A vueltas con el cajón de sastre conocido como Novela Gráfica, erróneamente se ha atribuido a Will Eisner, uno de los maestros del género, la invención de dicha etiqueta. Lo que no se le puede discutir al creador de The Spirit es el haber popularizado un término que tan buenos beneficios está dando a las editoriales de tebeos de toda la vida. Norma se está encargando de publicar las obras completas de Eisner en España, y acaba de sacar en un bonito tomo en tapa dura Vida en Otro Planeta, uno de sus trabajos fundamentales más satisfactorios y divertidos. Desde que fuera impreso por entregas en la revista Creepy de Josep Toutain, había permanecido inédito en nuestro país durante un cuarto de siglo. Es todo un gustazo tener este tomo entre las manos ahora para poder volver a leerlo de un tirón.
A raíz de que en un observatorio astronómico norteamericano se reciba una señal del espacio exterior en forma de código que revela una forma de vida inteligente extraterrestre, se desencadena un terremoto de reacciones dentro de las sociedades científica y política mundiales. Pero no se trata de una reunión de urgencia de la ONU para ver cómo enfrentarse a este acontecimiento magno para la historia de la humanidad. A lo que asistimos es a oscuros tejemanejes por parte de dirigentes de primera y de quinta fila, dictatorzuelos, gangsters, espías y pillos de toda condición, que usan la información y se despedazan unos a otros para utilizarla en su propio beneficio. Personajes que en muchos casos remiten a unos modelos reales con los que el lector puede pasar un rato entretenido descubriendo quién es quién. Eisner utiliza los códigos del relato de ciencia-ficción como marco para centrarse en dos de sus obsesiones principales: la reflexión sobre la condición humana y la experimentación estructural y formal. Esta obra nos recuerda a su Spirit por la mezcla de géneros, la ambientación entre penumbras que remite al cine negro, y el análisis de caracteres. Pero se trata de un trabajo mucho más duro y desesperanzado. Incluso su protagonista (aunque es esta una obra que podríamos llamar coral), un científico en principio ingenuo, es una especie de Denny Colt sin antifaz. Este personaje es el único que ve la ocasión del primer contacto con inteligencia extraterrestre como una oportunidad para dar un paso adelante para la humanidad, como la antesala a un mundo mejor. Para el resto de personajes es sólo una forma de conseguir sus mezquinos fines: mayor poder, más dinero. Sin importar los medios que se utilicen para ello, sean estos la violencia extrema, el engaño masivo, o el sexo como forma de manipulación.
Esta fábula disfrazada de intriga de ciencia-ficción es en realidad una sátira política y sobre la estupidez humana, en la que en ningún momento aparecen los extraterrestres. En el fondo, a nadie le importan. Para el autor no son más que una forma de retratar una sociedad corrupta, para sus personajes son un medio para lograr un fin egoísta, y los lectores se olvidan de ellos, más interesados en ver cómo se desenmañará la compleja trama de ambiciones y engaños en la que se ven envueltos todos. Eisner recurre a caracterizaciones complejas, aferradas a los modelos del género, pero rehuyendo los tópicos Un asesino a sueldo simpático, un héroe dispuesto a tragarse sus escrúpulos y, en definitiva, personajes con luces y sombras, cargados de matices. El autor no tiene esperanza en el ser humano, sabe que todo aquello que toque lo va a pervertir y opta por no dar segundas oportunidades.
Formalmente, el maestro rompe los moldes de la página, se salta la estructura de la viñeta y sus márgenes. Cualquier línea vale para enmarcar una escena. Los encuadres no dejan de ser en ningún momento inusitados. Desarrolla con destreza acciones paralelas en la misma página. Describe elipsis sin que apenas seamos conscientes. Revuelve la narración sin que por esta complejidad formal se pierda el hilo discursivo ni la coherencia. Con ojo certero y pluma afilada, Eisner describe una lúcida sátira sobre el ser humano. Una sátira con moraleja, porque Will Eisner es, en definitiva, y estoy de acuerdo en esto con Rafael Marín, un moralista. Como todos los grandes satíricos.
Fran G. Lara