El pasado fin de semana se llenaban las playas, para los que en la mayoría de los casos sería el último baño del verano, porque ya estamos a las puertas de septiembre y la gente vuelve a la rutina dejando atrás las vacaciones. Nos deja pues este verano gratos recuerdos con amigos y familia que nos hará la vuelta a nuestra rutina diaria algo más llevadera. Lamentablemente, si hay una imagen que se repite en el periodo estival en nuestras playas es la llegada de pateras. Esta imagen ya parece habitual, cada día han llegado a nuestras costas inmigrantes que realizan un viaje hercúleo para llegar a nuestro territorio en busca de los sueños dorados que las mafias les prometen, pero la realidad es que los que no encuentran la muerte en el agua no tendrán tampoco esa vida soñada. Cuando llegan aquí la mayoría se encuentran con los centros hacinados y si consiguen llegar a las calles, malvivir con trabajos prácticamente en semiesclavitud o la indigencia, siempre ocultándose por el miedo de no tener papeles.
Un problema que difícilmente podemos solventar de una manera buena, o mejor dicho, correcta para todos. Vienen a nuestras costas buscando ayuda, pues en sus países de origen sólo encuentran hambre, miseria y guerra en la mayoría de los casos, pero aunque deseemos fervientemente ayudar tampoco podemos acogerlos a todos, supondría un colapso sin precedentes. No todos llegan de la misma manera, pues algunos utilizan la fuerza para atravesar nuestras fronteras, otros se juegan la vida en el mar, pero casi todos los casos son dirigidos por las mafias que trafican con ellos para traerlos a nuestro territorio a cambio de grandes sumas de dinero. Se plantea un problema de difícil solución como he comentado antes, pues ¿qué culpa tienen de haber nacido fuera de nuestras fronteras?
Este verano además, hemos visto cómo muchos países se negaban a dar asilo a los barcos de rescate, pues el sistema está desbordado. La lucha del Open Arms con todos los gobiernos del mediterráneo está siendo portada casi a diario. Y eso nos ha hecho preguntarnos a dónde vamos a llegar, porque es hora de que la Unión Europea ponga una solución a este grave problema que lejos de disminuir aumenta cada año. Hasta ahora nos hemos centrado en evitar con vallas y patrullas para que no lleguen aquí, y cuando inevitablemente llegan se internan en centros. Y la pregunta es ¿no sería mejor que todo ese dinero que invertimos, todos esos esfuerzos, los dirigiésemos a que tuvieran una vida mejor y más digna en sus países de origen?
La U.E. no puede seguir mirándose el ombligo, hay que erradicar el lucro de las mafias que juegan con vidas humanas prometiendoles el anhelado paraíso. Es imperioso dotarlos con las herramientas necesarias para que tengan oportunidades en su hogar, seguramente es lo que desean más que nada.
