Este era un viaje que tenía pendiente desde hacía muchos años. Había estado antes en Amsterdam, pero fue casi de pasada, en un viaje organizado que hice en 1999 a Francia, Bélgica y los Países Bajos durante diez días. En aquel viaje sólo pasamos una tarde en Amsterdam, y al día siguiente por la mañana hicimos una visita relámpago a dos pueblecitos típicos (con sus molinos, zuecos y quesos). Apenas recordaba nada de Amsterdam, ya que sólo dimos una vueltecilla para ver los canales y la plaza Dam. Desde entonces me prometí que tenía que volver para explorarlo en profundidad y comprobar si realmente se merece su fama como ciudad bonita, cosmopolita y divertida.
¿Quién no ha visitado Amsterdam alguna vez? Sin duda es una de las ciudades más turísticas de Europa, quizás por dos razones que la han hecho famosa: las drogas y el sexo (o la prostitución), que allí son legales. Pero yo no iba allí por esos motivos (no me malinterpretéis); a mí siempre me ha atraído como ciudad “verde” que ha conseguido con éxito sustituir en gran parte los coches por bicis. De hecho la bici es la mejor manera de moverse por la ciudad, y también la más barata, teniendo en cuenta los elevados precios del transporte público. Además me encantan los canales y los verdes parques, los edificios históricos y las callecitas llenas de encanto; es sin duda, una ciudad muy estética.
Amsterdam es la capital de Holanda o Países Bajos, y es la ciudad más grande del país. Cuenta con una población urbana de 1.364.422 habitantes, aunque la población metropolitana es todavía mayor. Fue fundada en el S. XII como un pequeño pueblo pesquero, a orillas del río Amstel. El centro histórico de la ciudad fue construido principalmente en el S. XVII, con una serie de canales semicirculares alrededor. Estos canales han hecho que se la conozca como la “Venecia del Norte”.
Viaje en autobús a Amsterdam (12 de septiembre)
Cuando quise comprar mi vuelo a Amsterdam, los precios ya habían subido mucho, así que tuve que mirar la opción del autobús. Decicí coger un autobús de la compañía Megabus en Edimburgo que tardaba 20 horas en llegar a Amsterdam. El precio del billete fue de 25 libras (unos 28€) sólo ida, bastante más barato que el avión. Como iba a hacer este viaje con mi amiga Marisa, teníamos que cuadrar fechas y nos costó ponernos de acuerdo, por eso se nos echó el tiempo encima (no tomamos la decisión definitiva hasta tres semanas antes del viaje). La vuelta sería en avión y volaría a Madrid con Marisa (iba a pasar una semana de vacaciones en España antes de regresar a Edimburgo).
El autobús pasó primero por Newcastle (ciudad en la que ya había vivido antes, en el 2001, de la que hablo en este post del blog: Gran Bretaña 2001) y luego fue pasando por otras ciudades como Leeds y Sheffield, hasta llegar a Londres. Llegamos un poco más tarde de lo previsto y los que íbamos a Amsterdam tuvimos que salir corriendo para coger el siguiente autobús (siempre se cambiaba de autobús en la estación de Victoria). Para el otro autobús era curioso, había que facturar, como en los aviones. Una vez conseguí mi tarjeta de embarque, me subí al autobús, preparada para comenzar la segunda parte del viaje, que duraría unas 10 horas. La verdad que ya estaba cansada de la primera parte, se me hizo muy pesado y aburrido, y para colmo se me había acabado la batería del mp3 al poco tiempo de salir. Como ahora era de noche, pensaba pasarme el viaje durmiendo y así enterarme lo menos posible.
Curiosamente no fue así, ya que esta vez tuve suerte y me tocó un compañero de viaje amigable que me dio conversación. Se trataba de un joven indio que acababa de terminar su máster en ingeniería aeronáutica, y que iba a Bruselas (por la que pasaríamos antes de llegar a Amsterdam) a hacer unas gestiones (había hecho unas prácticas allí como parte del máster). El chico se llama Utsav, y a día de hoy todavía nos escribimos para contarnos qué tal nos va todo, así que nos hicimos amigos. Claro, tantas horas de viaje dieron para mucha conversación, y además descubrimos que teníamos cosas en común como el yoga y la meditación.
Después de unas tres horas (o más, no estoy segura), llegamos a Dover, lugar donde íbamos a coger el ferry para cruzar el mar que nos separaba del resto del continente. Tuvimos que esperar bastante a que llegara el próximo ferry, casi una hora. Allí aproveché para recargar mi mp3 en el portátil de Utsav, y de paso él me grabó mucha música espiritual india (también él se grabó algo de mi música). La verdad que me alegré de conocer a este chico y así llevarme una impresión distinta de los indios (tuve alguna que otra decepción con los indios de Londres, no voy a entrar en detalles).
