El Málaga venció 10 jornadas después logrando por fin traducir en puntos el buen juego desplegado desde la llegada de Romero.
La noche empezaba teñida de negro, y no precisamente el negro de las nubes que hacía apenas 48 horas habían asolado la capital malagueña. No, este era el negro de la indignación, el descontento y la ignominia que la parroquia malacitana expresaba con un mosaico de pancartas dirigidas a Liga y RFEF. La visual bruna se acompañó de una dantesca pitada cuando salieron al césped árbitro y asistentes.
El colegiado, que ya nos perjudicara gravemente en el partido que ambos equipos disputaron en el Estadio de Gran Canaria, parecía dispuesto a continuar en esa línea, pitando faltas cerca del área malaguista cada vez que algún jugador insular caía sober el verde. Y en una de éstas llegó el gol canario, obra de Mauricio Lemos. Un gol raro, ya que el árbitro acababa de parar el juego justo antes del lanzamiento para ir a hablar con el delegado del Málaga (al parecer, se quejó de la emisión de imágenes en el video-marcador) y a más de uno le pilló desprevenido el lanzamiento, entre ellos, a Kameni.
El Málaga ofreció un juego basado en una férrea presión a la salida del balón y en salir con velocidad. José Rodríguez daba solidez a la medular a la vez que desatascaba la zona mostrando una gran visión de juego. Lástima perder al tándem Rodríguez-Camacho para Eibar. El primero fue expulsado y el segundo cumple cupo de amarillas.
Como si de una película de cine independiente se tratase, los tintes monocromáticos de la noche pronto pasarían del negro al amarillo. Y no amarillo canario. Amarillo Keko. El extremo madrileño hizo un partido digno de jugador top, siendo el principal puñal del ataque albiceleste con sus incisiones constantes por la banda derecha y su enorme apoyo defensivo y ayuda para Rosales.
El gol del empate llegaba tras un aparente centro de Pablo Fornals que despistó a todos y se coló por la escuadra de Javi Varas. Y gracias, porque precedía a un penalti a Camacho no pitado.
La remontada se culminaba tras una rápida combinación al primer toque en la línea divisoria que dejaba solo a Keko aprovechando la adelantada zaga canaria. Charles, que le acompañó en la carrera, llegó para empujar el centro medido y volver a ver portería por segundo partido consecutivo.
La segunda mitad pudo ser una fiesta para la inconmensurable afición malaguista que llevó en volandas al equipo sin parar de animar, si un cabezazo de Demichelis se hubiera colado en la red, pero tras un doble palo el balón salió despedido, sentando a muchos de los que ya celebraban la sentencia del partido.
Con la expulsión de José Rodríguez empezaba un interminable éxodo de 20 minutos hasta el final del encuentro. El Málaga acabó jugando con hasta siete defensas en el césped, encerrado dentro de su área y con apenas ocasión ya de sorprender a los de Quique Setién.
Tras varios lances que pudieron provocar más de un infarto, el marcador no se movió. Primera victoria para Marcelo Romero como entrenador en la élite. Quedó patente que, si los árbitros les quitan puntos, la afición se los da.