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Tras la victoria española en San Quintín, hacía apenas un año, el rey francés Enrique II reclutó un nuevo ejército en la Picardía pidiendo ayuda naval al sultán otomano para “entretener a la fuerza naval española”. Así, avanzaron por la costa y tomaron Calais, Thionville. Pero, Francia apostó todo en esta carga y a punto estuvo de poner en un aprieto al Imperio español ya que otro ejército francés invadió Flandes con 12.000 infantes, 2.000 jinetes y mucha artillería.
Este, tras pasar el río Aa por su desembocadura, conquistó Dunkerque y Nieuwpoort, amenazando el corazón de Flandes. Sin embargo, su avance será frenado por los Tercios españoles, que les interceptaría en el río Aa. Esta batalla ponía fin a la guerra iniciada en 1547 entre Francia y el Imperio Español. Aunque, siendo fieles a la verdad, esta guerra venia de atrás concretamente por el control de Italia, un control que iba a ser español todavía un largo periodo de tiempo.
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Victoria en Gravelinas
La versión oficial consideraba que la victoria española obtenida en San Quintín, a unos 150 km de París, hacia un año dejaba noqueado al ejército francés como apunta César Cervera (2017) y permitía reconstruir la situación. Así, el Duque de Alba entró en Roma obligando al Papa a reconocer la nueva situación, siendo ese el objetivo, como apunta Esparza (2017), y no la toma de parís. Por su parte, al rey Felipe II no le interesaba continuar la guerra con Francia ya que este país comenzaba a vivir un momento de tensión entre católicos y hugonotes siendo la labor de Felipe II proteger la fe católica, es decir, hacer una política universal, no nacional. Felipe II no invadió Francia porque quería que se volviese a reunir el Concilio de Trento, paralizado anteriormente, y que se estableciese la verdad de Roma sobre las demás herejías protestantes.
Sin embargo, Enrique II de Francia como relata Antonio Villegas (2014), deseando vengarse por lo acaecido en San Quintín, invirtió mucho dinero y consiguió reunir un ejército nuevo. Pagó a los otomanos para que presionasen las posesiones españolas en el Mediterráneo pero también, como establece Esparza, pagó a los escoceses para hostigar a Inglaterra. Reclutó un nuevo ejército que puso en manos de sus mejores hombres como Luis Gonzaga-Nevers, duque de Nevers, el duque de Guisa y el señor de Thermes, todos ellos de alta alcurnia como menciona Antonio Villegas. El duque de Guisa arrebató el puerto de Calais a los ingleses y el 22 de junio de 1558 tomó la ciudad de Thionville (entre Flandes y Francia). El señor de Thermes, por su parte, invadió Flandes, con 12.000 infantes, 2.000 jinetes y mucha artillería, mientras amenazaba Bruselas tras haber pasado la desembocadura del rio Aa y conquistar Dunkerque y Nieuwpoort. Thermes, tras su “triunfo” y después de saquear las ciudades flamencas, decide volver sobre sus pasos y dirección Calais pone sitio a Gravelinas, ciudad sobre la que decide lanzarse. Sin embargo, un ejército español le está esperando.
En Revista de historia (2015) se establece que el ejército español, con el duque de Saboya y Felipe II y con el mando táctico en manos del conde de Egmont estaba formado por 12.500 infantes y 3.200 jinetes, presentándose en Gravelinas el 13 de julio de 1558. El ejército francés quedó boquiabierto al observar la rapidez de la maniobra del ejército español y tuvo que presentar batalla quedando el río a su espalda, el mar a su izquierda –plagado de naos vizcaínas e inglesas- y cargado de inmensos bagajes en su ala derecha con el botín consecuencia dela rapiña en Flandes.
El conde de Egmont, por su parte había dejado a la artillería apostada detrás de su ejército ya que según los autores podría estorbar en la maniobra de interceptar a los franceses antes de que cruzaran el río. Los franceses presentaron batalla y viendo la situación de los españoles confiaban en una victoria fácil según establece César Cervera. Una vez avistadas las posiciones francesas, Egmont dispuso a sus tropas en media luna pero con la disposición ya habitual: en el centro se dispuso a los tercios españoles junto a las unidades flamencas y alemanas, mientras que los flancos quedaron para la caballería ligera. Thermes dispuso, a su vez, a su artillería y caballería delante de la infantería pues esta era la que escudaba las carretas cargadas con el botín.
Mientras los franceses gritaban y cantaban, los españoles, como establece Antonio Villegas, permanecían en silencio mientras observaban y soplaban las mechas de sus arcabuces. Es entonces cuando comenzó el espectáculo.
Los franceses aferrándose a la creencia de obtener una rápida victoria y sin hacer caso a su nefasta posición estratégica comenzaron a cañonear las posiciones españolas mientras establecían un combate desordenado con su caballería. El conde de Egmont no pudo hacer frente a la caballería acorazada francesa que avanzó de manera caótica. Sin embargo, a medida que avanzaban los franceses fueron sorprendidos por los arcabuceros españoles, los mejor armados de Europa, según los autores. La caballería fue acribillada mientras los españoles tomaban posición se adueñaron de los bagajes enemigos y comenzaron a cargar contra la infantería francesa, que permanecía resguardada tras las carretas. Esto provocó una nueva desbandada, muy común en las filas francesas cuando se enfrentaban a los españoles, que produjo una huida general. Unos huían hacia la playa siendo acribillados desde los barcos españoles e ingleses y otros quedaron a su suerte en manos de la infantería y caballería del ejército español. Egmont, mientras tanto, atacó con la caballería sobre el grueso del ejército francés, estando el propio conde a la cabeza de sus jinetes.
El resultado de la batalla fue el siguiente, apenas unos 1500 franceses consiguieron escapar de los españoles, replegándose hacia sus fronteras; el señor de Thermes fue hecho prisionero y Enrique II de Francia se vio obligado a firmar la paz con el rey Felipe II, en 1559 –paz de Cateau-Cambrésis- mediante la cual Francia renuncia a los territorios italianos y se compromete a combatir las herejías cristianas. A raíz de todo ello, Felipe II contrajo matrimonio con la hija del rey francés, Isabel de Valois.
Gravelinas pone de manifiesto la hegemonía española en Europa, cuyo resultado, el tratado de paz de Cateau-Cambrésis, fue beneficioso para Felipe II. Francia quedó sin fuerza militar y el tratado de paz se mantendrá durante un siglo.
Autor: Álvaro González Díaz para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
CERVERA, C., La batalla de las Gravelinas, los arcabuceros españoles aplastan a Francia en el último suspiro, ABC, 2017; https://www.abc.es/historia-militar/20150731/abci-batalla-gravelinas-arcabuceros-espanoles-201507301607.html
ESPARZA, JOSE J., Tercios, la esfera de los libros, Madrid, 2017, pp. 142-148
VILLEGAS GONZALEZ, A., Hierro y plomo, glyphos, España, 2014, pp. 55-57
https://revistadehistoria.es/la-batalla-de-gravelinas-supremacia-continental-de-los-tercios/
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