Cuando llegamos a Bruselas, Utsav se bajó, y yo seguí mi viaje sola, aunque ya sólo me quedaban unas cuatro horas (de nuevo no estoy segura de la duración). Enseguida amaneció y ya no conseguí dormir; me quedé mirando los verdes campos por la ventana mientras escuchaba música. Ahora sí que notaba el cansancio, sólo quería llegar a Amsterdam y meterme en la cama a dormir.
Llegada a Amsterdam (13 de septiembre)
Por fin llegamos y el autobús nos dejó en una especie de parking muy alejado de la ciudad (no sé por qué no iba a una estación de autobuses normal). Allí había que coger un tranvía para ir al centro. Me tuve que colar porque sólo llevaba libras encima (me olvidé de cambiar a euros antes de salir), pero os digo que no es fácil colarse en los tranvías de Amsterdam porque casi siempre hay una taquilla nada más entrar con un señor que vende los billetes. Yo tuve suerte que entró tanta gente de golpe (casi todos los que veníamos en el autobús) que pude pasar desapercibida. Si no, no sé que habría hecho, ya que estábamos en medio de la nada y allí no había para cambiar dinero.
Cuando llegué a Central Station (estación de tren principal en Amsterdam), lo primero que hice fue buscar una casa de cambio. Pregunté primero en la estación de tren pero cobraban comisión. Me puse a andar por la calle principal y pregunté en algunas que me encontré, cada una ofrecía distintas tasas. Cambié el dinero en la que mejor me salí el cambio, y a continuación busqué el tranvía que me llevaría a la casa de mi primer couchsurfer. Tengo que decir que encontrar couchsurfers que me alojaran en Amsterdam fue de lo más difícil. Tuve que escribir unas treinta solicitudes y casi todos me decían que ya tenían reservado el “couch” o que no podían por lo que fuera. En el último minuto (vamos, el día antes de salir de viaje) uno me dijo que podía alojarnos los dos primeros días, pero nada más. Luego encontré a otro para los dos últimos días, aunque este vivía en un pueblo cercano, no en Amsterdam. Me faltaba a alguien para el día de en medio, a ver si tenía suerte y alguien me contestaba.
Tardé un poco en llegar a la casa del couchsurfer porque me pasé de parada. Aunque ponían los nombres de las paradas en las pantallas del tranvía, había que estar muy pendientes porque son palabras largas y difíciles de leer. No tuve más remedio que bajarme del tranvía y cogerlo en dirección contraria. Afortunadamente no me costó mucho encontrar la casa (gracias a las instrucciones que me había enviado el couchsurfer por email).
El couchsurfer no estaba en casa porque se había ido a trabajar, pero su novia se había quedado a esperarme y me dio la bienvenida. La casa era pequeña pero muy bonita, y lo mejor era el precioso jardín que tenía, todo un paraíso.
Después de desayunar y hablar un rato con la holandesa que me recibió, me fui a dormir en una cama que me habían preparado en el salón. Estaba ya al límite de mis fuerzas y no había nada en el mundo que quisiera más en ese momento que dormir. La holandesa se marchó poco después a trabajar y me dejó las llaves.
Más tarde llegó el couchsurfer, que se llamaba Meno, un hombre de cuarenta y tantos años, que había vivido en muchos países y viajado mucho. Ya con sólo ver su casa, con toda la decoración y cosas que tenía, pude darme cuenta de que no era una persona cualquiera. Ahora estaba más establecido en Amsterdam, de donde es originariamente, y se dedicaba sobre todo a hacer tambores y a tocar en un grupo de música étnica, aparte de otros trabajillos que tenía aquí y allá. Se volvió a marchar porque tenía otro trabajo que hacer y yo me fui a hacer una compra al supermercado ya que tenía mucha hambre.
A eso de las 8 de la tarde, llegaba mi amiga Marisa de España, y yo iba a buscarla a Central Station. Ella cogió un vuelo a Amsterdam (eligió la opción cómoda, je, je) y un tren del aeropuerto al centro. Fue una alegría encontrarme con ella; esta es una amiga que ha compartido muchos viajes conmigo, siendo este el octavo viaje juntas. Hacía dos meses que no nos veíamos, así que teníamos muchas cosas que contarnos. Después de dejar sus cosas en casa de Meno, fuimos a cenar algo mientras planificábamos las visitas de los próximos días con nuestra inseparable guía de Lonely Planet. Teníamos cinco días en total, aunque el último día no estaríamos en Amsterdam.
