Nuestra vida está llena de grandes contrastes que nos hacen replantearnos con frecuencia el sentido de nuestra existencia. Días de felicidad infinita donde pareces pintar de colores el paisaje de tu vida y otros en los que todo parece salirte mal y se convierten en una cadena de acontecimientos negativos, que desearías borrar de tu vida en un solo segundo.
Seguro que alguna vez te ha sucedido que, un día cualquiera, de una semana cualquiera del año, no importa cuál, estás en la sala de espera de un aeropuerto, a punto de emprender un viaje maravilloso que llevas tiempo planeando y miras sin cesar la pantalla de salidas de los vuelos, esperando que se anuncie tu puerta de embarque para dirigirte con rapidez al avión que te llevará al destino de tus sueños. Para mí, el viaje comienza desde el momento en el que me subo al metro y me dirijo ilusionada al aeropuerto, pasando por el tiempo que paso en la terminal mirando los escaparates de las tiendas, hasta las horas que estás sentado en el avión leyendo un libro, viendo una película o simplemente sin hacer nada, disfrutando del viaje, mientras miras las nubes por la ventana e imaginas que eres el protagonista de tus sueños o bien escuchando la música de los grupos de los que solías ser fan cuando eras adolescente y cuya melodía te lleva a viajar a través del tiempo, a aquellos maravillosos años en los que la existencia de toda persona joven parece ajena a las preocupaciones que rodean la vida de cualquier persona adulta y aún ves el mundo con la magia e inocencia con la que todos los seres humanos nacemos y que, con el paso del tiempo, se va apagando poco a poco, hasta dejar de existir.
Imagina que este viaje sucede una semana y a la semana siguiente a esa misma hora, te encuentras en la sala de urgencias de un hospital, rodeado de personas desconocidas pero todas ellas con algo en común, el hecho de no sentirse bien. La pantalla de salidas de los vuelos ha sido sustituida por una pantalla de avisos a los pacientes, llena de grandes letras y números que parecen no significar nada, pero que en realidad se corresponden con la identidad de cada persona. Tus compañeros de viaje son reemplazados por pacientes, cuyas caras de incertidumbre y preocupación te llevan de vuelta a la dura realidad y al hecho de preguntarte, una vez más, cuál es el significado de tu vida y por qué te encuentras allí y no en otro lugar.
Esto me ha sucedido hoy a mí, después de una semana de vacaciones en un lugar al que siempre deseo regresar, he pasado 8 horas en la sala de urgencias de un hospital, las mismas horas que dura el vuelo que me lleva a mi rincón favorito del universo, pero en este caso, con un aterrizaje de emergencias forzoso y con el vuelo cancelado. De repente, todos tus sueños e ilusiones se apagan y dan paso a momentos de incertidumbre y tristeza. Miras a las personas que hay a tu alrededor buscando una mirada de complicidad y ves reflejados en sus ojos la misma sensación de pesar y temor por la que estás atravesando tú, ante el hecho de no saber qué sucede dentro de tí o si recuperarás tu bienestar.
Sin embargo, de toda experiencia puedes sacar el lado positivo. Hoy he conocido a personas que se encuentran en situaciones mucho más difíciles y complicadas que la mía, que tengo un simple y persistente dolor de estómago debido a una gastritis aguda, y ni siquiera este hecho, les hace perder la sonrisa. De este día tan largo en el que no podía abandonar la sala de urgencias del hospital aunque quisiera, siempre quedará grabado en mi corazón el rostro sonriente y los hermosos ojos de una chica joven, que, sin perder la sonrisa un solo segundo, nos entretenía a los allí presentes contándonos su historia y afirmando sin dolor ni temor, que tiene un tumor cerebral, le han operado cuatro veces y está a punto de ser ingresada de nuevo para volver a pasar por quirófano. Entonces me he dado cuenta de lo egoístas que podemos llegar a ser los seres humanos, centrando nuestras preocupaciones en pequeñas y banales tonterías de la actualidad cotidiana, en lugar de celebrar la vida cada día, porque en realidad, somos afortunados por el mero hecho de tener buena salud y sin embargo no lo apreciamos y pensamos que siempre nos falta algo para ser feliz, cuando somos poseedores de lo más importante, un tesoro que no podrías pagar con todo el oro del mundo y sin embargo te pertenece y es tuyo.
