Doña Ignara García Nesciente, era corta y redundante, a más de estar a la luna de Valencia, en su sentido más oscuro, es decir, durante un eclipse.
- Usted cree que ella lo sabía.
- Estaba bautismalmente incapacitada para ello.
- ¿Le dio un aire durante el bautizo?
- No exactamente.
Doña Ignara casó en terceras nupcias (las dos primeras fueron de prueba y declaradas nulas), con Don Prudencio González Achantado, cónyuge pusilánime y predestinado que no subió a los altares por parapoco, pero, qué se ganó el cielo junto al sacramento, se lo ganó.
- ¿Fue hombre de innúmeras virtudes?
- No, sólo se le conoció un gesto heroico, pero suficiente.
- ¿Relacionado con la fe?
- Más bien con la resignación, fuera ésta cristiana o no.
El matrimonio no tuvo descendencia, no sabemos si por la sabiduría de la naturaleza o por la comprensible poca voluntad de cumplir con el débito por parte del marido.
- ¿Se le había retirado el “animus iodiendi”?
- En la primera cita.
- ¿Y aun así casose?
- Por ello casose.
Doña Ignara, natural de Torrelodones, no gustaba de indicarlo por la mala rima que tiene y siempre decía que era de a treinta kilómetros al noroeste de Madrid, que además de largo, es impreciso, pues Torrelodones sólo está a veintinueve kilómetros. Además, era coja del pie izquierdo, que podría indicar su mala inquina y tonta de la derecha, que podría indicar su estulticia.
- ¿De la parte derecha del cerebro?
- No, de la parte derecha y abundante del PP.
- ¿De ahí lo de vida ejemplar?
- Precisamente, aunque de mal ejemplo.