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Vidas

Publicado el 23 septiembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
Venía por una callecita del centro esquivando charcos, los otros con sus paraguas y sus tristezas completaban la escena, no terminaba de acostumbrarme a su existencia,  sus miradas de todos los días me daban a entender que ellos tampoco.  A veces los notaba confundidos, en especial cuando luego de algún tiempo encerrado en mi buhardilla me decidía a salir a la calle a ver como iba todo, por suerte, por su naturaleza que es la mía,por lo general  no eran agresivos, más bien creo que se regodeaban al criticarme en secreto como seguramente lo hacían con los demás, pero esta vez era distinto, era como si se hubieran dado cuenta de algo más, ahora yo tenía miedo.
Todo empezó una tarde, había completado exitosamente un encuentro sexual con Florencia (por lo menos a mi me había parecido exitoso) y me disponía a fumar en el balcón empujado por su fobia al olor del cigarrillo negro.  Pasaba por la clásica crisis de los 25, donde uno se cuestiona casi todo lo que ha hecho en su primer cuarto de vida, el doctorado en química, mi trabajo para los servicios secretos americanos, mis investigaciones, mis preferencias sexuales y mi riqueza sin fondo.  Pido antes de olvidarme que por haberme la vida favorecido tanto no se me excluya de la posibilidad de ser infeliz, las ventajas materiales no han sido el objetivo de mi vida sino que me he movido únicamente por llenar un vacío dentro mío el cual era saciado con el conocimiento de los secretos de la vida humana, desde la partícula más irrisoria hasta la selva más espesa.  Una vez que ese vacío fue saciado por completo con el descubrimiento del gen de la vida, nada había vuelto a ser igual para mí y porque no para nadie más.
Imbuido en esta crisis creé a Florencia, en realidad vendría a ser como una recreación. No entraré en detalles escabrosos de aquellos que dicen que Florencia se parecía a mi madre ya que mi relato lejos está de querer inclinarse hacia la psicología. El descubrimiento del  gen de la vida me permitía, a partir de un célula cualquiera, desarrollar al individuo  y volverlo a la vida a la misma edad que tuviera la célula. La investigación y el posterior descubrimiento fue gracias al Departamento de Estado Norteamericano y su voracidad. Ellos querían tener el poder de producir, cuando no, soldados. Lo cual logré a mis 23 años. El éxito no fue inmediato sino que las primeras versiones tuvieron muchas fallas, a saber: las células eran demasiado jóvenes y los Vida (llamémoslos así) “nacían” llorando y pataleaban hasta encontrar una manera estúpida de morir, otros eran monstruosos ya que se desarrollaban demasiado rápido, otros era mal formes por ejemplo, no tenían genitales por lo que implotaban al poco tiempo y algunos tantos eran hipersensibles a la atmósfera. La base del descubrimiento era poder descifrar la edad de cada célula, es algo parecido al lo que pasa con la edad de los perros, cada 1 día, cumplen 7. Lo cual permitía crear Vidas muy viejos, alguno podría llegar a tener hasta 700 años, aunque en este caso eran bastante inútiles ya que solo deseaban morir. Una vez encontrada la graduación justa, los Servicios secretos se hicieron con el servicio de 200000 Vidas, las cuales sumando su etapa celular, su incubación y su adaptación estaban listos en sólo 3 meses.  Me sentía Dios: un poco culpable y un poco orgulloso.
Decía que creé a Florencia,recuerdo tomé su célula de origen del mechón de pelo que una anciana tenía guardado de su adolescencia. De ese pelo con olor a naftalina nació quien me acompañaría en mi desdicha de haberlo logrado todo. Los Vida, como tomaban la edad de la célula de la cual fueron creados también tomaban sólo unos pocos aspectos conductuales de las personas de las cuales descendían, nunca llegaban a ser completos como tampoco aprendían demasiadas cosas, pero para el caso ella me venía bien. Sabía que no iba a poder conservarla mucho tiempo, alguien en algún momento se daría cuenta de que ella faltaba. Esa finitud de la relación me hacía sentir vivo.  Tanto me movilizó la posibilidad de perder a mi Vida favorita que empecé a tramar un plan para huir con ella. Tal vez Florencia fue sólo una excusa , tal vez no.
