Una de las cosas más irritantes que existen es que la tomen a una por tonta. Todavía más irritante resulta ver cómo esa tomadura de pelo se hace extensiva a toda la sociedad y nadie parece darse cuenta. De ahí que sienta la imperiosa necesidad de alzar mi voz contra los anuncios de esa entidad llamada Meta, que no queda muy claro en qué consiste, pero que nos promete un futuro lleno de cosas maravillosas (siempre que previamente compremos sus productos, no especialmente baratos). Entre esas maravillas que el "metaverso" -es decir, la realidad virtual- nos traerá se encuentra -dicen ellos- la posibilidad de viajar en el tiempo. Argumentan que de este modo los estudiantes podrán asistir a escenas de la historia como si hubiesen estado allí.
Bueno, pues tengo malas noticias para ustedes: tal vez no lo saben, pero el pasado no existe. Los humanos vivimos estrictamente en el presente. Podemos recordar nuestro pasado, imaginar nuestro futuro, pero estamos anclados en el momento actual. Es más, el pasado que creemos recordar es simplemente una fabricación de nuestra memoria, que selecciona y a menudo tergiversa lo que realmente sucedió. Y si esto ocurre con aquellos episodios que hemos vivido en primera persona, para qué hablar de aquellos que no hemos vivido, ni presenciado. Como dice David Lowenthal en su ensayo El pasado es un país extraño, "Ningún informe histórico se corresponde nunca de modo preciso con ningún pasado real. No se puede recuperar la totalidad de ningún acontecimiento porque su contenido es prácticamente infinito... La mayor parte de la información en torno al pasado no se registró jamás y la mayoría del resto fue efímera." No es posible, por tanto, reconstruir el pasado; como mucho, podemos intentar hacer una burda aproximación a través de los fragmentos e informaciones que nos han llegado. Pero esta recreación nunca se corresponderá con lo que dicho pasado fue realmente. No me resisto a citar las palabras de Hilary Mantel -la gran novelista recientemente fallecida-, quien, en unas interesantes conferencias que dio sobre la relación entre historia y novela, decía lo siguiente respecto a la historia:
"Es lo que ha quedado en el cedazo cuando los siglos han pasado por él: unas cuantas piedras, retazos de escritura, retazos de tela. No es más “el pasado” de lo que un certificado de nacimiento es respecto a un nacimiento, o un guion respecto a una representación teatral, o un mapa respecto a un viaje. Es una multiplicidad de testimonios de testigos falibles e interesados, combinado con informaciones incompletas sobre acciones que las personas que las ejecutaban no entendían del todo."
Hilary Mantel
Así pues, suponer que gracias a Meta los estudiantes podrán viajar al pasado es una entelequia. Lo que verán, en el mejor de los casos, es lo que los programadores de Meta (o sus asesores históricos o quienquiera que se ocupe de eso) creen que es el pasado. La imagen que ilustra este engañoso anuncio es la de una escena que sin duda pretende evocar la antigüedad clásica (las personas vestidas con túnicas y mantos así lo hacen suponer), sobre las escalinatas de un posible templo griego, con sus columnas de mármol blanco. Así es como, al menos desde el Renacimiento, nos imaginamos que eran los templos de aquella época. Y así, imagino, será cómo los veremos en este prodigioso metaverso que nos espera. Sólo que los estudios más recientes indican que las columnas de los templos griegos, igual que sus frisos y estatuas, no eran blancas, sino que estaban pintadas de vivos colores. (De hecho, no es una absoluta novedad, ya el pintor del XIX Lawrence Alma-Tadema lo mostraba así en alguno de sus cuadros.) Vaya, que de viaje en el tiempo, nada de nada. Como mucho, nos ofrecen una especie de Disneyland del pasado.
Alma-Tadema, Fidias mostrando los frisos del Partenón
Además, lo de viajar en el tiempo ya está inventado y se puede hacer por una módica cantidad de dinero (o incluso gratis, visitando una biblioteca): leyendo un libro. ¿Que quieres transportarte a la Antigüedad clásica? Déjate de realidad virtual. Nada como una dosis de las Vidas paralelas de Plutarco. Y oigan, él tampoco estuvo allí (escribe durante el siglo I d.C., y las Vidas que recrea son de personajes que vivieron décadas, o incluso siglos, antes), pero sin duda reconstruye determinados momentos históricos mejor que toda la realidad virtual. Como dijo Carles Riba:
"Ningún lector de las Vidas paralelas olvidará jamás la fuga y asesinato de Pompeyo, los pasos de César desde la última noche hasta su muerte a los pies de la estatua del magno rival, la despedida de Casio y Bruto, la vela de este antes de Filipos, el espectáculo de Antonio, vencido y herido, izado a la torre inaccesible de Cleopatra, que le aguarda para morir, el encuentro de Coriolano y su madre, la captura y muerte de Filopemen, el suicidio de Catón en un amanecer lleno de pájaros, la angustiosa huida de Cicerón, el suplicio de Agis, su abuela y su madre, y la escena, que se empareja con esta, del suicidio colectivo de Cleómenes y sus compañeros, seguido de los horrores de la venganza egipcia en sus deudos inocentes, pero también espartanamente heroicos..."