El Málaga arrolló al Mallorca en un encuentro donde sólo los locales demostraron que merecían los puntos en juego mientras que los baleares se limitaron a pasearse por el césped malagueño
Foto: La opinión de Málaga
Málaga 3-0 Mallorca
Tuvo que venir Julio Baptista desde Brasil para acabar con la sequía goleadora del conjunto entrenado por Pellegrini. El Málaga hoy demostró garra, lucha y coraje. Algo de lo que ha carecido durante gran parte de la temporada. Además, el equipo jugó (valga la redundancia) en equipo de nuevo tras varios partidos en los que los jugadores pecaron de individualistas dejando así entrever sus carencias.
Manuel Pellegrini aprovechó la presencia de Baptista en el once titular y la sanción de Eliseu para hacer cambios tácticos que nos hacían recordar a su Real Madrid de hace un año, ese que (aparentemente) prescindía de una banda y formaba asimétricamente. Sin el mencionado Eli, el dueño del lateral izquierdo fue un Mtiliga que merece la renovación no menos que cualquier otro integrante de la plantilla. Oxigenó la banda hasta el minuto 90 dándose carreras de 80 metros cuando el resto ya arrastraba los pies.
Con Baptista, Sebas y Rondón, el equipo tuvo más presencia y mordiente arriba, y eso se demostró con el primer gol de Sebas Fernández tras asistencia de Rondón.
Poco después, una jugada personal de La Bestia en la frontal del área con inmejorable finalización disparando pegado al poste colocando el balón con potencia fuera del alcance de Aouate, sirvió para poner el 2-0 en el marcador.
La segunda mitad comenzó como acabó la primera. El Málaga quería sentenciar y asfixiaba a un Mallorca que aún no se había bajado del autobús. Tras varios corners a favor, fue a balón parado, en una jugada de estrategia magistral (de pizarra de basket) donde Duda puso el balón en la cabeza de Baptista para que éste pusiera en la red el 3-0 definitivo.
Luego, los blanquiazules se limitaron a dormir el partido defendiendo y tocando con la tranquilidad que da el tener delante a un equipo en el cual reinaba ante todo la desmotivación y la pasividad.
La salvación sigue siendo poco menos que una utopía, aunque lograr una buena regularidad en el juego en los últimos partidos podría ser la llave para conseguir tal fin.