Sabía que podrían encontrarme sin mucho esfuerzo y que mi ausencia se detectaría inmediatamente, que jamás sería libre de nuevo, que mi descubrimiento me había condenado y aunque pudiera tener a mi alcance todos los placeres del mundo yo ya no tenía la posibilidad de decidir por mi propia vida, tengo la teoría de que esto es un castigo de Dios porque yo les había hecho lo mismo a los Vida, lo que técnicamente era lo mismo que los americanos me habían hecho a mí.  Sin resignarme ante el destino, puse en marcha la primera parte del improvisado pero no menos inteligente plan: utilizando casi toda  mi fortuna para sobornar  a mis  asistentes, los guardias y a algunos agentes del Servicio Secreto, así me hice con algunos aparatos y los pasajes necesarios para radicarme en la Patagonia Argentina. Cada uno de los corruptos se comprometió a fingir demencia ante la presencia de mi nombre, aunque no se cuanto les duraría la demencia ante el frío beso de una fierro constante y sonante.
Arribamos a un pueblo pequeño, con el dinero que me quedaba compré una casa muy  pequeña con un patio que haría feliceslas tardes de Florencia. La segunda parte de mi plan era poder poner en funcionamiento la máquina de crear Vida. Necesitaba tener un doble para que la gente del pueblo, donde todos parecían conocerse,  no sospechara de mis largas ausencias y porque no, que si alguien debía ser arrestado por los yanquis sea el pobre Vida. Entiendo que a esta altura ustedes habrán encontrado miles de formas más efectivas de vencer mi condena, la realidad y disculpen la arrogancia, es que si pude crear vida artificial a los 23 años deberían ser un poco menos pretenciosos y aceptar que soy más inteligente que ustedes. Acabando con la digresión, recuerdo que cada día que pasaba sin poder hacer funcionar los aparatos mi miedo a ser descubierto crecía, sólo alguna caricia de mi Flor y alguna que otra pastilla lograba calmarme. Por suerte había encontrado a un chico que hacía la mayoría de mis recados por algunas monedas , lo cual me evitaba salir a la calle y exponerme a más peligros.
Pasaron largas semanas hasta que la primer célula incubada logró pasar a la etapa de desarrollo con éxito. Mi primer replica nació con mi misma edad y tomó como atributo principal mi parquedad. Sus primeros días con nosotros fueron algo caóticos como suelen ser los primeros días de la Vida.Por ejemplo,  una tarde lo encontré a punto de acostarse con Florencia quien había sido engañada por su parecido con mi persona, quise matarlo pero el me miró con mi cara de inocente y tuve que contenerme. Al pasar los días me sentí muy cómodo con su presencia, tal vez como con nadie antes. Así apareció mi brillante idea que nos acerca al presente en el cual sigo teniendo miedo pero de una manera diferente: se me ocurrió reemplazar a todo el pueblo con replicas mías de distintas edades. Cubierto ya por mi primer replica del peligro de los servicios secretos, podría dedicarme más a la producción que con la ayuda de cada camada que “nazca” sería cada vez más fluida y menos cansadora.
Seis meses tardé en tener las primeras 30 replicas Vidas que no tardaron en salir al pueblo, y reemplazar habitantes mediante asesinatos en la mayoría de los casos. Luego de dos años ya todo el pueblo estaba poblado por mis replicas. A algunos debí enseñarles oficios para sobrevivir y a otros debí ofrecerles replicas de Florencia para saciar su lujuria, aclaro que  las replicas de una replica tenían demasiadas fallas y no servían para mucho más que para un sexo extraño casi necrofilico.
