Revista Cultura y Ocio

Vida de perros (II)

Publicado el 29 diciembre 2015 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Cambiar el sistema

¿Cómo lo hacemos entonces? Estoy convencido de que la respuesta exacta no llegará por aquí, pero quizá sí el modo. Hagámoslo juntos. A menudo, las denuncias públicas contra perreras e incluso contra protectoras sitúan el ojo del público allí donde no reside el problema.

Sí, hay perreras que no actúan como deberían, o que no hacen todos los esfuerzos; y en todas las perreras se mata a los animales si estos no encuentran adoptantes que quieran compartir sus vidas con ellos. Sea como sea, están en nuestras manos. Entonces, ¿cómo es posible que la solución no llegue cambiando el modo en el que se hacen las cosas?

Ejemplar de pastor alemán adulto
Debido a la cría irresponsable, muchos ejemplares de pastor alemán tienen serios problemas de displasia en las caderas. Algo similar ocurre con razas como los carlinos (o pugs) en los ojos o en los bulldogs con sus dificultades para respirar. ©Dario Sgroi

Verás, veinte días es el tiempo máximo que la Administración calcula (con fundamento o sin él, aquí ahora no voy a entrar) que puede mantener a cada animal antes de que la cadena de abandonos haga que sea imposible hacinar más perros y gatos en jaulas. Entonces, se les mata con una inyección, o se les gasea (son los dos métodos más utilizados), y luego se les quema en hornos crematorios. Hasta aquí, es lo que se sabe; y si bien todos hemos escuchado historias todavía más horribles, poco sentido tienen sin pruebas. Además, la cara visible ya es bastante mala como para hacer algo, ¿no crees?

En el párrafo anterior, hemos visto el primer grado de relación entre los abandonos y las perreras; si los animales de compañía van a la perrera, pueden morir; es más, suelen morir. Si no se abandonasen animales, entonces, no habría perreras. La causa-consecuencia aquí es simple y, sin embargo, casi cincuenta años de políticas animalistas no han conseguido reducir la tasa de abandonos de una forma notable. Hoy, hay más conciencia que ayer, pero se siguen abandonando perros, gatos y otros animales. ¿Por qué?

Existen tres vías que favorecen el abandono: la cría sin control, la identificación y la ley en sí misma. Entre estas tres causas —y esto que voy a afirmar, quizá traiga cola—la menos preocupante es la cría. A lo largo de mi vida, los perros más equilibrados con los que he compartido mi vida han sido mestizos, pero puedo entender la idea de tener de compañero a un pastor alemán, un sabueso americano o un mastín de los Pirineos (tres razas fantásticas).

El problema subyace cuando no existe un control para esa cría. No solo en un sentido primario de compraventa (a quién se vende el cachorro, cuándo, garantías del criador, etcétera), sino también de censo. Es total y absolutamente aborrecible comprar un cachorro de una camada de la que nueve de diez serán enviados a la perrera, sobredimensionando un grave problema, y el décimo tendrá la vida que solo soñarán el resto de sus hermanos. En perros, y sobre todo en gatos, la esterilización juega un papel fundamental aquí, donde las nuevas camadas pueden suponer doscientos (¡200!) o trescientos (¡300!) animales en dos o tres años.

Incluso en un sentido utilitarista es absurdo el gasto de recursos que las nuevas camadas suponen y absolutamente falto de ética que esto se permita. Hoy, debería controlarse públicamente el número de criadores que existen y el número de camadas que se lanzan al mercado, y contraponer y utilizar esos datos para restringir el acceso. Anteponer la ética al dinero; limitar la compraventa e incentivar la adopción. Hoy más que nunca, cuando el 50% de los animales que se han abandonado o renunciado son de raza (Cifre, 2014).

A su vez, el abandono animal tiene otra cara a principios de año. Una cara que te recomiendo que veas en Febrero, el miedo de los galgos (Blánquez, 2013) donde los galgueros abandonan a miles de animales que ya no son útiles para la caza; los más afortunados encuentran un nuevo hogar, los menos afortunados no valen ni el precio de un disparo, y son colgados en el primer pino que el tirador encuentra en el camino.

Pitbull en la perrera de Palma de Mallorca
Una de las muchas fotografías que se realizan a los perros de Son Reus (Palma de Mallorca) para su difusión; muchos de ellos son pitbulls y staffordshire terriers, perros de raza cuyo pedigrí tampoco les impide caer en la compra o la adopción irresponsable.

En el siglo XXI, en el año 2015, esto no puede ocurrir: esto es algo que no debe ocurrir. Si queremos solucionar el problema del abandono y el maltrato animal existe una herramienta: el microchip. Todos los animales, sin excepción, tienen que estar identificados y con los datos actualizados por los propietarios. Así, los verdaderos animales estarían controlados de verdad.

Sí, sé lo que me vas a decir: primero, que es utópico, porque lo mismo le cuesta pegarle un tiro que rajarle la espalda y extraerle el chip de ese animal que ya no les sirve, ¿verdad? Lo mismo cuesta mantener los datos desactualizados, o falsearlos… Te equivocas. Ahí, ahora, es cuando entra en juego la ley. Si usas un animal para la caza o es tu fiel compañero hasta el día que te canses, mantienes sus datos actualizados, y el día que lo abandones, o te encuentren asfixiando al perro con un cabo, o maltratando a un gato, o a un burro, irás a la cárcel.

Aquí entra la legislación. Esta es la tercera premisa, y aquella por la que debemos pelear de verdad. Ha llegado el momento de comprender que no está funcionando: los abandonos no decrecen, los galgos solo bajan muertos del árbol cuando llega una tardía mano amiga, y los animales viven y mueren con miedo a nosotros. Incluso los animales con los que decidimos, mutuamente, compartir nuestra existencia más cercana.

Si una pena económica no es suficiente, deberá imponerse un castigo por lo penal. Si cinco años de cárcel no disuaden al maltratador, tendrán que ser veinticinco. La educación y la conciencia funcionarán a medio y largo plazo, pero hoy necesitamos herramientas prácticas como sociedad.

No se trata solo de prevenir posibles crímenes a otros seres humanos, razón primera por la que el FBI mantiene fichados y controlados a maltratadores de animales, sino porque ellos, como nosotros, son seres que sufren, sienten y padecen. Y lo que es peor, sin razón alguna.


Lista de referencias bibliográficas:


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