Revista En Femenino

Vidas marcadas

Publicado el 21 octubre 2011 por Daniela @lasdiosas

Cada vez que él venía con un nuevo regalo, ella empezaba a temblar imperceptiblemente, sabía lo que vendría después, cuando él empezara a desvestirse, empezara a tocarla con esas manos pobladas de arrugas y pusiera su cuerpo lleno de grasa sobre su cuerpo diminuto, mientras ella se escapaba a alguna dimensión sólo para ella conocida, esperando que pase, que pase lo más rápido.

Ricardo Sánchez Carlessi se llama el abusador de su sobrina nieta de 12 años. Este hombre no es un desconocido y oscuro personaje que escudriña tras las paredes esperando agarrar a una niña o un niño cuyo padre o madre hayan tenido que dejar a solas en una casita en algún cerro para ir a vender golosinas. No, este hombre de 69 años era un alto funcionario del Ministerio de Vivienda, Jefe del Programa “Agua para todos” de la zona rural y catedrático en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

Esta historia poco visibilizada es una más de las tragedias que pueblan la vida de miles de niños y niñas, especialmente de estas últimas, en el país y que ocurren en todos los sectores sociales. Al ser detenido gracias a unos videos encontrados, pues el desadaptado grababa sus abusos, infame mecanismo para perpetuarlos, éste dijo sin tapujos que el sexo con la niña era “consentido”.

Todos los días en algún lugar del país, miles de niñas y también niños y adolescentes viven la experiencia traumática del abuso sexual, que sin duda dejará profundas huellas en su psiquis y marcará el resto de su vida. Sólo el año pasado, según el Instituto de Medicina Legal, fueron abusadas sexualmente 2931 niñas y 325 niños, cifra que nos da cuenta de que el abuso sexual, aunque sigue siendo una problemática a la que están expuestas más las niñas, representando aproximadamente un 90% de los casos, también afecta a los niños, situación que sigue siendo muy silenciada. En el presente año, de enero a mayo, ya se tienen denunciados 1579 casos de abuso sexual infantil.

No hay lugar seguro, eso lo sabe Paula, que vivió el abuso de su profesor, quien la hacía quedar luego de horas de clases supuestamente para ayudarla en sus tareas y para que sea la mejor estudiante. Lo saben también las adolescentes que fueron violadas al salir de sus colegios por Óscar Visalot Paredes, quien niega los cargos y las acusa de mentirosas, la acusación más cruel que se le puede hacer a una víctima de abuso que rompe el silencio. Lo sabe el niño violado por su padre, Moisés Abraham Muñante, y defendido por la madre que niega los hechos. “Lo llevé al cerro, algo me tentó, y lo hice, mi esposa no sabía nada de eso,” declaró Muñante durante la reconstrucción, donde incurrió en contradicciones y dijo que que “sólo había sido una vez hace años.” (1) Dice como si eso fuera una excusa o redujera el peso del delito. Lo saben las niñas a quienes Carlos Enrique Ríos Saboya mostraba videos y fotos pornográficas en las afueras del colegio Sagrado Corazón en Iquitos, intentando captarlas y lo saben los chicos a quienes Germán Doig Klinge, quien fuera Vicario General del Sodalicio de Vida Cristiana, violó sexualmente cuando pertenecían a ese grupo religioso. Estos son sólo algunos casos de los miles que suceden cada año, de los que sabemos, pues no cabe duda que hay muchos que aún no se denuncian, o que no se consideran como abuso sexual.

Como en todos los casos que tienen que ver con cualquier forma de violencia, el silencio es el principal nutriente para que se siga reproduciendo. El silencio de la víctima que, por miedo, especialmente si es alguien allegado, o porque no comprende aún la gravedad de los hechos, el silencio de los adultos y adultas que callan para evitar la “vergüenza”, que creen que es un asunto privado, y en algunos casos el silencio de madres, que temen quedarse sin el apoyo financiero de los padres o padrastros y no tener con qué sobrevivir con sus otros hijos e hijas.

Como otras formas de violencia, el abuso sexual se enmarca en una relación de poder que se impone a otro u otra para obtener gratificación sexual, obligando a la víctima a hacer, ver o actuar según la voluntad agresor.

Es importante señalar que cuando se trata de niños, niñas y adolescentes, para que se considere que hay violencia sexual, no es necesario que haya violencia o amenaza grave. Según el Programa Nacional contra la Violencia, entra en esta categoría “Todo acto de índole sexual propiciado por un adulto o adolescente mayor, para su satisfacción sexual. Pueden consistir en actos con contacto físico (tocamiento, frotamiento, besos íntimos, coito ínter femoral, actos de penetración con el órgano sexual o con las manos, dedos, objetos) o sin contacto físico (exhibicionismo, actos compelidos a realizar en el cuerpo del abusador o de tercera persona, imponer la presencia en situaciones en que el niño o niña se baña o utiliza los servicios higiénicos, entre otros), como también la explotación sexual, pornografía y prostitución infantil.” (2)

Muchas mujeres, cuando niñas, hemos vivido diferentes formas de abuso, pero lo hemos guardado en algún rincón de la memoria o borrado para no volver a vivir y sufrir o porque resignadamente creemos que son los riesgos que vivimos por ser mujeres. Algunas veces incluso lo banalizamos como cuando ya mayores, nos reímos del tipo que afuera del colegio nos mostraba su desnudez, abriéndose el impermeable que extrañamente vestía a más de 30 grados.

