Revista Libros

Viaje a las islas canarias

Por Isladesanborondon

VIAJE A LAS ISLAS CANARIAS

La foto de portada es de Carlos Schwartz


 UN VIAJE SENTIMENTAL
Dice Juan Cruz en el prólogo que con este viaje sentimental ha amado más a las islas, porque se las ha ido contando para contarlas después. Dice que ha estado más cerca de su horizonte y de su esencia. "Ver de cerca, tan al fondo como fuera posible, la mitología física de la que está dotado el archipiélago, empaparme de la tierra para contar, o tratar de contar, cómo es su alma; ir de su paisaje verde a su paisaje tectónico, tratar de dialogar con la piedra y con el mar y con los montes, mirarlos para contarlos". Y así lo ha narrado en su libro: Viaje a las islas Canarias (Ed. El País Aguilar, 2013). El escritor se ha dejado llevar por esos "sonidos y dulces cánticos que dan placer y no hieren", escribió Shakespeare, quien sabía de la existencia de estas islas ancladas en el Atlántico, al menos, el sabor acariciante del vino de Malvasía. El viaje de Juan Cruz es un viaje a la memoria, que es siempre un territorio fragmentando. Su memoria recoge fragmentos de un paisaje absoluto, brutal, envolvente de las islas, cada una tan diferente. El viajero escudriña también las profundidades de esas islas llenas de rumores, su multiplicidad, nombrando en voz alta lo que contempla para llegar a tocar el fondo: la esencia. En las páginas de este libro va dejando una estela de palabras que ocupan un espacio y un tiempo. Un tiempo que se remonta al origen de los primeros que habitaron estas siete islas. A los primeros pobladores, que según cuentan los entendidos, se les cortó la lengua y se les metió en un barco y que fueron abandonados entonces en tierra de nadie.  Pero Juan Cruz no ha ido solo en este viaje, se ha llevado consigo a muchos otros que llegaron a esta región. Su cuaderno de bitácora ha sido principalmente un libro que escribió Ignacio Aldecoa hace setenta años: Cuaderno de godo. Pero a este viaje, que comienza en La Gomera y finaliza en Gran Canaria, se le han sumado otros compañeros: escritores, artistas, eruditos y científicos, que viven o vivieron aquí; que llegaron a Canarias para encontrarse con el paisaje y la gente de estos lugares; o para encontrarse o escapar de sí mismos: Alexander Humboldt, Unamuno, Domingo Pérez Minik, el escultor Eduardo Chillida, el pintor Pedro González o César Manrique, tan preocupado por preservar la naturaleza de los especuladores. Pero también se oye la voz de otros compañeros que vivieron la insularidad, que es una forma de ser y de estar: Shakespeare, Cabrera Infante, García Márquez, Juan Rulfo, Fernando Vallejo, Borges o Neruda.

VIAJE A LAS ISLAS CANARIAS

Juan Cruz

   Este es un viaje hacia atrás, un viaje fragmentado por la memoria, que es el mejor sustituto del amor. "Memorizar es restaurar la intimidad", decía Joseph Brodski. Y Juan Cruz recupera la intimidad de algunas "tarjetas postales" que le envía la infancia desde su tierra, donde se funden los olores, los sonidos y colores de muchos paisajes mezclados que guardan un significado especial: "porque no se sabe jamás en qué recodo acaba una isla y empieza otra". No encontraremos un libro de historia, ni una guía turística, ni un recorrido ordenado sobre las coordenadas de un mapa. El viaje que nos propone el autor es otro. Se trata de nombrar los lugares para llegar hasta el alma. Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, El Hierro, La Palma, y por supuesto, la invisible "San Borondón",  cada una "Afortunada" con un paisaje singular, verdes, dorados, ocres y negros, cada una con un temperamento independiente que ha moldeado el carácter de los isleños. En todas ellas hay "rumores" alegres y tristes de cantar como las folías.  Rumores y humores diversos que se quedan cuando el lugar es cruce de caminos. Los portugueses, y gallegos contagiaron de saudade o morriña al canario; los franceses y los holandeses desembarcaron ideas y obras de arte. Canarias: tan cerca y tan lejos de África, siempre más cercana a América que salvó a los canarios de la hambruna. Por aquí pasó Colón, y Nelson quiso conquistar esta tierra, y aquí el naturalista Alexander von Humdboldt descubrió el paraíso. También en Canarias comenzó un capítulo amargo de cuarenta años de historia.
   El viaje sería incompleto si no se hiciera un homenaje a la gastronomía de estas islas fértiles que siempre velaron porque los canarios pudieran comer, al menos engañar el estómago con el conduto, lo llamaban los antiguos. Aquí los  productos son básicos y humildes: el gofio, las garbanzas, el pescado, la carne de cabra o de cochino, el queso, los tomates, los aguacates, las papas, los plátanos… Y como no, dos líquidos esenciales: el mojo y el vino. Alimentos que son manjares para el que hoy los disfruta porque aún conservan el olor y su sabor original; son reales, por dentro y por fuera, como el paisaje que llena este libro, donde estas islas atlánticas aman a los volcanes, cuyas montañas son como saurios, y sus farallones, dentelladas al mar, dice el viajero. Pongamos también nuestros pies sobre tierra de magma, bajemos a la caldera de un volcán; o subamos a escuchar al drago y a las sabinas enloquecidas por el aire que lo llena todo, y que sin él, en esta tierra africana, el clima sería menos amable. Y en el horizonte de todas las islas: "El mar es nuestro punto común, nos encierra y nos define, nos alarma y nos alerta. Nos hace".  

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