Los atardeceres tienen un lenguaje propio. Nos quedamos ante ellos, contemplándolos, como esperando que suceda algo más. Viajamos por muchas razones, pero también porque queremos verlos, porque los atardeceres tienen emociones escondidas y nos despiertan algo. Me gusta buscarlos y mirarlos; no se sienten igual desde la cima de una montaña, que a la orilla del mar o desde la azotea de un edificio, o la quietud de un puente en el medio de una gran ciudad. Dejo aquí algunos de esos que me han hecho reír de alegría, como el de Atlanta; aplaudir a rabiar como el de Ipanema o quedarme sin palabras como ese de Puerto La Cruz, en Venezuela. Siempre habrá un atardecer y yo querré volver a ellos, sin remedio.
Nueva York, Estados Unidos
Lake Lanier, Atlanta
Madrid, España
Ipanema, Río de Janeiro
El llano, Venezuela
Orlando, Estados Unidos
Los Roques, Venezuela
Puerto La Cruz, Venezuela
Lake Lanier, Atlanta
Miami, Estados Unidos
Río Caura, Venezuela
Atlanta, Estados Unidos
Los Roques, Venezuela
Ipanema, Río de Janeiro
Morrocoy, Venezuela
Miami, Estados Unidos
Parque Nacional Canaima, Venezuela
Ciudad Bolívar, Venezuela
Madrid, España
Aranjuez, España
El llano, Venezuela