Una vez ahuyentado mi temor a los americanos y organizado el pueblo me dediqué en exclusiva a mi relación con Florencia. Compartíamos tardes y mañanas tomando el té. Le enseñaba a admirar la poesía, por las noches veíamos películas del lejano oeste y teníamos sexo cada vez que mi organismo lo permitía. Abstraído en mi rutina dejaba durante mucho tiempo al pueblo librado a la suerte de mis replicas. Por lo general en estos períodos no sucedía nada grave, su convivencia era cordial y lo más grave era encontrar algunos cadáveres de los más torpes tirados en la calle. Los Vidas eran bastante insensibles en cuanto a lo que a la muerte refiere, seguían adelante como si nada como las ancianas que pierden a su marido luego de cuarenta años de convivencia. Una vez instalado el servicio funerario en el pueblo dejé definitivamente de interferir ya que no parecía necesario.
Pasaba mucho tiempo encerrado en mi casa, leía, y formulaba teorías. Había dejado a Florencia de lado y la requería cuando necesitaba contacto físico o comida.  Un día, muy cerca de descubrir el origen de los agujeros negros necesitaba despejarme y volví a salir a la calle. Mi ultima expedición al exterior había sido ya hacía dos años que se habían pasado demasiado rápido, tal vez porque la Tierra había acelerado su movimiento o tal vez porque yo  ya lo tenía todo y vivía el el tiempo de mi mente.
Volvemos al principio del relato, donde llovía, todos eran distintos y yo había vuelto a tener miedo. Mis replicas me miraban extraño, las replicas de Florencia eran cada vez menos y estaban más despabiladas de lo que las recordaba. Ante la incertidumbre, apuré el paso mientras algunas baldosas flojas me manchaban los pantalones.Una vez que llegué a mi casa miré por la ventana como es clásico luego de una persecución. Casi un centenar de los Vidas se había agolpado frente a mi casa. Estaban quietos y callados. Intenté retomar mis estudios pero su presencia afuera me había turbado demasiado. Intenté hablar con Florencia, pero en el jardín sólo encontré su cuerpo inerte y violentado. Me desesperé, no podía respirar, estaba a su merced sin posibilidades de auxilio.
Intenté dormir como cuando niño pensaba que al otro día todo pasaría, pero ahí seguían al otro día.  Luego de algunos titubeos y rabietas de locura salí a enfrentar mi suerte. La muerte de Florencia me adelantó lo que sucedería aunque no quisiera aceptarlo. Ellos habían decidido vengarse y lo harían del mismo modo en que yo lo haría, con su presencia ausente.  Me paré enfrente de ellos y el silencio siguió. Mi desesperación se transformó en desconsuelo, nos conocíamos lo suficiente para saber que ninguno de nosotros haría nada.
Me senté y espere, tal vez había sobre dimensionado la situación, tal vez sólo estaban esperando instrucciones, tal vez era una falla, tal vez mataron a mi Florencia sin querer, por instinto. Rompí el silencio:
-¿Que es lo que quieren?
Uno de ellos, el más viejo, tomo la posta:
-Nada
-¿Que hacen aquí?
-No sabemos
-¿Porque no se van y siguen con su vida?
-Nuestra vida no tiene sentido. Ahora la suya tampoco. Somos todos iguales. ¿No es eso lo que quería?
-No, de ninguna manera
-¿Y entonces que quiere?
-No morir.
-¿Usted piensa que esto es la vida?
No supe que responder. Ahora sentía en carne propia el fatalismo que tantas veces Florencia me reprochaba. Entre en mi casa y rompí los aparatos, luego me senté a esperar con ellos. El silencio, el viento, el cielo, cientos de hombres iguales sentados bajo la lluvia que no cesaba, todo mi miedo se había transformado en belleza. Nos mantuvimos así hasta que luego de unas semanas el ejército tomó el pueblo, el Estado se había alertado al no tener comunicación de nuestro pueblo. No me  importaba ya, nadie resistió. Nos encerraron inútilmente ya que no nos movíamos, algunos morían de inanición, otros perdían el conocimiento, otros estaban igual que el primer día en mi casa. Los americanos intervinieron para pedir nuestro exterminio, al parecer yo no era ya tan importante. Enfrenté la muerte con la tranquilidad de que mi experimento, tal vez uno de los más perversos, grotescos y crueles terminó con una de las imágenes más bellas que el Universo haya visto.  Me sentía como Dios otra vez, en el séptimo día.

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