Llegué a Córdoba muy pronto, mucho antes de que se pudiera hacer el check in, así que me di un paseo callejeando, en dirección al hotel pero no yendo directa. Acabé en un templo romano que está al lado del ayuntamiento. Como todavía me sobraba mucho tiempo, me pasé por la oficina de información turística, donde me dieron una lista de museos y monumentos que visitar con los precios y horarios, además de una guía de Córdoba y un mapa. La plaza donde se ubica, por cierto, es bien bonita, ya hablaré de ella. Luego, subí al hotel para soltar la impedimenta, tras lo cual me fui al palacio de los marqueses de Viana.
Se puede entrar solo a los jardines o solo a la visita guiada, pero yo cogí la entrada conjunta.
La verdad es que los patios me encantaron. Los jardines son un montón (doce en total) y hay de todos los estilos, así que es una maravillosa forma de empaparse de patios cordobeses.
Por otro lado, la visita guiada por la casa (que no se puede visitar por libre) se me hizo un poco pesada. También es cierto que la guía parecía estar recitándolo de carrerilla y que no enganchaba nada, así que imagino que dependerá de quién te toque. Pero aun así es curioso ver cómo vivían las familias nobiliarias, cómo organizaban las estancias (curiosamente, las más lujosas no eran las suyas, sino las de invitados) y las colecciones que tenían.
Free tour: Lo mejor de Córdoba en dos horas
Después de comer y descansar un poco en el hotel, me fui al primer free tour que tenía contratado: lo mejor de Córdoba en dos horas. Nuestro guía, Álvaro, era genial, aunque los otros asistentes al tour iban con niños y no dejaron de pararse a charlar en cualquier lado, así que el recorrido se alargó. Suerte que me habían anulado lo que tenía planeado para después, porque no habría llegado. Eso sí, tuve que retrasar mi visita al Alcázar, con la que planeaba rellenar ese "hueco".
Durante el tour vimos el precioso Casco Antiguo y repasamos la historia de la ciudad. Visitamos las principales plazas (como la de la Corredera y la del Potro) y callejones (el de las Flores es tan bonito como en las fotos, y eso que era invierno), además de otros puntos emblemáticos de Córdoba (la sinagoga, el patio de la Mezquita, el Alcázar...), un par de Casas-Patio típicas preciosas y lugares que pasan desapercibidos pero molan mucho, como un lugar donde trabajan el cuero de manera que queda en relieve (donde compré un marcapáginas). También visitamos las caballerizas del Alcázar y, como era un poco antes de la exhibición equina que suelen hacer, pudimos entrar a la zona central y ver a los caballos entrenando para el show. Todo un privilegio.
Cuando acabó el tour ya era hora de cenar y tomé el peor helado de chocolate del mundo.
Al día siguiente madrugué para ir a la Mezquita-Catedral, porque a primera hora sale gratis entrar (si bien es cierto que hay poca luz para apreciarla, si bien me han dicho que no es por la hora del día, sino porque es así de oscura). La mezquita de Córdoba me encantó. Hasta la catedral que hicieron dentro me pareció bonita, aunque sin duda hubiera sido mejor que la dejaran como estaba. Puedes pasarte horas mirando los detalles y los distintos ángulos, además, tienen un minimuseo en el interior. Pero tenía una cita con la historia de Medina Azahara y tuve que marcharme más o menos pronto. De esa excursión hablaré en la próxima entrada.