Vidas desesperadas

Vidas desesperadas

Vidas desperdiciadas, la modernidad y sus parias (Paidós, 2005)

Como recientemente se ha celebrado el Día del libro (aunque Día de la lectura creo que es un nombre más acertado) quiero recomendarles uno. El eminente sociólogo polaco Zygmunt Bauman analiza en el libro cuya portada encabeza este artículo el porqué del miedo a los inmigrantes en el contexto de nuestro mundo globalizado; y establece una relación directa entre esta globalización, la modernidad, la pérdida de control sobre el bienestar social de los Estados modernos y la necesidad de estos últimos de fomentar el miedo  para así justificar su existencia en la defensa ante el crimen y la delincuencia una vez que ya no son capaces de velar por el bienestar de sus ciudadanos.

Bauman utiliza un término ciertamente perturbador para referirse a las personas migrantes: residuos humanos. Y los denomina así porque considera que los movimientos migratorios masivos en la actualidad son un daño colateral de nuestro mundo capitalista, consumista y altamente tecnificado; son las personas que no consiguen subirse al carro del progreso y la alta cualificación, los que no encuentran su sitio o los que, simplemente, han quedado fuera del mercado laboral y se han convertido en una carga para el gobierno de turno porque cuestan dinero (léase ayudas, prestaciones, subsidios… ) y no aportan beneficios. Así quedan convertidos en algo inservible y superfluo para cualquier Estado. Se convierten en residuos de la modernidad. Por otra parte el capitalismo y el neoliberalismo han traído consigo una pérdida de poder y control por parte de los gobiernos en favor de esos entes tan abstractos llamados mercados. El Estado ya no tiene la capacidad para velar por el bienestar social de sus ciudadanos, que quedan abandonados a su propia suerte (o su capacidad para seguir el ritmo que se le marca). Por lo tanto los Estados ha tenido que buscar otra forma de demostrar (o hacer creer) que siguen siendo necesarios y la solución ha sido centrarse en la seguridad personal de la sociedad, poniendo todos su esfuerzos en la defensa de las fronteras y la represión del crimen y la delincuencia. Y ¿qué puede causar más miedo a una sociedad que poner frente a ella a esos residuos humanos en los que cualquier persona podría verse reflejada, ya que son la prueba palpable de nuestra propia transitoriedad y dependencia del azar en muchos casos?

Es por eso que cualquier gobierno de cualquier país desarrollado muestra a los inmigrantes como delincuentes o terroristas en potencia, como un peligro para los nativos; y es por eso que se utilizan palabras como asalto o invasión para advertir a los ciudadanos de la llegada de esos residuos humanos a sus fronteras. Porque lo importante es “advertir […] de los inminentes atentados contra su seguridad, que con toda certeza se perpetrarán, aunque es imposible decir dónde, cuando y contra quién, poniéndolos en un estado de alerta permanente y acrecentando así la tensión. Debe haber tensión; cuanta más, mejor; dispuesta a ser aliviada en caso de que ocurran los atentados, de suerte que pueda existir acuerdo popular a la hora de atribuir todo el mérito por el alivio a los órganos de la ley y el orden, a los cuales van quedando reducidas de forma progresiva la administración estatal y sus responsabilidades oficialmente declaradas”.