Revista Opinión

Victoria Woodhull for president

Publicado el 05 noviembre 2016 por Miguel García Vega @in_albis68
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victoria_portadaVictoria nació en 1838 en un pueblo de Ohio, las séptima de diez hermanos. Su padre, Reuben “Old Buck” Buckman Claflin, fue un emprendedor: vendía aceite de serpiente como remedio milagroso para todo tipo de males. También compró un molino ruinoso, lo aseguró por una gran cantidad de dinero y le prendió fuego. Lo pillaron y toda la familia tuvo que salir por patas del pueblo con lo puesto.

Con esos antecedentes quizás no fuera tan sorprendente que Victoria Woodhull acabara siendo medium, periodista, broker y política. Lo que sí es destacable es que se convirtiera en la editora de un medio feminista y en la primera mujer corredora de bolsa en Wall Street y, sobre todo, la primera candidata a la presidencia de los Estados Unidos, cuando las mujeres ni siquiera podían votar.

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A Victoria, como a la mayoría de las mujeres de su época, los hombres no se lo pusieron nada fácil desde el principio. Primero su padre, un pícaro que arruinó su infancia pero tal vez sin querer la preparó para afrontar las dificultades futuras. Los sobresaltos de su infancia le impidieron una educación formal, lo que habla bien de su curiosidad e inteligencia. Luego, su primer marido, un médico llamado Canning Woodhull, del que siempre conservó el nombre. Con ese matrimonio, cuando apenas tenía 15 años (él 28) Victoria salió de la sombra de su padre para acabar en una versión si acaso aún más oscura. El doctor Woodhull ni era doctor ni era un marido: no tenía ningún tipo de licencia ni estudios médicos y resultó ser un maltratador alcohólico y mujeriego.

Otro golpe para una niña que tuvo que crecer muy rápido, con un esposo ausente y dos niños que mantener. Hizo todo tipo de trabajos, hasta que encontró en la magnetoterapia y el curanderismo una vía de ingresos suficiente como para divorciarse. Una decisión en defensa propia pero muy valiente en una sociedad que admitía el divorcio legal pero que a la vez estigmatizaba a las mujeres que recurrían a él. En aquella época Victoria ya empieza a defender sus ideas feministas, la igualdad de derechos y un cierto aire socializante en defensa de los oprimidos.

Medium, broker y periodista

Su hermana Tennessee “Tennie” Claflin siempre estuvo a su lado, eran inseparables. Con su ayuda, en 1866 Victoria empieza una etapa marcada por su ‘ascenso’ en el mundo espiritista y su vuelo en solitario, aunque apoyándose en dos nuevos hombres que entran en su vida.

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Victoria a la izquierda, su hermana Tennie a la derecha. Inseparables.

Este año se casa con James Harvey Blood, coronel retirado con el que comparte ideas avanzadas, y que le ayudará en su futura carrera periodístca. El otro hombre es Cornelius Vanderbilt, un financiero que se había quedado viudo a sus 76 años. En aquel tiempo Victoria se había mudado a Nueva York y empezaba a tener cierta reputación como médium en los ambientes espiritistas de la ciudad. Vanderbilt le pidió ayuda para contactar su esposa fallecida; no se si lo logró, pero el caso es que Victoria y él sí conectaron enseguida. Tal vez el viejo Vanderbilt vio en Victoria lo que nosotros intuimos, una gran inteligencia y dotes comerciales, así que la apoyó para que montara, junto a Tennie, la Woodhull, Claflin and Co. una agencia de corredores de bolsa. De esta manera  las hermanas se convirtieron en las primeras mujeres brokers de Wall Street.

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No les fue mal, “las reinas de las finanzas” les llamaron en la prensa. Con los beneficios montaron, en 1870, un semanario: el Woodhull & Claflin’s Weekly. En él plasmaron sus inquietudes emancipadoras. Publicaron el Manifiesto Comunista, por ejemplo, y proclamaron sus ideas feministas, empezando por el derecho al voto de las mujeres, que todavía se les negaba. También se manifestaron a favor de la libertad en el vestir (algo más importante de lo que parece), del vegetarianismo, el espiritualismo y la mejora de las condiciones de los trabajadores.

El semanario apostaba por una educación sexual más avanzada y por la legalización de la prostitución,  aunque Victoria, particularmente, se había manifestado contra la misma; incluyendo en la etiqueta algo cotidiano en aquella época como eran los matrimonios por conveniencia. Bueno, en cualquier época.

