Personalmente pensaba que la duración de la actividad iba a ser menor, pero claro no había considerado todas las contingencias acaecidas en un grupo de 24 ciclistas: caídas, salidas de cadena, ajustes de bicicletas, etc.Pero todas esas tardanzas se compensaron con la no necesidad de pedalear en la mayor parte del trayecto, ya que el mismo discurre todo de bajada.Así que la actividad se convirtió en un slow-cicloturismo, donde cómodamente disfrutamos del entorno, hasta llegar a Navajas.Dispusimos además de un guía, Juan, que participó en la conversión de la antigua vía de ferrocarril en Vía Verde, y que nos amenizó el trayecto con paradas en una Carrasca centenaria, en bunkers de guerra, etc.




Para completar un día redondo fuimos a comer al área recreativa del Salto de la Novia, donde hemos de recordar que éste no hace referencia al salto de agua, sino a una poza donde en el pasado saltaban los novios para alcanzar amor eterno, y donde según cuenta la leyenda una novia resbaló y cayó al agua, y el novio se lanzó al agua a salvarla, pero los dos quedaron atrapados por un remolino de agua y murieron ahogados.
Leyendas aparte, los niños se lo pasaron genial.
Y para todos nosotros fue un día distinto e inolvidable.