Revista Coaching

Viajar a capitales cada vez me aburre más…

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

VIAJAR A CAPITALES CADA VEZ  ME ABURRE MÁS…Viajar a capitales cada vez me aburre más y no por haber perdido mi infatigable curiosidad por las cosas, pero resulta que ahora casi todo lo que veo me parece casi igual.

Allá por los años sesenta, me acuerdo de niño que cualquier desplazamiento con mis padres resultaba ser una fuente de sorpresa continua para mis ojos por las diferencias encontradas en el paisaje y el paisanaje, todo distinto a lo que yo tenía por habitual. No digamos ya los viajes anuales a Segovia para veranear, ciudad que me parecía de otro mundo por sus costumbres, sus casas, sus bares, sus comercios, sus trajes y hasta su hablar. A los 15 años fui con una excursión escolar a Andorra y aquello me pareció el colmo de la sofisticación y la modernidad. De aquel entonces, los recuerdos de mis viajes son muy de memoria, pues la fotografía tenía su coste y se reservaba para ocasiones más principales en las que gastar un par de carretes que, claro, luego había que llevar a revelar.

Al hacerme adulto y prosperar aprovechando la mejora del nivel de vida que en España fue general, me aficioné a viajar a las grandes capitales del mundo occidental para conocer cuál sería el futuro de una Valencia todavía provinciana y que no terminaba de despegar. Paris, Londres, Roma, Munich, Nueva York, Viena, Ginebra, Lisboa, Milán y tantas otras más que ayer me maravillaban y hoy todas me parecen bastante igual (solo algunos edificios y ciertos museos las vienen a apellidar). Las mismas tiendas, cafeterías, cines, vestimentas, ademanes y hasta el idioma inglés, que gobierna en su universalidad. Caminar por la calle Serrano de Madrid es hacerlo por la 5ª de Nueva York, la de los Campos Elíseos de Paris, Oxford Street de Londres, Vía del Corso de Roma o Vittorio Emanuele de Milán. Es evidente que ya no se viaja para ver, comprar y sorprender a los demás. Ahora, para la mayoría, lo original ya es lo usual (incluso para una minoría acaudalada esto también es más o menos igual) y el viajar se reduce más o menos a marcar nuestra presencia en las ciudades que protagonizan el cine o la televisión y así no ser menos que los demás.

El mundo desarrollado se está homogeneizando hasta un nivel total por esa globalidad comercial que muchos países desean para aspirar a más, pero otros condenan porque les resta los privilegios de exclusividad que hasta ahora han venido a disfrutar.

Ante esta realidad cabe la posibilidad de viajar al mundo no desarrollado para buscar exóticas culturas diferentes y contrastar. Yo ya lo hice y confieso que ya no me llega a compensar conocer formas de vida que, en mi lugar de residencia, nunca se darán. Porque yo no viajo para compararme con quien lo está pasando mal, sino para conocerme más y aprender a vivir en mi tiempo y en mi ciudad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro


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