Si tuviera que elegir un momento del día sería el atardecer.
La luz se convierte en protagonista, domina el cielo y disfraza el horizonte con colores no solo imposibles sino también fugaces. Muere el día. Y esa pequeña muerte diaria suele dejar una brizna de nostalgia en el ánimo de quien la contempla. Quizá por ello hay atardeceres que son difíciles de olvidar, que acuden a veces a la mente sin querer, cuyo recuerdo nos transporta de manera inmediata al lugar del mundo donde lo vimos.
Aquí os dejamos algunas de las puestas de sol que se pasean de vez en cuando por nuestra memoria:
Botswana:
Cualquiera que haya viajado por África coincidirá con que es un paraíso de los atardeceres. Tiene una luz especial. Así lo demuestra esta foto tomada en la Reserva Natural de Moremi en Botswana, donde una diligente jirafa accedió a prestarse como modelo.
Un sol deslumbrante se despedía de nosotros minutos antes de esconderse en el Parque Nacional de Chobe. Desde la barca que nos devolvía a Kasane contemplamos el espectáculo rodeados de elefantes e hipopótamos.
Namibia:
El Parque Nacional de Etosha es un lugar perfecto para ir de safari con tu propio 4×4. Lo malo es que, por seguridad, los campings que hay dentro del parque cierran sus puertas justo cuando cae el sol. Un par de minutos antes pudimos disfrutar esta vista.
Filipinas:
Casi todos los días, las islas paradisíacas de Filipinas nos regalaban un atardecer especial. Pero el más bonito de todos, sin duda, fue el que presenciamos en Siquijor. No sé muy bien si lo recordamos con tanto cariño por los colores con que se maquilló el horizonte o por la buena compañía con la que lo disfrutamos.
Alaska:
Durante más de tres semanas, nunca vimos la luna en Alaska. Misión difícil si viajas en junio cuando hay casi 24 horas de luz. Aun así, ya nuestra segunda madrugada nos deleitamos la vista con el Sol de Medianoche, como esté de Seward, lo más parecido a un atardecer.
Nueva York:
No solo los últimos rayos de sol pintan los paisajes, también se esmeran, y mucho, en las ciudades. Desde un velero, vimos una de las puestas de sol más bonitas que recordamos. Toda una experiencia que recomendamos para descubrir Nueva York desde otro punto de vista.
Hong Kong:
Otro ejemplo de que en las grandes ciudades también se pueden disfrutar los últimos momentos del día fue Hong Kong. En la bahía Victoria, junto al puerto más grande de toda Asia, se escondía el sol amparado por los rascacielos.
Costa Rica:
No éramos los únicos aquella tarde contemplando la puesta de sol en el Lago Arenal, justo al lado del inmenso volcán activo que lleva el mismo nombre. Decenas de personas acuden allí con sus sillas y cervezas para asistir al espectáculo.
Hay muchos más atardeceres que quisiéramos compartir pero cuyas instantáneas hemos perdido por el camino. Roma o Egipto, por ejemplo, tienen también un lugar especial en cajón de nuestras puestas de sol. ¿Cuáles son las tuyas?