Revista Humor

Viaje a Bélgica: Gante y Brujas

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Tocaba desplazarse y el día se cubrió con dos ciudades rivales: Gante y Brujas. Las dos competían a nivel comercial hace siglos, aunque Gante ganó la carrera y eso se nota en la ciudad.

Es un auténtica joya, con edificios repletos de decoración, castillo, catedral y todo tipo de edificios civiles muy elaborados. La vimos bastante rápido con el guía, pero luego por fin nos dieron tiempo libre de verdad para volver y disfrutar de los sitios que más nos habían gustado o explorar otros nuevos.

Vimos, entre otras cosas, la plaza de la catedral; el ayuntamiento; los Muelles Graslei y Korenlei, donde hay varias casas de gremios; el Puente de San Miguel, con unas grandes vistas; el Castillo de los Condes de Flandes; la torre Belfort...


También entré, por supuesto, en la Catedral de San Bavón, con un interior impresionante. Esta vez, el púlpito era de mármol y madera, aunque igualmente muy trabajado.

Después tocaba irse a Brujas, un cambio completó de aires porque es una ciudad medieval y ha conservado esa esencia. Primero dejamos las cosas en el hotel y luego dimos una vuelta por la ciudad, empezando por la Plaza de Jan Van Eyck y la Grote Markt (Plaza Mayor), donde comimos, y pasando por muelles típicos como el del Rosario. Brujas tiene, entre otras cosas, la Catedral de San Salvador, a la que se podía entrar gratis y que me pareció preciosa; la Iglesia de Nuestra Señora, que tiene una escultura de Miguel Ángel pero a la que entré solo en la parte gratuita; y una infinidad de museos variados que van desde la historia hasta las patatas fritas.

Había una excursión opcional por los canales, pero me echó para atrás ver lo petadas que estaban las barquitas, el mal olor del agua y la duración/precio, así que paseé por la ciudad a mi aire, ya que tiene mucho que ver y es muy agradable una vez que se van los turistas, a eso de las 16-17 horas. Luego, tras una visita a una tienda de chocolate, vi el Beaterio, construido por la condesa de flandes en 1245 y en el que hoy se alojan monjas benedictinas. Se respiraba paz.

Volví a la Plaza Mayor para la cena y a la salida nos sorprendió un concierto de Carillón, que duró cosa de una hora. Después, tras un último paseo por los puntos importantes iluminados, llegó la hora de descansar.


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