Revista Medio Ambiente
Otoño es la estación de las setas por excelencia. Durante estos días es frecuente encontrar gente buscando setas comestibles por los prados y montes, pero además de estas especies, otras muchas setas suelen pasarse por alto debido a que no tienen valor gastronómico. A pesar de no ser comestibles, estas setas desempeñan un importante papel ecológico, ya que participan activamente en la descomposición de los organismos una vez que mueren y en la reintegración de la materia orgánica al ecosistema. A este tipo de hongos se los denomina saprofitos, y para alimentarse de estos organismos muertos primero liberan enzimas que solubilizan la materia orgánica que posteriormente será absorbida.
Entre las raíces de un carbayu arrancado por el viento, varios grupos de setas y hongos planos han colonizado todos sus rincones. Al fijarnos en el tronco sólo observamos los carpóforos, que son las estructuras que conocemos como setas y gracias a las cuales se reproducen sexualmente, pero la mayor parte del hongo se encuentra en el interior, fuera de nuestra vista. Antes de que aparezcan los carpóforos, durante los meses previos o incluso durante varios años, se ha ido desarrollando la red micelar en el interior de la madera, que es la que realmente la ha estado descomponiendo durante ese tiempo.
Pero no todas las especies de hongos se instalan en la madera a la vez. Algunas especies, como la Amillaria mellea, son capaces de atacar árboles aun vivos y provocarles la muerte. En cambio otras especies sólo colonizan la madera muerta y en algunos casos sólo aquella que ya se encuentra medio descompuesta por la acción previa de otros hongos.
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