Víctor Díaz Caro, exguerrillero que intentó matar a Pinochet: “Las torturas que pasé son solo accidentes de trabajo”
La vida del ahora camarógrafo para TVE, refugiado en París tras darse a la fuga en los noventa, se narra en un nuevo pódcast producido por la periodista Almudena Ariza
Víctor Díaz Caro, cámara de TVE y exguerrillero en Chile, en el Hotel Francisco I de Madrid, el 28 de septiembre.ÁLVARO GARCÍAMadrid – 11 OCT 2023 – 00:40 CLST
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Como camarógrafo de TVE en París, Víctor Díaz Caro (Santiago de Chile, 64 años) mira la vida a través de una lente. Sin embargo, hace 40 años lo hacía desde la mirilla de un fusil: a los 23 comenzó a militar en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, una organización guerrillera contraria a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Fue uno de los encomendados para asesinar al dictador en una misión conocida como Operación siglo XX. Aunque la emboscada, efectuada el 7 de septiembre de 1986, dejó cinco muertos; el autócrata salió vivo. A las pocas semanas de su fallida misión, Díaz fue arrestado y torturado. Pasó cuatro años en prisión hasta que se dio a la fuga en 1990 para huir a Francia, donde, desde entonces, vive como refugiado político. Es allí donde conoció a la periodista Almudena Ariza, quien le propuso contar su historia, recogida en el pódcast El Guerrillero, producido por Ariza y Yes We Cast.
Pregunta. ¿Ha sido difícil contar su vida?
Respuesta. No, para nada. Nunca ha sido un secreto, simplemente la gente no preguntaba ni iba más allá. Almudena [Ariza] ha sido la única en tomar la iniciativa. Un día le conté por qué estaba allí y al día siguiente llegó con una grabadora y comenzamos a hablar.
P. ¿Qué piensa cuando escucha el nombre de Augusto Pinochet?
R. Si me lo hubiesen preguntado hace 30 años, habría dicho que es un hijo de puta asesino. Pero hoy le doy razón a mi madre, que decía: “Por algo no lo mataron”. Con el tiempo, se ha descubierto que era un ladrón y que su familia tenía vínculos con el narcotráfico. Si hubiésemos cumplido el objetivo, lo habríamos convertido en mártir.
P. ¿Cómo vivió la emboscada ese 7 de septiembre de 1986?
R. Yo debía ocuparme de los motoristas que iban delante de la comitiva de Pinochet para que no escaparan y dieran el aviso en Santiago. Todo pasó muy rápido: comencé a disparar cuando escuché el tiroteo detrás de mí y pude abatir a uno de los motoristas. A los pocos minutos, el jefe de grupo nos alcanza y se sube eufórico a la camioneta que yo estaba conduciendo y gritaba: “¡Matamos a Pinochet!”. Los que íbamos al frente de la comitiva no supimos hasta después que el vehículo del dictador logró escapar.
P. ¿Qué sintió?
R. Fue pasar de la felicidad absoluta a la peor tristeza. Nos sentimos como el arma justiciera de todo un pueblo por algunas horas antes de saber que estaba vivo. Esperábamos que saliera la noticia por televisión para tener la certeza, pero cuando [Pinochet] apareció vivo alrededor de la medianoche fue una gran decepción.
P. Su padre ejerció como subsecretario general del Partido Comunista en la era de Salvador Allende, ¿no le interesó la carrera política?
R. La política es compleja, pero no todo vale. Ver corrupción a la derecha y a la izquierda le quita a uno las ganas y las fuerzas para seguir ese camino. Preferí quedarme como observador. Serví como portavoz del frente y cumplí mi misión, pero hasta ahí.
Es muy difícil ser líder; te corrompes muy fácil
P. Usted entró en la guerrilla muy joven, ¿echa de menos una figura juvenil revolucionaria?
R. Sí, hacen falta nuevos Ches [Guevara] y Fideles [Castro]. Ambos tenían sus posturas claras, siendo muy jóvenes. Pero, es muy difícil ser líder; te corrompes muy fácil.
P. ¿Se puede ser revolucionario en el siglo XXI?
R. No es imposible, pero hay que dotarse de armas sólidas. No necesariamente las de fuego, sino las que generan intelecto. Hay que leer, instruirse y ser capaz de combatir las noticias falsas. Lamentablemente, la nueva generación con sus móviles no augura mucha esperanza.
El padre de Víctor Díaz Caro ejerció como subsecretario del Partido Comunista de Chile en la época de Allende: «Si hubiera sabido cómo el régimen mató a mi padre, hubiera sido más despiadado».ÁLVARO GARCÍAP. ¿Se arrepiente de su vida como guerrillero?
R. Tal vez de los secuestros políticos. De los ataques a cuarteles militares y a la policía secreta, no. Si hubiera sabido cómo el régimen mató a mi padre, habría sido más despiadado. Tampoco sufro el síndrome del superviviente: he dormido bien toda mi vida. Las torturas que pasé, como dice un hermano, son solo accidentes de trabajo.
P. Con su hermano se refiere a un compañero de armas.
R. Son mis hermanos. Así estaba escrito en nuestro primer manifiesto y así me he referido siempre a ellos. Aún hablo con algunos: uno vive en Tarifa y mis hijos lo llaman ‘tío muchos nombres’, por todos los alias que tuvo en Chile.
P. ¿Extraña Chile?
R. Hasta el año del Estallido [social; las revueltas de 2019], tenía el proyecto de volver. Sin embargo, cuando vi cómo les pagaron [a los manifestantes] ―hace dos días me enteré de que todavía hay gente en prisión―, cerré el capítulo con Chile. Me dio una tristeza enorme. Aunque soy patriótico, trato de no opinar sobre Chile porque tengo una opinión muy mala.
SOBRE LA FIRMA
Periodista de la sección Internacional. Anteriormente trabajó en ‘El Tiempo’, en Colombia. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.