Revista Decoración
Marrakech es una ciudad a la que siempre deseo regresar. Así que cuando recibí la propuesta de Patricia González Cámpora y, además, en tan buena compañía y con el recuerdo perpetuo de las fotos de esta excelente fotógrafa, no me pude resistir. Desde esa primera llamada hasta que llegó el día del viaje casi no pensaba en otra cosa. Leí todo lo que pude sobre Marrakech en revistas, guías, posts… y pedí consejos a amigos. Por cierto, mil gracias a Antonio y al blog Dar Amina por sus recomendaciones.
Como ya saben, si leyeron el post anterior, íbamos cinco mujeres. María Mía, Ana Lola Betancor, Mercedes Ortega, Patricia González Cámpora y yo misma. Las cinco compartimos momentos intensos, relajados, risas, charlas… una gran compañía. Tuvimos la oportunidad, además, de conversar con varias personas que nos dejaron huella. Pudimos charlar con varios anfitriones. Nico, del riad Camilia, con el que compartimos una exquisita cena y una intensa conversación sobre la vida de un extranjero en Marrakech. José, de origen cubano, que practicó con nosotras el español contándonos anécdotas del ya desaparecido Yves Saint Laurent y su vida en la Ciudad Roja. Y hablando de José, de la Maison Árabe, si tienes oportunidad no te pierdas los cursos de cocina que ofrece este maravillo riad. Nosotras visitamos el que ofrecen en los jardines privados a las afueras de la ciudad, y fue toda una experiencia. Además de conocer algunos de los secretos culinarios de la deliciosa cocina marroquí, pudimos ver cómo se elabora su famoso pan plano en horno de leña, recorrer su huerto y disfrutar de un suculento almuerzo en torno a la piscina y rodeadas de bambú.
Curso de cocina en Maison Árabe
Nosotras nos alojamos en el riad Dar Justo, del que guardo magníficos recuerdos. Allí vivimos grandes momentos como un relajante baño en la piscina bajo la lluvia, las charlas en su terraza con la Koutoubia en el horizonte o su hamman. En dos horas, si contratas el masaje, tienes un viaje de ida y vuelta al paraíso.
Riad Dar Justo
En Marrakech todo es una experiencia genial. Ese té con menta con el que siempre te reciben, la deliciosa comida aderezada con especias, el relajante hamman, alojarse en un riad, sus bellos azulejos de colores, perderse en el zoco, la artesanía… y todo, en el caso de quienes vivimos en Canarias, a menos de hora y media de distancia. Un vuelo tan corto para trasladarte a un destino tan increíble, tan diferente, tan exótico. Merece la pena, sin duda.
El universo de las compras en Marrakech es infinito. Imprescindible perderse por el zoco de la Medina, pero hoy vamos a visitar algunas tiendas diferentes. Entre mis preferidas se encuentra 33 Rue Majorelle, justo frente al famoso jardín de Yves Saint Laurent. Puro diseño en el piso superior. Mientras, en la entrada puedes tomarte algo en el restaurante vegano Kaowa y visitar el espacio dedicado a la cocina de Chabi Chic. Si buscas piezas inspiradas en el diseño tradicional marroquí con un toque contemporáneo, es el lugar adecuado. Tazas, cuencos, bandejas… realizadas a mano con sus pequeñas imperfecciones que las hacen aún más bellas. Muy cerca se encuentra Anitan con su colección de alfombras capaces de emocionarte.
Chabi Chic y Kaowa, en la planta baja del 33 Rue MajorelleAnitan
Dentro de la propia Medina también podemos encontrar pequeñas tiendas con propuestas diferentes. Le Carré des Créateurs reúne varias de esas tiendecitas con diseños de creadores locales. Recomendable también la visita a Kis, preciosa desde su entrada hasta la azotea, y Maktoub Concept Store, donde encontrarás diseños del canario Domingo Ayala. Y una cita que me quedó pendiente, Beldi Country Club. Un lugar que alberga un pequeño zoco en su interior donde adquirir alfombras, cojines… y en el que puedes crear tus propias piezas de cerámica o admirar a los sopladores de vidrio produciendo vasos, botellas o cuencos. Me quedé con ganas de visitarlo. ¿El consuelo? Siempre hay que reservarse motivos para regresar.
Le Carré des Créateurs
En la Ciudad Roja caminarás y caminarás, regatearás, te perderás…pero hay un momento en el que ese frenético ritmo se detiene, es el momento de la comida. Marrakech está lleno de deliciosos y bellísimos restaurantes. Para disfrutar de las vistas encontrarás el Café des Épices, el Café de France o el Balcón del Café Glacier. Si lo que buscas es disfrutar de la exquisita cocina marroquí en un lugar donde reine la paz, tu lugar es Dar Cherifa; si quieres almorzar o cenar rodeada de naturaleza, acude a Le Jardin; si te apetece un ambiente más moderno, lo encontrarás en Nomad; para una cena diferente y una copa después en la terraza con la Koutobia en el horizonte, visita el Riad Justo. Por cierto, imprescindible disfrutar de su hamman, una experiencia que no olvidaré jamás. Incluye un masaje después, no te arrepentirás. Y en el capítulo de restaurantes también me quedó un asunto pendiente. Muchos consideran que Le Fondouk es visita obligada. Nada, que tendré que volver.
Dar CherifaCafé des Épices
Entre los imprescindibles de la ciudad está la Plaza Jemma El Fna, el zoco, la madraza Ben Yuoussef, el Jardín Majorelle o la Maison du la Photographie.
Madraza Ben Yuoussef, con nuestro querido guía
Jardín Majorelle
En cuanto al alojamiento, los riads son una experiencia que no puedes perderte. Hay pocas sensaciones tan mágicas como regresar a ese remanso de paz tras un día por las laberínticas calles de Marrakech. Es el paraíso. Cada riad tiene su esencia, su personalidad, pero tras visitar muchos, empiezo a creer que no hay ninguno feo. Destacaré dos. Por su decoración, sencilla pero maravillosa, el riad Kawa, y Camilia, por su belleza y su magnífico anfitrión.
Riad Dar Kawa Riad Camilia Gracias Nico, el mejor anfitrión del mundo si visitas la Ciudad Roja
Plaza Jemma El Fna
Adoro todas las fotos de Patri, pero estoy especialmente enamorada de sus retratos. Capaz, lo he dicho siempre, de captar el alma, el brillo de los ojos, la sonrisa que ilumina el mundo...
La esencia de esta ciudad penetra en ti y te acompañará siempre el sabor de las especias, la intensidad de sus colores, el olor a azahar y el sonido relajante del agua, de los pájaros o la llamada al rezo. Gracias Patri por la experiencia y por tus magníficas fotografías.