Buenas tardes, queridos lectores y amigos. Heme aquí de nuevo dispuesto a daros la brasa, la turra o el rollo, como queráis, para contaros mi aventura portuguesa. La historia es que vuestro seguro servidor hizo un crucero por el Duero y os voy a contar varias cosas.
Mi viaje empezó en Oporto, nos embarcamos en un barco con todos las lujos (Sorokin no iba a ir en cualquier barquichuelo)
Estuve en Oporto hace años, pero quedé encantado como la ciudad había evolucionado en los últimos tiempos, convertida en una de las ciudades más bellas de Europa (y conozco a casi todas).
Ambas riberas del Duero ofrecen entretenimiento en vivo durante el día y la noche. Como podéis aquí os pongo una foto de la vista de Oporto desde Vilanova de Gaia. Ambas ciudades están unidas por varios puentes. Como supogo que sabéis, el más impresionante es el puente Eiffel que se puede ver en la foto de cobertura.
La ciudad de Oporto es también un destino turístico, con sus calles en cuesta. Estuvimos en la Catedral, donde el exterior y la arquitectura no puede ser más románico
Su construcción data de los siglos XI y XII, cuando Portugal inició su tradición histórica. Posteriormente se añadieron elementos góticos y barrocos. El oro y la plata se reflejan en todas las partes, en los altares, en las capillas:
el
Otro edificio destacado es la Bolsa de Comercio, con un interior magnífico
Después del primer día en Oporto, el barco empezó a remontar el Duero. El Duero mantiene una considerable diferencia de nivel entre la parte española y la desembocadura en Portugal. Este desnivel es muy útil para la creación de centrales hidroeléctricas, pero no es fácil enfrentarse a una catarata en el barco, por eso son necesarias cinco esclusas entre Oporto y la frontera: Pocinho, Valeira, Regua, Carrapatelo y Crestuma. . El desnivel más profundo es el de Carrapatelo, que tiene un desnivel de 35 metros.
El paso de la esclusa es impresionante, porque el barco pasa muy justo, unos centímetros entre el borde del barco y el borde de la esclusa.
Esclusa de Carrapatelo
El Barco sigue hasta Regua, donde tuvimos que coger un autobús, para hacer un primer viaje hasta el Palacio de Mateus (sí, ese, ese, el del vino rosado Mateus, muy apreciado en Europa, pero que su servidor no aprecia demasiado) Eso sí, los jardines son magníficos.
El autobús continuó hasta un hotel rural.
Donde nos dieron de cenar, tras escuchar el discurso de la marquesa/propietaria