Día 1: Recorrido a pie en Amsterdam (14 de septiembre)
Salimos un poco tarde de casa. Teníamos la idea de alquilar una bici pero preguntamos en algunos sitios y era más caro de lo que nos dijo Meno (según él, podíamos encontrar bicis por 7€ el día completo, pero nada más lejos de la realidad). Al final decidimos dejarlo para el día siguiente así que hoy sólo íbamos a visitar sitios caminando.
Comenzamos en el famoso barrio de Jordaan, ya que era lo que más cerca quedaba de la casa de Meno. Primero nos encontramos con la Casa de Ana Frank, y la estatua de la niña que podéis ver en esta foto. Había una cola tremenda para entrar a verla, así que decidimos dejar esta visita para otro día.
Cada viernes a la 1 de la tarde podéis asistir a un concierto de órgano gratuito en esa iglesia. Nosotras lo sabíamos pero se nos pasó la hora y llegamos justo al terminar, vaya fallo.
Seguimos caminando por los canales, y aunque queríamos visitar algunos edificios que recomendaba la guía, terminamos dejándonos llevar sin rumbo fijo.
Nos hicimos la foto de rigor junto al canal, como no podía ser menos.
Seguimos caminando y llegamos a Spuistraat, una calle que nos encantó.
De ahí llegamos a Magna Plaza, un centro comercial que está dentro de un edificio antiguo de tres plantas que no pasa desapercibido. Allí estuvimos comiendo y reponiendo fuerzas antes de continuar con nuestro recorrido.Tras el descanso, seguimos caminando con la idea de adentrarnos en el casco histórico de la ciudad.
Por la tarde fuimos a la Plaza Dam. Se trata de la plaza más importante de Amsterdam y es el lugar en torno al cual fue creada la ciudad.Se encuentra rodeada de monumentos y edificios históricos como el Monumento Nacional (un obelisco de 22 m de altura en homenaje a los soldados holandeses caídos en la Segunda Guerra Mundial) y el Palacio Real (data del S. XVII y actualmente es sede de diversos actos oficiales). Después caminamos por la calle comercial de Amsterdam, Kalverstraat.
Pasamos por esta curiosa tienda de jabones que llamó nuestra atención, así que no resistimos la tentación y entramos a mirar.
Nuestro siguiente objetivo era llegar hasta otro de los lugares recomendados por la Lonely Planet: Begijnhof, lugar donde vivieron las beguinas en Amsterdam.
Las beguinas eran mujeres que se dedicaban a la oración y a la caridad, y algunas de ellas fueron muy cultas, llegando a escribir libros. Fue fundada en 1346 y hasta hace no mucho llegó a haber beguinas aquí. Hoy día, aunque ya no haya beguinas, viven sólo mujeres que en su mayoría son solteras o viudas. El patio con jardín está rodeado de 40 casas, con iglesia incluida (Engelse Kerk) del S. XIV.
En el jardín hay algunas esculturas y todo está cuidado hasta el mínimo detalle; sin duda es un lugar precioso, uno de los que más me gustó de la ciudad.
Y nos adentramos en pleno Barrio Rojo. No había muchas prostitutas en los escaparates, aún era temprano. Por allí estaba esta iglesia circular que nos llamó la atención que estuviera allí, o quizás ya no era iglesia.
Nos encontramos con este callejón que daba miedito. En la guía decía que era tan estrecho que sólo cabía una persona a la vez.
Caminamos junto al canal y pasamos junto al museo del sexo y sitios varios de espectáculos eróticos.
También había algunos coffee shops, algo que también ha dado fama a Amsterdam. Nosotras no entramos en ninguno de ellos, ya que no consumimos ningún tipo de droga (somos chicas sanas, todo hay que decirlo).
Nos marchamos de allí casi a las 12 con la idea de coger el tranvía hasta de que terminaran. Al día siguiente recorreríamos Amsterdam con la bici, que es lo suyo en una ciudad como esta, donde la mayor parte de la gente se desplaza en este medio de transporte. Lo que sí teníamos claro es que no volveríamos al barrio rojo, intentaríamos buscar marcha nocturna en otro sitio más normal.
Para terminar pongo un mapa del recorrido que hicimos ese día.
Próximamente…
Día 2: Recorrido en bici por Amsterdam (15 de septiembre)
Día 3: Visita al pueblecito de Zaanse Schans (16 de septiembre)
Día 4: Más recorrido en bici por Amsterdam (17 de septiembre)
Día 5: Estancia en Monnickendam y vuelta a España (18 de septiembre)
Según vaya publicando nuevos posts de este viaje, añadiré los enlaces correspondientes.
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