La excursión por las islas griegas era opcional, pero me pareció interesante conocer otra faceta de Grecia, no solo la más histórica y arqueológica. Es una paliza el madrugón y muchas horas en un barco masificado y con comida mediocre, pero al menos no es como el autobús y te puedes levantar, además de que te da el aire.
Hydra y Poros
La primera parada fue la isla de Hydra, la más lejana a Atenas, en la que se mueven en burro y hay grandes cuestas. Había una carísima excursión opcional a pie y decidimos probar por nuestra cuenta. La verdad es que intentamos llegar a varios sitios sin éxito y que nos quedó un lado de la isla por ver (¿sería el más interesante? a saber...?), porque es un laberinto, pero es bonito y el ascenso merecía la pena.
La segunda parada fue la isla de Poros, apenas había 45 minutos para explorar la isla: subimos hasta una torre y poco más, pero también era un paisaje precioso.
La parada final era Egina, la isla de los pistachos, mucho más grande e inabarcable sin ayuda, así que contraté una carísima excursión opcional por la parte histórica (también había otra excursión panorámica con nosequé de tapas incluido).
Lo primero que hicimos y el plato fuerte fue el templo de Araya, que está casi entero y forma un triángulo equilátero perfecto con la Acrópolis y el templo de Poseidón. Además de ser el sitio espectacular, nos tomamos un delicioso helado de pistachos, muy típico de la zona.
Luego, fuimos a la iglesia de San Nectarios, que es bastante reciente (el mismo santo es del s. XIX) y por dentro estaba andamiado. Hay un monasterio dedicado al mismo santo, pero no nos dejaban acceder, lo cual es una pena. A pesar de todo, estuvo bien y ocupamos lo justo para volver al barco (de hecho, diría que llegamos tarde).
Llovía un poco, así que estuvimos bajo cubierta casi todo el tiempo y vimos un espectáculo de bailes griegos tradicionales bastante curioso antes de subir de nuevo para ver el precioso atardecer.
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