Siempre me preguntaba: ¿pero, qué pasa conmigo? ¿Por qué todo me sale mal?, comienzo algo y no lo termino, y muchos pensamientos me aturdían. Veía a mí alrededor, y todo en los demás parecía perfecto, sin problemas mayores a los cotidianos. Observaba a mis amigas, o compañeras de clase o trabajo, y todo parecía “perfecto”. Un esposo perfecto, familias e hijos perfectos, un mundo perfecto. Y eso hacía que yo me preguntara: ¿Qué pasa contigo? ¿Qué estás haciendo mal? Y así pasaba el tiempo, en ese pensamiento de que algo andaba mal conmigo y que algún problema tenía que haber en mí. Tenía la tendencia de quejarme mucho delante de los demás y era peor porque nadie me daba respuestas, por supuesto.
Al pasar el tiempo, no tan largo, poco a poco esas personas comenzaron a abrirse, quizás por la confianza. Y empecé a darme cuenta de que no había nada mal en mí, y que en realidad no había tal perfección en los demás. Todos, sin importar lo que demuestren en el día a día están pasando por diferentes situaciones, y quizás hasta más fuertes que las mías.
Ese esposo perfecto de mi compañera de trabajo, ya no era tan perfecto, le había sido infiel y ella se enteró por un mensaje de texto. Esa familia perfecta de mi amiga, ya no era tan perfecta, su hermano se había casado con una chica que resultó ser una estafadora. Ese esposo especial y trabajador, no era el tal, ni siquiera estaban casados y él no le pedía matrimonio tampoco. Así muchas historias más que han servido para hacerme pensar en que debo estar agradecida por mi vida, por mi familia, por mis amigos, y por todo lo que me rodea, que aunque no sea perfecto estoy en ese proceso, y así estamos todos.
Cuando creas que tu vida es un desastre, y veas demasiada perfección a tu alrededor, recuerda siempre que detrás de cada persona hay una historia y tal perfección no es real, pero todos trabajamos en ello.