La vitalidad y el buen estado de ánimo de esta joven que he conocido en el hospital, a pesar de su situación adversa y de que su vida corre peligro, me ha hecho sentir una inyección de moral positiva y pensar que, aunque a veces todo parece salirnos del revés y en una misma semana puedes tener un problema gordo de salud, te puede salir ardiendo el horno de tu casa, puedes perder tu empleo y se te puede averiar el coche ocasionándote un gasto enorme, a pesar de todo eso, no puedes perder la sonrisa, ni pensar que la mala suerte te acompaña o que has comenzado el año con mal pie. No, no puedes pensarlo, porque recuerda, somos lo que pensamos y si piensas en negativo atraerás más circunstancias negativas a tu vida. Lo creas o no, es así, porque a todos nos ha sucedido. Cuando entras en una espiral de cosas negativas y las alimentas, todo parece ir de mal en peor en tu vida, convirtiéndose en una verdadera pesadilla.
Por eso debes aprender a ser paciente y a desarrollar la escucha activa. La escucha activa consiste en una forma de comunicación que demuestra al hablante que el oyente le ha entendido. Sin embargo, en este caso la escucha activa se desarrollará con nosotros mismos, porque el hablante eres tú y el oyente al que te diriges también eres tú, lo que significa que debemos prestarnos atención a nosotros mismos, a nuestros pensamientos y revisar nuestras creencias para cambiar aquellas pautas negativas que te hacen incidir una y otra vez en un comportamiento autodestructivo con tu propia persona. Esto se consigue estando de acuerdo contigo mismo, respetando tus silencios, para hacer aquello que piensas y sientes, sin contradecirte a ti mismo, cosa que nos sucede con frecuencia, motivo por el cuál nos suelen salir mal las cosas, porque hacemos justamente lo contrario a lo que desearíamos hacer, entrando en conflicto con nuestras convicciones internas.
No te distraigas, no te juzgues a tí mismo, no rechaces tus emociones, tan sólo escucha lo que sientes, como si oyeras el fluir de la corriente de un río y así fluirá tu vida, en paz y armonía con tu propio ser.
Nunca podrás comprender a los demás, si antes no te comprendes a tí mismo. Nunca podrás querer a nadie, si antes no te quieres a tí mismo. Crea un clima de confianza con tu propia persona, trabajando en tu actitud y autoestima y conviértete en tu mejor amigo, conociendo tu forma de ser y sentir y desarrollando las habilidades que deseas para tí, así podrás emprender el viaje que anhelas, llevando el equipaje que tú mismo has elegido y no aquel que la vida carga pesadamente sobre tus hombros.
Puede que tu diario existir te lleve unos días al paraíso y vivas experiencias inolvidables y otros a un lugar que desearías borrar del mapa de tu memoria, pero si quieres comprender el secreto de la verdadera felicidad, te darás cuenta que, en realidad no hay secretos y que todo depende de ti. No siempre puedes elegir los lugares por los que viajarás a lo largo de tu vida, pero sí forma parte de tu elección, el decidir la actitud con la que deseas emprender cada viaje y la aptitudes que desarrollarás para enfrentarte con cada experiencia y llenar tu maleta de energía positiva, autoestima, ilusiones y sueños.
De tí depende que en un día gris de tormenta puedas ver brillar el arcoiris y consigas llegar al camino que deseas transitar en la vida, si, con independencia de cualquier circunstancia que te suceda, nunca dejas de sonreír ni de creer en la magia que reside dentro de tí.
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