Amor libre

También seguía su cruzada por el amor libre. No piensen en comunas con orgías regadas por drogas psicodélicas; en aquel tiempo ‘amor libre’ significaba que la mujer pudiera ser dueña de su cuerpo, tener o no tener hijos a voluntad y poder decidir siempre con quien disfrutar o no relaciones sexuales o sentimentales. Algo mucho más complicado antes de los anticonceptivos.  “Si las mujeres pasan de la esclavitud a la libertad sexual, a tener el control y posesión de sus órganos sexuales, el hombre estará obligado a respetar su libertad”, escribió. Y también: “tengo el derecho inalienable, constitucional y natural de amar a quien yo quiera por el tiempo que pueda y ninguna persona ni ley está autorizada a intervenir en este derecho”.

Y claro, las llamaron putas. Tanto a ella como a su hermana las acusaron de ejercer la prostitución como medio de ascenso social. Seguro que también les mandaron a fregar, algo que por suerte ya no pasa.

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Pero, por el contrario, su ascendencia en el movimiento feminista crecía. Aunque algunas de las líderes – Susan B. Anthony, por ejemplo– desconfiaban de sus métodos y unas ‘escandalosas’ ideas sexuales, la participación de Victoria en 1871 en la National Woman Suffrage Association (NWSA) y su defensa de que el derecho al sufragio femenino ya estaba implícito en un par de enmiendas de la Constitución le dio muchos apoyos en el sufragismo. De hecho, Woodhull, siguiendo esa doctrina, fue la primera en realizar una petición formal del derecho al voto femenino ante el Congreso de los Estados Unidos, acto que recogió la prensa de la época. Otra vez pionera.

A por la presidencia

Victoria iba siempre hacia adelante, así que el siguiente paso fue que un grupo escindido de la NWSA la nominó como candidata a la presidencia por el Partido por la Igualdad de Derechos (National Equal Rights Party). Era 1872 y, por primera vez, una mujer se postulaba como presidenta.

Era muy pronto para que demócratas y republicanos asumieran algo así, por lo que todo ello no dejaba de ser algo simbólico. Más teniendo en cuenta que Woodhull se presentaba a unas elecciones en las que las mujeres aún no tenían derecho a votar.

Frederick Douglass
Frederick Douglass

Para ‘ahondar en la herida’, Woodhull completó el escandaloso ‘ticket presidencial’ con la nominación para vicepresidente de Frederick Douglass, un  antiguo esclavo autoliberado, activista abolicionista y una de las personalidades más influyentes de la época. Pero esta nominación no dejaba de ser una acción de marketing político ya que Douglass nunca participó en ella ni se dio por aludido.

A pesar de que todo el asunto estaba condenado a cierta irrelevancia, el poder siempre piensa que lo mejor con los precedentes es evitarlos. Woodhull no pudo ser votada porque durante las elecciones tanto ella como su marido  y su hermana Tennie estaban en la cárcel. Salieron 6 meses después por un defecto de forma, pasadas ya las elecciones.

Ingresaron en prisión por publicar “material obsceno” en su semanario. Dicho material consistía en un artículo que no gustó a Henry Ward Beecher, pastor protestante en Brooklyn y uno de los enemigos declarados de las dos hermanas. El Woodhull & Claflin’s Weekly, publicó que Beecher, defensor de una moral estricta, estaba cometiendo adulterio con una de sus feligresas, denunciando la hipocresía y doble moral del clérigo.

Fracasada la primera tentativa, Woodhull probó un par de veces más, en 1884 y 1892, ésta última vez con el apoyo de la Convención Nacional de Mujeres Sufragistas.

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Por el camino se divorció de Blood, se fue a Inglaterra, se casó con un banquero y siguió dando conferencias y publicando escritos a favor del sufragismo y los derechos de las mujeres. Murió en Inglaterra en 1927, así que aún le dio tiempo a presenciar cómo las mujeres conseguían el derecho al voto, en 1818 en Inglaterra y en 1920 en Estados Unidos.

Curandera, médium bróker, activista, periodista, política, relacionada durante toda su vida adulta con empresarios y hombres de negocios,  Victoria Woodhull es un personaje sorprendente. Una mujer pionera con una visión de la vida adelantada a su época que se enfrentó una y otra vez al sistema desde dentro de él, exprimiendo sus posibilidades. En un mundo trufado de vendedores de crecepelo ella fue uno más, jugando con sus armas para vender su crecepelo. Un perfil que a parte del feminismo le hacia sentir muy incómodo pero que hace al personaje aún más fascinante.

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