Carlos Jacanamijoy
El agresor actuó con astucia y rapidez. No exigió más dinero que los 350€ que en ese momento tenía la víctima en la mano sabedor que, según las leyes de este país, eso no es más que una falta y para llegar a delito tiene que superar los 400€. Su historial delictivo presentaba numerosas retenciones policiales para quedar en libertad muy pronto, por orden judicial; a parte, contaba con otros delitos por los que había pasado temporadas en la cárcel. Con el uso del cuchillo intentó cubrirse las espaldas. El tipo era muy alto, fuerte y era evidente que presentaba buena musculatura. En una pelea cuerpo a cuerpo no tenía nada que hacer. Silenciarlo de por vida le pareció lo mejor. Por eso el apuñalamiento había sido certero, con fuerza, profundo, entre las costillas para llegar directo al corazón.A primera hora de la tarde les llegó el aviso a los de la UVI móvil: “Una hemorragia grave, no tiene buena pinta”. El conductor experimentado sabe que en esos momentos ganar segundos al tráfico es crucial, por suerte varios miles de coches han abandonado la ciudad para pasar el fin de semana fuera. En muy poco tiempo la UVI móvil llega al lugar donde está desplomado el científico apuñalado. Varias personas silenciosas observan el cuerpo inerte de la víctima, la policía empieza a despejar la zona. Los especialistas sanitarios actúan con la rapidez propia de su profesionalidad, dos llevan una camilla y material de urgencias, mientras otro se adelanta, posa sus dedos sobre el cuello del paciente y mira a sus compañeros haciéndoles un gesto afirmativo de que presenta signos vitales. Con perfecta coordinación empiezan las maniobras de resucitación, aplicando tratamiento de cuidados intensivos ya camino de un importante hospital de la ciudad.
Un niño de 8 años,de pelo castaño y piel transparente, inquieto y nervioso, no hace más que mirar por la ventana. En una de estas, lo vio venir corriendo y pararse en frente del edificio. Hizo visera con la mano para evitar los rayos del sol y poder mirar hacia arriba, en dirección a la ventana en la que se encontraba el niño. Este se quedó petrificado, se le tragó la voz y se meó en los pantalones. Al ver el charco que había dejado en el suelo, pudo reaccionar y corrió al teléfono para marcar el número que le habían dejado. —No es posible, te has equivocado chaval, está en la cárcel.
Al tener la respuesta de la cárcel, el jefe de policía mandó un coche patrulla a la zona y por allí lo encontraron merodeando. Lo agarraron porque tenía una orden de alejamiento por ser padre maltratado. Al cachearlo en la comisaría, le encontraron 300€ que no pudo justificar más una mancha de sangre en la manga de la chaqueta sin tener ninguna herida.