El viaje en días anteriores
El día 2 el madrugón no era tan criminal: estábamos en Edfú, una ciudad que vive totalmente del turismo gracias al templo de Horus. El transporte, según nuestro guía (vi un autobús turístico, así que no era verdad, pero claro, él se llevaba comisión...), se hacía obligatoriamente en calesa, una pena porque los animales estaban muy mal tratados y se les marcaban hasta las costillas.
Además era una experiencia que te mostraba lo peor del país, porque era una de esas ciudades que los occidentales pensamos que solo existen en las películas: llenas de polvo, con los edificios casi en ruinas, la gente haciendo vida en la calle y mercadillos, en cualquier sitio hay un puesto de comida callejera...
Además, nuestro conductor a la ida era todo un kamikaze, iba adelantando como un loco a todo el mundo y tomó un atajo que nadie más siguió, por lo que un momento en el que pensamos seriamente que estábamos siendo secuestrados. Por suerte, llegamos sanos y salvos.
El templo de Horus es de la época ptolemaica. Para mí, esos ya de faraones tenían poco, pero sigue siendo historia... Es uno de los templos mejor conservados por lo que respecta al edificio, por desgracia, los grabados de las paredes están deteriorados por la mano del hombre, ya que alguien se dedicó a borrar las caras humanas sistemáticamente. Aún así, es espectacular y podemos encontrar en el templo desde recetas de farmacopea hasta escenas interesantes relacionadas con los dioses.
El guía apuró hasta el último momento y, cuando llegamos al punto de encuentro, las calesas que tenía contratadas nos habían dejado tirados. Tuvo que negociar con otros para que nos llevaran de vuelta antes de que partiera el barco. Nuestra calesa a la vuelta la llevaba un chaval de unos 12 años, que sin embargo conducía infinitamente mejor que su predecesor. Además, nos iba a diciendo qué era cada cosa que veíamos. Todo estaba hecho una pena, pero se agradece el esfuerzo.
Templo de Sobek y Haroeris en Kom Ombo
Después de la odisea en la calesa, nos metimos en el barco y partimos de nuevo hacia Kom Ombo para la visita del templo dedicado a los Dioses Sobek y Haroeris. El primero es un dios cocodrilo y el segundo una manifestación de Horus.
El templo, también ptolemaico, está en peor estado porque se ha aprovechado como cantera, aunque tiene curiosidades como los jeroglíficos sobre medicina, con instrumentos que se usan hoy día, o las momias de cocodrilo, que tienen en un minimuseo.
Nos dejaron algo de tiempo libre para compras, pero no cundió. Me agobian mucho los comerciantes y regatear, además, quisimos hacer una compra conjunta de chilabas y el tipo empezó con un precio razonable pero, cuando apareció nuestro guía para que nos diéramos prisa para el barco, de repente subió el precio... así que se quedó sin vender nada.
La cena era de temática árabe y se suponía que había que ir disfrazado, así que bajé con el pijama y envuelta en fulares como una mujer musulmana, pero hacía mucho calor y no aguanté mucho con ellos puestos. De todas formas, casi nadie iba disfrazado. Había fiesta después, pero el madrugón del día siguiente, a las 3am, me hizo desistir y me fui a dormir: me esperaba Abu Simbel y quería estar al 100%.
El viaje los días siguientes y más...
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