi casa, pues claramente recuerdo que fue de los pocos libros en los que coincidimos mis hermanos y yo, catalogándolo como uno de los más queridos de nuestra infancia.
Carmen Kurtz nos retrata una niña nacida en la época de los 70, que ya siendo bebé refleja la sensatez y claridad de una persona adulta. Un bebé que desde pequeña nos narra la historia de su vida, perfectamente consciente de ella y deja de manifiesto las desidias de los adultos, que nunca pasan inadvertidas ni a esta, ni a cualquier otra edad. Veva es una recién nacida que, al igual que el resto de bebés del mundo, sabe hablar, andar, comer por si sola y hacer reflexiones cuanto menos curiosas. Siendo así ¿por qué no muestran sus capacidades desde pequeños? Simple, porque los adultos no estamos preparados para ello. Como en tantas otras cosas esperamos que en nuestro pequeño círculo de comprensión los bebés lloren y dependan de nosotros con lo cual ellos mismos aceptan formar parte del circo como buenos actores, esperando pacientemente a que el adulto este preparado para verles explayar todo su potencial.
Pero Veva es una niña especial y rebelde y no está dispuesta a esperar a crecer para poder llevar una relación de igual a igual con algún miembro de su familia. Escoge para tal fin a su abuela creando un vínculo especialmente bonito entre abuela y nieta y manteniendo conversaciones la mar de agradables con la matriarca de la familia, aprendiendo constantemente de su sabiduría y experiencia y valorando todas y cada una de sus palabras.
Lo que más me gustó de este cuento no es solamente que no se retratara a Veva como un bebé que apenas supiera balbucear, con pensamientos insulsos y comportamientos cómicos, sino que se la dibuja como un personaje muy muy sensato, ajeno al mundo nuevo que acaba de encontrarse, con mucha curiosidad por aprender y adaptarse para poder formar parte de él.
El libro está narrado en otra época (hace ya 34 años que se publicó) y sin embargo realiza una crítica amable de la sociedad y las relaciones familiares tratando temas aún en auge como son la religión, el machismo, los celos entre hermanos en las familias o la situación de abandono que sufren muchos ancianos.Creo que sobre todo me entusiasmó el libro porque me sentí muy afín a esta pequeña, que tratada como bebé no entendía porque se la hablaba de forma diferente en vez de igual que a una persona (a esa edad yo odiaba la poca importancia que tenían mis opiniones por el mero hecho de ser una niña) y también sentí particular afinidad por ella en referencia a ese vínculo especial y maravilloso creado con la "Buela", personaje realmente entrañable de la historia.Toda una joya este cuento escrito por esta autora para niños y no tan niños, que nos enseña una lección de vida sobre la igualdad de género, el respeto por los mayores o el cuidado de los animales, a la vez que nos entretiene y agrada por igual.
Muy muy recomendable! Todo casa debería tenerlo.
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