Hoy por hoy, lo tengo clarísimo.
Por aquel entonces, la variedad de motivos de vinilos y paredes comenzó a invadir cada vez más las estanterías y secciones de las tiendas de decoración y los centros de bricolaje.
Podía pasarme horas mirando y remirando, que no había manera. Apartando unos, desechando otros, para luego volver a mirarlos, reconsiderarlos, imaginármelos en la pared... El miedo a aburrirme, a que el elegido determinara una línea de decoración que quizá no quería hacer extensiva al resto de la estancia, en mi caso, el salón-cocina-comedor, demasiados ambientes implicados para que un mal motivo de pared se impusiera por un error de elección.
Y lo mismo me ocurre con los cuadros, imagina, ¡dramón decorativo! sobre todo si voy acompañada, ponerme a elegir pone a prueba cualquier relación de amistad. Pero hoy en día lo tendría más que claro, cristalino, la clave está en los MAPAS
Esa sensación de fijar la mirada en un punto geográfico cualquiera y dejar volar la imaginación. Pensar cómo sería pasar unas vacaciones ahí o una vida. Tomar el café, el desayuno, la merienda o una cena entre amigos viajando por el mundo suena genial, ¿a que sí?
La variedad de colores de la mayoría de los mapas hace que se integren perfectamente con la decoración. En cualquier caso, siempre tendremos las opciones más minimalistas, en blanco y negro o aquéllas con el simple contorno del mapamundi o los continentes y países diferenciados solo por una gama de colores.
En papel, vinilo o dentro de un gran cuadro. Con gran capacidad de adaptación a casi todos los estilos decorativos. Para salones, comedores, cocinas, recibidores y muy socorrido para habitaciones de adolescentes e incluso bebés.
Si como yo, te lías con tanta variedad, apuesta por el mapa del mundo y déjate llevar.
Un abrazo,