Por una vez me apetecía traer a esta casa un poco de material perteneciente a una de mis mayores referencias en este tema, el señor Mihaly Csikszentmihalyi. Se encuentra justo al principio de su libro Fluir (Flow), una Psicología de la Felicidad.
Vías de liberación
La sencilla verdad de que el control de la conciencia determina la calidad de vida se conoce desde hace mucho tiempo; de hecho es tan antigua como la humanidad. El consejo del oráculo de Delfos que decía “conócete a ti mismo”, lo implicaba de cierto modo. Y era claramente reconocido por Aristóteles, cuya idea de la “actividad virtuosa del alma” prefigura en muchos aspectos los argumentos de este libro y fue desarrollada por los filósofos estóicos en la antigüedad clásica.
Las órdenes monásticas cristianas perfeccionaron varios métodos para canalizar los pensamientos y los deseos. Ignacio de Loyola lo racionalizó en sus famosos ejercicios espirituales. El último gran intento de liberar a la conciencia del dominio de los impulsos y del control social fue el psicoanálisis; como Freud señaló, los dos tiranos que luchan por el control de la mente son el Inconsciente y el Superyó, el primero es un criado de los genes y el segundo un lacayo de la sociedad (ambos representan el “Otro”). Opuesto a ellos está el Yo, que se ocupa de las necesidades genuínas de la persona relacionadas con su entorno concreto.
En Oriente, las técnicas para conseguir el control sobre la conciencia han proliferado y han alcanzado niveles de enorme perfección. Aunque sean muy diferentes la una a la otra en muchos aspectos, las disciplinas yoguis de la India, el enfoque Taoista elaborado en China y las variedades zen del Budismo buscan liberar la conciencia de las influencias deterministas de las fuerzas exteriores (que son de naturaleza biológica o social).
Así, por ejemplo, un yogui disciplina su mente para que ignore el dolor que la persona corriente no tendria otro remedio que dejar pasar a su conciencia; de forma similar puede ignorar las peticiones insistentes del hambre o del impulso sexual que muchas personas serían incapaces de resistir.
El mismo efecto puede conseguirse de diferentes maneras, ya sea a través de perfeccionarse en una disciplina mental severa como el yoga o gracias a cultivar una espontaneidad constante como en el zen. Pero el resultado que buscan es idéntico: liberar la vida interna de la amenaza del caos, por un lado, y del rígido condicionamiento de los impulsos biológicos por el otro, para convertirse de esta manera en personas independientes de los controles sociales que explotan ambos.
Pero si es cierto que las personas han conocido durante miles de años lo que nos hace libres y nos permite tener el control de la propia vida, ¿por qué no hemos hecho más progresos en esta dirección? ¿Por qué estamos tan indefensos, más incluso que nuestros antepasados, cuando nos enfrentamos al caos que interfiere en nuestra búsqueda de la felicidad?
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Cuando tenga tiempo y ganas copiaré lo que sigue a este fragmento, que para muchas personas de las que me leen y otros que estén por venir, les revelará bastante.
Un pequeño anticipo os doy, en forma de esta cita:
“El tipo de conocimiento o sabiduría que uno precisa para emancipar la concienca no es acumulativo. No puede condensarse en una fórmula, no puede memorizarse y luego aplicarse de forma rutinaria. Al igual que otras formas complejas de aprendizaje, como un juicio político maduro o un sentido estético refinado, deben aprenderse a través de las experiencias de cada individuo, generación tras generación”.
Abrazos!
Kheldar
PD: hay versiones en pdf muy sencillas de encontrar con una búsqueda, en páginas como Scribd o descargables desde 4shared por ejemplo… Sin embargo, mi consejo sería que adquiriesen el libro aquellos interesados. No por hacer más rica a la editorial Kairós, sino porque este es un libro que merece la pena sentirlo, manejarlo.