Revista Cultura y Ocio

viceversa

Publicado el 12 diciembre 2013 por Serlibre
Cada tanto sucede algo que no modifica nada a nadie. Lo cierto es que cuando R me llamó no pude dar significado a su relato. El ritmo que toman los hechos cuando se tornan dignos de ser contados requieren de varios tiempos. Los psicólogos pos racionalistas dirían que vivimos todo en dos etapas, la experiencia inmediata y la mediata, en términos comunes: te bajó la ficha.
Parece que no podemos apresurar la ficha, explicación que no me sirve para quitarme la culpa frente al llamado de R. Ella viviendo a ritmo vertiginoso y yo en mi túnel. Hoy, que puedo contarlo, quizás ya no sea lo que fue y sólo tenga que recurrir a algunas evocaciones inútiles que algún lector entrenado gustará de atesorar, quien sabe.
La noche que R me llamó sonaba la cajita de música que se mezclaba con su voz. Hoy ya no la escucho y tal vez ella tampoco pueda leerme. De ser así el mail en que J me pide que le narre lo sucedido sólo tendrá por respuesta una suma de letras con agujeros sin que él pueda entender los vacíos que contienen. Vacío, puro vació.
Antes de escribirle a J recordé que R una vez me mostró un mapa donde su familia marcaba con círculos rojos aquellos lugares donde habían tenido reuniones felices. Pensé que tal vez R se hubiera marchado a recorrer esos puntos rojos sin avisarnos. 
A lo largo del día, escudriñé calles y callejuelas de Sicilia, anduve con desenvoltura. No me agobiaba caminar así en un mapa, tal vez porque siempre tuve la vaga sensación de ser yo también el mapa de una persona. 
No pude dormir pensando en la ausencia de R. Apagué prendí apagué y prendí el televisor sólo para ver caras, porque el sonido imposible escucharlo, mis vecinos habían decidido festejar su primer año de insana convivencia. (Pensamiento prestado por mi otra vecina). 
Llamé a Rodrigo, me atendió el contestador. Pero fue incluso bueno no encontrarlo, Rodrigo sabría que yo telefoneaba para nada, telefoneaba tan sólo para oír su voz. Aun así, al rato llamé de nuevo, en vano, seguramente había salido con su hermana, le  dejé mi número en el contestador y me quedé un tiempo más pensando en él, creí que no volvería a dormir nunca más en mi vida.
Pensar en tener que escribirle a J prolongaba la I de insomnio, un intervalo poco común en mí. Algo nuevo, un insomnio prestado. Sentí como la lluvia golpeteaba en el vidrio de mi ventana y dejaba filtrar el lamento de un perro en la lejanía. Noche emperrunada si las hay, era ésta.
Muchas veces me hablaron del estado alfa, ese sopor que va de la vigilia al sueño profundo. ¿Sería éste un estado alfa? Intentar averiguarlo no haría más que prolongar la incipiente experiencia. 
Apagué la luz y me di cuenta que estaba bañada por esa clase de lluvia de la que uno nunca termina de secarse. Una lluvia niña. Una lluvia onettizada. Si al menos pudiera dejar de escribir mis pensamientos en el aire y levantarme a tomar notas de frases sueltas todo se apaciguaría, pero no pude, sólo atiné a poner en record al celular, soltar un par de palabras y esperar la mañana sin el llanto del perro a la distancia.
Hay cosas que no se cuentan, pensé, mientras intentaba grabarme, son tan ridículas que tener que editarlas se convierten en una gran pesadilla diurna. Me siguió rondando la idea del ridículo un rato largo mientras el rubor recorría mis cabellos. Comencé a juguetear con ellos mientras me acariciaba el lóbulo de la oreja. Un espacio frugal para los amantes, libido liberal que me emputecía los verbos. Duplicaba mi deseo, no por abundante sino por confuso. Ya comenzaba a amanecer cuando descubrí que todo el insomnio no era más que un intento frustro por no olvidar ni una sola de mis anteriores noches perras. Esas en las que juntaba besos y palabras no pronunciadas de mis amores perdidos para guardarlas en la cajita de música. 
¿La soledad me ruboriza, o invento un jadeo matinal que entra por la ventana? El perro ha dejado de ladrar, y ella con ganas de fingir, puf, es real, si no supiera que vive con el flaco me resultaría más creíble ese gemido. Quisiera prolongar mi insomnio sólo para darme el gusto de escuchar alguna vez un grito masculino. Esperé en vano, sé muy bien que esas cosas no suceden. Sólo nosotras podemos ser tan caóticas, y ellos tan lisos que con tal de salirse con la suya se bancan el show. Sí, es show, y del barato, un ay cualquiera suelta, pero tantos es como disfrutar más de escucharse que de lograrlo. El perro fue más atinado, amo su instinto. Si lo encuentro en el ascensor voy a dejar que me salte.
Esa noche J no paro de llamar,  el contestador bramaba, fue tanto el ahogo que decidí mandarle un mail.
Hola J, hace tiempo leo sobre la histeria femenina, pero desde que te conocí no pude saber si yo era R o R soy yo. Por las dudas y en caso que este mail no te llegue se lo voy a reenviar  a Rodrigo, quiero dejar constancia que la cajita de música es mía. R o yo, yo
o R quizás no seamos las mismas pero a ninguna nos gusta que no sepan distinguir los sonidos. Pronto, tan pronto como encuentre al perro me vuelvo a ir.AgCviceversa

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