Este era otro día de mucho autobús. Visitamos por la mañana la ciudad de Patras, que no tenía más que una catedral bastante moderna pero muy monumental y al lado una más antigua pero menos llamativa. Después volvimos al autobús y no nos bajamos ya hasta la hora de la comida en Olimpia, donde comimos de maravilla.
Olimpia era un recinto sagrado donde se celebraban los juegos olímpicos cada 4 años, momento en el que todos los griegos tenían una tregua. El recinto arqueológico abarca varias etapas, ya que los juegos de celebraron interrumpidamente durante más de 1000 años. Lo cual es increíble si tenemos en cuenta los medios con los que contaban por aquel entonces.
Aparte de las zonas donde se celebraban los juegos en sí, también había templos, entre ellos el más antiguo y el más grande del Peloponeso. Y lo mejor es que había sombra, cosa que se agradece con la temperatura con la que nos topamos: 35ºC.
Después visitamos el museo arqueológico, que tiene piezas verdaderamente curiosas. Y muchas de ellas están muy bien conservadas.
Acabada la visita, fuimos al hotel, que estaba allí mismo, y todavía quedaba tiempo para la hora de cenar, así que fui a dar una vuelta por el pueblo. Es básicamente una calle principal de tamaño medio y no pude esquivar a la señora; ahí fue donde explóté y le pedí que se callara. Por fin entendió que quería que me dejara en paz y encontró a otra pareja del grupo a la que acosar. Pobrecicos.
Fue en ese momento de tranquilidad en el que descubrí el museo de Arquímedes, donde hay construcciones a tamaño real de verdaderos inventos curiosos realizados por este griego que vivió hace más de 2000 años y que hizo desde puertas automáticas hasta despertadores. El chico que me atendió me enseñó en vivo el funcionamiento de los inventos, y es alucinante.
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