Viajar es un concepto que incluso en esta sociedad de consumo desmesurado se ha transformado en un producto más, según el destino de mayor o menor lujo. Toda una desgracia porque es probable que el viaje que más necesitemos sea interior, mirarnos a las entrañas, reconocernos, recordarnos quienes éramos antes de toda la vorágine que nos consume la vida a diario. Aún así siempre he defendido que es necesario viajar, pero en el concepto de alejarnos de nuestro transitar cotidiano; y si, metiendo kilómetros de por medio a nuestra realidad cercana.
Además hay determinados viajes, como el que realicé hace 7 años a Cuba, que no solo te trasladan a otra realidad. Sin exagerar también supone un retorno al pasado, un poco denostado hoy en día, pero pasado al fin y al cabo. Máxime sabiendo que esa isla y su actual forma de vida tiene fecha de caducidad; pronto parece que dejará de ser lo que era para convertirse en un destino más. Lejos de romanticismos literarios, políticos y de la mitificada Revolución, ese país, su gente, se mantiene por obligación en una escalera de la convivencia y del entramado social que nosotros perdimos hace mucho, en ocasiones para mal, para estar más deshumanizados.
Y si quieren podemos hablar de justicia social, de subdesarrollismo en lo económico, en la adquisición de bienes de consumo… pero ahora mismo, que además el 11 S acaba de pasar en su décimo aniversario ante nosotros, me río yo de la justicia en términos mundiales. Mucho más al recordar la frase esencial de mister Obama, tras la muerte de Osama Bin Laden acribillado en una casa de Pakistán.. “se ha hecho justicia”. Pues más bien no, yo diría que se consumó una venganza pero eso no es hacer justicia.