Aunque la mayoría de veces los perpetradores son adultos, el abuso también puede darse aunque no medien diferencias de edad, como lo vivió en Chupaca en Junín, una adolescente de 16 años que, yendo a su colegio, fue detenida por un compañero y sus amigos que la llevaron a un descampado y la violaron. O como lo vivió un niño de trece años que fue violado por cuatro de sus compañeros de la misma edad en el baño del centro educativo Santa Elena, en la provincia de Virú, La Libertad. En este caso, el Ministerio Público investigó a niños acusados. Como parte de las pericias que según dicen desarrolló el médico legista, estos fueron sometidos a una prueba de “capacidad eréctil”. (3) No sabemos en qué exactamente consiste la prueba pero sólo con mencionarlo, no podemos dejar de pensar que lleva implícita también una forma de violencia hacia los perpetradores, reproduciendo de esta forma el círculo de responder a la violencia con violencia.

¿Qué lleva a que menores de edad, sobre todo varones, crean que tienen el derecho de violar a sus compañeras o compañeros del colegio, del barrio o en su familia? ¿Qué construcción de la masculinidad se está desarrollando en nuestro país para que adultos y menores crean que pueden arrancar pedazos de vida de niñas y niños que quedarán marcados para siempre, en un país en que son pocos los funcionarios y funcionarias capacitados para tratar la violencia sexual a niños y niñas? ¿Qué tipo de protección tienen cuando existen autoridades que emiten juicios que niegan o encubren la violación? Es el caso, por ejemplo, del dictamen emitido por César Vega Vega, recientemente ratificado juez superior titular del Consejo Nacional de la Magistratura que, como nos informa Ernesto de la Jara, absolvió a un violador condenado a 20 años en primera instancia con el argumento de que “en la violación se necesita derribar a la mujer, mantenerla en el suelo, impedirle que grite, sujetarle las manos de algún modo y abrirle las piernas después de levantarle las ropas. Todo esto, unido al hecho de que ella es todavía capaz de retorcerse, hace dificilísima la introducción del pene, aún tratándose de mujer acostumbrada al coito, y mucho más si se trata de una virgen cuyo orificio no ha sufrido dilatación…” (4)

Mientras los violadores sigan sin tener sanciones ejemplares y se emitan juicios cargados de sexismo e ignorancia como el citado, que terminan explicando por qué en los últimos 12 años tan sólo 29 arrestados fueron condenados a cadena perpetua por cometer este delito, (5) mientras se festeje hechos como el de Juan Manuel Vargas, ídolo futbolístico, que se toma los genitales frente a los chilenos para demostrar su hombría, reflejando como la masculinidad se afirma por el tamaño de los genitales y en la demostración de “tener huevos” (6), mientras existan publicidades como la de un restaurant que no se le ocurrió mejor idea que lanzar un spot radial que dice entre otras cosas “Porque no todos los días te puedes comer la misma costilla” (7), con obvio doble sentido, mientras no hayan políticas y programas que se articulen intersectorialmente y entre los distintos poderes del Estado y en todos sus niveles, para garantizar los derechos de las niñas y los niños, seguiremos siendo mudos testigos de cómo la vida de miles de niñas y niños es destrozada, dejando marcas profundas que afectarán irremediablemente su futuro.

Por Rosa Montalvo Reinoso

Noticias Ser Perú

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La Ciudad de las Diosas

Notas:

1. “Depravado viola a su hijo de 8 y le corta la yugular”, Crónica Viva, 31 de agosto de 2011.
http://www.cronicaviva.com.pe/index.php/crimen/52-crimen/26990-depravado-viola-a-su-hijo-de-8-y-le-corta-la-yugular-video

2. Compendio Estadístico del MIMDES 2010.http://www.mimdes.gob.pe/files/DIRECCIONES/DGPDS/compendio/glosario_v.pdf

3. “Escolar de 13 años acusó a cuatro de sus compañeros por violación”, El Comercio, 4 de octubre del 2011.

4. Ernesto de la Jara, “Gracias CNM por ratificar a Vega Vega”, Diario 16, 4 de octubre del 2001. http://diario16.pe/columnista/3/ernesto-de-la-jara/1189/gracias-cnm-por-...

5. “Mil 600 casos de abuso sexual infantil denuncian en Perú entre enero y mayo”, sinembargo.mx, 10 de junio del 2011 http://www.sinembargo.mx/10-06-2011/2261

6. “Los huevos del 'Loco' Vargas” El Trome, 13 de julio del 2011.http://trome.pe/deportes/859596/noticia-huevos-loco-vargas

7. http://dl.dropbox.com/u/15909436/todas_costillitas.mp3


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