Revista Coaching
"Vi los problemas del mundo y decidí implicarme". Joachim Franz. La Contra de la Vanguardia. 09/08/11
Por Joanpi @joanpi
Joachim Franz, activista que recorre el mundo contra la invisibilidad del sida.
Tengo 50 años.Nací y vivo en Wolfsburgo (Alemania).Vivo en pareja y tengo una hija.Soy mecánico y actualmente jefe de la expedición Mover el Mundo.Hay demasiadas mentiras en la política.Fui católico y sigo creyendo en Dios, pero Dios y la Iglesia son dos cosas distintas.Europeodel añoLa vida sin sentido le llevó a la obesidad; la obesidad, a participar en eventos deportivos extremos por el mundo, y ver la realidad le llevó a comprometerse. Vio los efectos devastadores del sida en el sur de África, en las casas de la muerte de Manila, en las casas de ex prostitutas forzadas de Nepal..., y lleva diez años organizando expediciones de sensibilización sobre el sida. Está previsto que la expediciónMove the World(Mover el Mundo), que partió el 19 de abril de Vancouver, llegue mañana a Australia. Ha recorrido el mundo en furgoneta para recaudar fondos, encontrar cinco millones de personas que quieran dar su cara, una frase sobre el problema del sida y un euro (www.waae.de).Nací en la ciudad Volkswagen. ¿...?
En Wolfsburgo, donde viven 30.000 personas, cada niño que nace está destinado a trabajar en esa fabrica de coches en la que trabajan 50.000 personas. En el colegio ya te preparan para entrar en esa empresa.
¿Y quería ser mecánico?No me lo planteé, allí trabajó mi padre y allí trabajaba yo desde los 17 años.
¿Se rebeló contra su destino?Al principio no, porque quería ahorrar para comprarme el coche y el piso. Combatía el aburrimiento a base de cerveza y comida, llegué a pesar 125 kilos. A los 30 años quería algo más en la vida, quería cambiar.
¿Y qué hizo?De entrada, adelgazar. Decidí hacer deporte pese a que la gente no suele animarte mucho: "No lo conseguirás", me insistían, así que me lo tomé como un reto. Me apunté a un maratón, tenía cuatro meses para prepararme, bajé 50 kilos y pude correrlo.
Un gran logro personal.Me di cuenta de que si me planteaba un objetivo y luchaba por él, podía conseguirlo. A partir de entonces mis vacaciones consistieron en correr maratones por el mundo y organizar expediciones de deporte.
¿Viajar le cambió?Totalmente, estaba ávido de conocer mundo, de convivir con otras culturas, y empecé a ver los problemas del mundo. En 1999 fui a Filipinas y vi a todas esas niñas prostituidas, al año siguiente lo vi en Nepal. Me informé: habían secuestrado a 250.000 niñas y el 90% de las que consiguieron volver tenían el sida. Allí a donde iba tropezaba con el sida, hasta el día que decidí hacer algo.
¿Qué día fue ese?En Manila vi un pequeño garaje y entré. Estaba en penumbra y me vino un hedor a podrido espantoso. Cuando los ojos se me acostumbraron a la penumbra vi gente tumbada en el suelo entre pequeñas furgonetas sobre las que había bolsas que pensaba llenas de basura, pero eran muertos.
Qué horror.Sobre el suelo también había muertos junto a los vivos o los casi muertos, apiñados, sobre sus propios excrementos, debían de ser unas 30 personas. Les pregunté qué les pasaba, pero nadie pudo contestarme. Salí a la calle horrorizado para preguntar qué pasaba ahí dentro y me dijeron que tenían sida.
Entiendo ahora que haya dedicado su vida a esa causa.La población ni se acercaba, tienen terror al sida. Cuando volví a Alemania, comencé a informarme, visité a especialistas, fui a la universidad a intentar recoger datos sobre el sida en el mundo, pero como mecánico no era fácil conseguir esa información.
¿Por qué?No lo sé, debían de considerar que hablar conmigo era perder el tiempo. Así que decidí hacer algo yo mismo, luchar contra el sida a través del deporte.
