Me resulta un poco borroso o inexacto recordar el momento en que dije: ok vamos. La razón principal por la cual lo quise, mi estado de cuenta actual, mi trabajo, la anticuada mente de mis padres o a dónde exactamente iba si decidía irme fuera de la caótica Lima. No recuerdo que haya sido una especie de develación o sobreexplotación mental por el trabajo lo que me hizo decirle a una extraña de un lugarcito llamado Santa Teresita en Argentina: Ok, vamos!
Sin embargo, en mis intentos de poder describir algún sentimiento inspirador diré: escapar. Escapar es una palabra tan simple, pero tan necesaria o casi obligatoria a veces. No pensé mucho en ninguno de los factores en los que usualmente se piensan antes de organizar un viaje. Simplemente estaba ahí yo sentada con esta chica recién llegada de Argentina que me empezaba a contar su ruta casi improvisada e un tanto inexacta. Pero ahí también estaba yo, sin ningún plan, sin algo extraordinario para contar más que rutinas y malos escapes. Las historias de dinero resultan aburridas y predecibles para un alma libre. Así que entre tanta charla le dije vamos. Ella me dijo que arrancaba en dos días y yo totalmente inconscicente de mi cuenta bancaria me dije por qué no.
Recuerdo que en esos casi imposibles dos días que tenía antes de emprender mi huída, puse a la venta una máquina empolvada que dejé de usar a los dos meses pasada mi emoción fitness, un par de trapos casi nuevos para los que realmente nunca tuve “ocasión especial” para usar y un poco de dinero que cobré un poco antes de irme. Todo buscado y destinado a hacerse. Asi que decir que no había forma de darse ese escape es clara excusa o simplemente miedo, y a eso hay que tenerle alergia si vas a mochilear. Pero si lo que necesitas es el estimulo o un pequeño impulso, intenta ver que no es tan imposible andar ligero y acá te cuento por qué.
Ya con la alarma puesta al cien, arrancamos para Ica muy temprano. Nos tomamos unos buses que salen frente al Jockey Plaza por recomendación de otro mochilero y lo mejor, por s/.20 o S/.15 incluso, si falta gente para llenar los últimos lugares, te llevan de Lima a Ica.
Al legar nos hospedamos con un chico del mismo lugar, nos recomendó lugares y dio tips para saber cuanto era realmente lo que debíamos pagar por ciertas cosas, porque además de nunca haber salido de Lima estaba con una chica imposible de disimular sus ¡che!. En la mototaxi primerísimo para la huacachina. Pagamos S/.30 para los tubulares, claro que convenciendo que no era la primera vez que íbamos y que sabíamos que los precios no eran más de eso, así que trato hecho. Algo de 15 min estuvimos entre dunas y al final el atardecer, que debo decir, entre 5 y 5:30 pm. en la parte más alta simplemente es la hora perfecta para imortalizar la despedida del sol. Y cabe aclarar que esto incluía también sandboarding.
En nuestro siguiente punto nos fuimos para Paracas, que bueno salía igual no tan barato pagar s/.35 en mi presupuesto de mochilera solo para Ica, aunque parezca exagerado, pero vale totalmente la pena. Los colores y contrastes son simplementes hermosos. No me arrepentí para nada y total era parte de la aventura después ingeniarselas para seguir el viaje.
Regresamos para Ica y arrancamos para Arequipa. El pasaje nos salió unos s/.50, buscando claro está, y no quedándonos con la primera opción. Viajábamos de noche, así nos ahorrábamos el hospedaje y comida por ser un viaje de más de 8 horas ya que el bus incluía un gustito y una comida. El precio extra, aguantar a los vendedores que suben a ofrecerte panes sin importar si son 2 o 3 de la mañana, pero a todo lo bueno y ahorro que inncluía vale la pena.
Llegamos a Arequipa, una de las ciudades más baratas para comer y movilizarse. Nos hospedamos frente a la Plaza de Armas por s/.25 soles, con agua caliente era más que suficiente.
Una comida completa con entrada, plato de fondo y bebida podía salirte por s/.6. Los desayunos de los más baratos y contundentes porque claro en el Perú tenemos cantidad de cereales y en Arequipa son unos maestros preparándolos. Por s/.3 un buen vaso de quinua con 2 panes de lo que te puedan ofrecer en ese momento. Gloria total para una improvisada que no sabía hasta cuando podría seguir viajando.
En Arequipa quisimos conocer otros lados no turísticos, así que excluimos el Colca del “itinerario”. Unos “extranjeros arequipeños”, como yo les decía, nos llevaron por el trayecto del Río Chili. Los paisajes envolvían, los colores y a medida que avanzábamos veíamos más lugareños y sus modos pacíficos de vivir y subsistencia. Todo gratis, sin turistas y con un par de sadwiches fuimos más que felices.
Al día siguiente nos encontramos a más viajeros con el mismo modo de viaje, juntos nos dirigimos en búsqueda de la catarata de Sogay, un trayecto largo de casi 4 horas seguidas, pero que vale la pena por lo pacífico que se siente mientras compartes en lo alto la caída del agua. Recomiendo para esto ir con unos zapatos de suela gruesa o trekking para que puedas escalar las piedras irregulares que hay si quieres subir a lo más alto. Aquí todo fue incluso más barato porque compartimos gastos de comida porque las vistas fueron totalmente pagadas únicamente con resistencia.
Ahora estamos a punto de irnos para Cusco, posiblemente el reto mayor por ser un lugar tan turísticos pero que al saberse mover y sin miedo a preguntar a otros viajeros en las mismas que tú, puedes encontrar más de una opción.
Mi experiencia compartida no se acaba, simplemente se recarga para el próximo tecleo con más para compartir y mover el alma dormida. El primer pedacito escrito de tu primera experiencia impredecible por contar puede inciar con un viaje pequeño pero no acabar aprendiendo poco. Seguiré en este viaje que me lleva a ingeniármelas y a reencontrarme a mí misma huyendo de lo cómodo. Próximo punto, ciudad Inca.