Revista Ciencia

Vida huérfana

Por Biologiayantropologia
VIDA HUÉRFANA
PUBLICADO EN LEVANTE-EMV 23 DE MARZO DE 2012
La mujer le increpaba con pesadumbre: “¡yo no conocí a mi padre! ¡Murió cuando tenía 40 días!” Oía a sus amigas, que a la salida del colegio, gritaban ¡papá!; e iban corriendo hacia los brazos paternales, fuertes y recios, que las acogían. Sufría como niña la ininteligibilidad de su soledad. En las noches oscuras e invernales soñaba con ¡papá!, pero al despertar comprobaba con pena su ausencia. Fatigosamente, como sólo una niña lo puede asumir, se hacía a la idea de la inexorabilidad de su biografía. Nació y se crió huérfana de padre: la fortuita fatalidad así lo quiso. Más adelante, conforme iba madurando, comprendió la paternidad de Dios, y aceptó su destino, pensando que un día podría reunirse con él. No fue fácil y hubo de sufrir penalidades. Pero esa fe le dio la fortaleza que tantas veces necesitó a lo largo de su vida, cuando parecía que la tierra se abría para tragársela o que el cielo se le venía encima como una plancha de acero.
Evoco estos recuerdos de mi juventud, porque me estremece pensar que hoy, por voluntad de los hombres y no de la aciaga naturaleza, estamos trayendo a este mundo criaturas huérfanas. Las modernas técnicas de reproducción asistida permiten, con la ley en la mano, la posibilidad de que una mujer sea madre, eligiendo a su gusto las características genéticas de un varón al que ni siquiera conoce, ni va a conocer, que hará de semental; y además, anónimamente. ¡Paradoja monstruosa! Lo que sería una situación penosa y lamentable, si lo hiciera la naturaleza, se nos antoja, de forma contradictoria, una dicha: la mujer, por fin, puede ejercer el supuesto derecho a ser madre.
Lo que piense esa criatura neonata, cuando sea mayor, no importa. Lo que interesa es lo que piensan quiénes ahora son los mayores. El tiempo, inexorablemente, invertirá las tornas. Y esa persona que vino a este mundo huérfana, ajena a su voluntad y, sin embargo, voluntariamente, querrá conocer sus orígenes –y caerán las leyes que ahora lo impiden- y, sobre todo, se sentirá algo, no alguien, que vino para llenar las carencias afectivas de otras personas. Esto generará confusión y rebeldía. Y considerará, en su ser más íntimo, con furor, que no es hijo de nadie, sino de las grandes fortunas que se amasaron a costa de una biografía truncada. Se revolverá contra sus hacedores. En el mejor de los casos, revocando esas leyes que le permitieron venir a este mundo en esas condiciones; y reclamará justicia contra sus presuntos benefactores que le dieron la vida… huérfana.
Pedro López
Grupo de Estudios de Actualidad

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