Y ya lleva nueve expediciones.Intentamos concienciar a la gente en países que le dan la espalda a esta pandemia. Lo hacemos a través del deporte de aventura, porque si vas de normal nadie está interesado en esta enfermedad maldita, pero una expedición deportiva te abre puertas.
Somos muy raros los humanos.Hacemos campañas de concienciación en Alemania para captar donaciones, y sobre todo damos mucha información a los jóvenes. La primera expedición la hice en el 2001, un París-Dakar en bicicleta.
En Mozambique acabó en la cárcel.Sí, por entregar octavillas que prevenían contra la enfermedad. Comprendí que es muy difícil luchar contra una enfermedad rodeada de mitos y condicionamientos morales. De hecho, si luchas contra el sida también te estigmatizan a ti: la gente piensa que yo también lo padezco.
¿Y cómo reaccionan?Muchos amigos se apartaron de mí. Hasta mis padres se distanciaron: "Si luchas por defender a prostitutas y drogadictos es porque formas parte de su mundo", me decían. Entendí lo sola que se puede sentir una persona con esta enfermedad.
Esta lucha le ha transformado.Sí, he vivido cosas muy fuertes. En el 2003 una niña con sida murió en mis brazos. Son momentos que no desearías a nadie, pero a la vez me dan motivos para luchar con más fuerza y dedicarle mi vida a esta causa.
¿Algo positivo?En el 2003 Volkswagen decidió colaborar y nombrarme embajador en el mundo de la lucha contra el sida, así dejé de ser mecánico, pero no fue fácil. En el 2008 dejé de trabajar para ellos y ahora soy independiente.
Ha cruzado 6.500 km de Sáhara en bicicleta, ha subido montañas...Y ahora finalizamos la vuelta al mundo en coche. Colaboran unas cuatro mil personas de todos los países y nadie gana dinero.
Pero recogen millones de euros.Sí, que repartimos a organizaciones contra el sida en todos los países que lo necesitan. En África hemos construido varias casas para niños con sida y estamos creando una plataforma con gente de todos los países para buscar soluciones, para luchar juntos, para intercambiar información e ideas.
¿Por qué escogió el sida entre todos los problemas que hay en el mundo?El sida me ha buscado a mí, yo no he buscado el sida. En mis viajes siempre me he topado con él.
Tengo 50 años.Nací y vivo en Wolfsburgo (Alemania).Vivo en pareja y tengo una hija.Soy mecánico y actualmente jefe de la expedición Mover el Mundo.Hay demasiadas mentiras en la política.Fui católico y sigo creyendo en Dios, pero Dios y la Iglesia son dos cosas distintas.Europeodel añoLa vida sin sentido le llevó a la obesidad; la obesidad, a participar en eventos deportivos extremos por el mundo, y ver la realidad le llevó a comprometerse. Vio los efectos devastadores del sida en el sur de África, en las casas de la muerte de Manila, en las casas de ex prostitutas forzadas de Nepal..., y lleva diez años organizando expediciones de sensibilización sobre el sida. Está previsto que la expediciónMove the World(Mover el Mundo), que partió el 19 de abril de Vancouver, llegue mañana a Australia. Ha recorrido el mundo en furgoneta para recaudar fondos, encontrar cinco millones de personas que quieran dar su cara, una frase sobre el problema del sida y un euro (www.waae.de).Nací en la ciudad Volkswagen. ¿...?
En Wolfsburgo, donde viven 30.000 personas, cada niño que nace está destinado a trabajar en esa fabrica de coches en la que trabajan 50.000 personas. En el colegio ya te preparan para entrar en esa empresa.
¿Y quería ser mecánico?No me lo planteé, allí trabajó mi padre y allí trabajaba yo desde los 17 años.
¿Se rebeló contra su destino?Al principio no, porque quería ahorrar para comprarme el coche y el piso. Combatía el aburrimiento a base de cerveza y comida, llegué a pesar 125 kilos. A los 30 años quería algo más en la vida, quería cambiar.
¿Y qué hizo?De entrada, adelgazar. Decidí hacer deporte pese a que la gente no suele animarte mucho: "No lo conseguirás", me insistían, así que me lo tomé como un reto. Me apunté a un maratón, tenía cuatro meses para prepararme, bajé 50 kilos y pude correrlo.
Un gran logro personal.Me di cuenta de que si me planteaba un objetivo y luchaba por él, podía conseguirlo. A partir de entonces mis vacaciones consistieron en correr maratones por el mundo y organizar expediciones de deporte.
¿Viajar le cambió?Totalmente, estaba ávido de conocer mundo, de convivir con otras culturas, y empecé a ver los problemas del mundo. En 1999 fui a Filipinas y vi a todas esas niñas prostituidas, al año siguiente lo vi en Nepal. Me informé: habían secuestrado a 250.000 niñas y el 90% de las que consiguieron volver tenían el sida. Allí a donde iba tropezaba con el sida, hasta el día que decidí hacer algo.
¿Qué día fue ese?En Manila vi un pequeño garaje y entré. Estaba en penumbra y me vino un hedor a podrido espantoso. Cuando los ojos se me acostumbraron a la penumbra vi gente tumbada en el suelo entre pequeñas furgonetas sobre las que había bolsas que pensaba llenas de basura, pero eran muertos.
Qué horror.Sobre el suelo también había muertos junto a los vivos o los casi muertos, apiñados, sobre sus propios excrementos, debían de ser unas 30 personas. Les pregunté qué les pasaba, pero nadie pudo contestarme. Salí a la calle horrorizado para preguntar qué pasaba ahí dentro y me dijeron que tenían sida.
Entiendo ahora que haya dedicado su vida a esa causa.La población ni se acercaba, tienen terror al sida. Cuando volví a Alemania, comencé a informarme, visité a especialistas, fui a la universidad a intentar recoger datos sobre el sida en el mundo, pero como mecánico no era fácil conseguir esa información.
¿Por qué?No lo sé, debían de considerar que hablar conmigo era perder el tiempo. Así que decidí hacer algo yo mismo, luchar contra el sida a través del deporte.
Y ya lleva nueve expediciones.Intentamos concienciar a la gente en países que le dan la espalda a esta pandemia. Lo hacemos a través del deporte de aventura, porque si vas de normal nadie está interesado en esta enfermedad maldita, pero una expedición deportiva te abre puertas.
Somos muy raros los humanos.Hacemos campañas de concienciación en Alemania para captar donaciones, y sobre todo damos mucha información a los jóvenes. La primera expedición la hice en el 2001, un París-Dakar en bicicleta.
En Mozambique acabó en la cárcel.Sí, por entregar octavillas que prevenían contra la enfermedad. Comprendí que es muy difícil luchar contra una enfermedad rodeada de mitos y condicionamientos morales. De hecho, si luchas contra el sida también te estigmatizan a ti: la gente piensa que yo también lo padezco.
¿Y cómo reaccionan?Muchos amigos se apartaron de mí. Hasta mis padres se distanciaron: "Si luchas por defender a prostitutas y drogadictos es porque formas parte de su mundo", me decían. Entendí lo sola que se puede sentir una persona con esta enfermedad.
Esta lucha le ha transformado.Sí, he vivido cosas muy fuertes. En el 2003 una niña con sida murió en mis brazos. Son momentos que no desearías a nadie, pero a la vez me dan motivos para luchar con más fuerza y dedicarle mi vida a esta causa.
¿Algo positivo?En el 2003 Volkswagen decidió colaborar y nombrarme embajador en el mundo de la lucha contra el sida, así dejé de ser mecánico, pero no fue fácil. En el 2008 dejé de trabajar para ellos y ahora soy independiente.
Ha cruzado 6.500 km de Sáhara en bicicleta, ha subido montañas...Y ahora finalizamos la vuelta al mundo en coche. Colaboran unas cuatro mil personas de todos los países y nadie gana dinero.
Pero recogen millones de euros.Sí, que repartimos a organizaciones contra el sida en todos los países que lo necesitan. En África hemos construido varias casas para niños con sida y estamos creando una plataforma con gente de todos los países para buscar soluciones, para luchar juntos, para intercambiar información e ideas.
¿Por qué escogió el sida entre todos los problemas que hay en el mundo?El sida me ha buscado a mí, yo no he buscado el sida. En mis viajes siempre me he topado con él.