Podéis considerarlo fetichismo, tal vez, pero como Marías yo también necesito poner cara a aquel o aquella que ha escrito, inventado o dibujado lo que haya dejado en mí su huella. Necesito indagar, descubrir, anotar qué pasó en su vida, en qué situación se encontraba, qué sentía cuando escribió o creó lo que fuere. Aún le da más vida a aquello que se aparece ante mis ojos inquietos. Él durante años se dedicó a recabar sus fotos, en blanco y negro, como un tesoro. Hasta que decidió que todas esas vidas fueran escritas desde su lado más humano y, por tanto, también fueran leídas.
Tras Vidas escritas una sabe que ya no volverá a leer igual a Wilde, ni a Mishima, ni a Rilke, ni a Faulkner, ni a Nabokov, ni a un largo etcétera porque ahora tiene sus caras, sus costumbres, sus manías al descubierto. Me apasiona leer biografías, más que autobiografías. Vidas intensas narradas a través de los ojos y la pluma de un espectador. Otros ojos que observan en la distancia, como los míos, y que encuentran y comparten aquello que dará un nuevo sentido a su lectura. Eso es lo bueno, desmitificar, colocar en su justo lugar a esos genios y así donar del sentido que le corresponde a sus líneas escritas. Somos capaces de leer desde otra perspectiva, más humana y menos endiosada. En parte ese fetichismo trata de eso mismo, de colocar la lectura en lo terrenal bajándola del cielo azul en el que la contenemos como si de un suspiro se tratara. El libro de Marías llegó tras terminar Musas, mecenas y amantes de Victoría Combalía. Durante el último mes mis noches han relatado una vida tras otra. En esta ocasión la vida de seis mujeres surrealistas. Poetas, ilustradoras, cantantes, mecenas, artistas. Musas de sus acompañantes, las chispas de sus vidas, su encender la llama de la creación. Dejándolas a ellas, siempre, al amparo de la sombra, del olvido. Los años 20 y el surrealismo de la mano de seis mujeres que vivieron intensamente al cobijo, a la bandera, de poetas, pintores o barones. Ricos que las tuvieron de floreros, sin valorar su propio potencial; o pobres que utilizaron su dinero para hacerse un nombre a su costa. Mujeres, en su mayoría, poco o nada conocidas como sí lo fueron, en cambio, los hombres de sus vidas. Conociendo un poco más a Kiki de Montparnasse, el maravilloso cuerpo del “violín de Ingress” de Man Ray. Actriz, cantante, pintora, musa por excelencia, ella sí. Hemingway prologó a Kiki diciendo que era un libro escrito por una mujer que nunca tuvo habitación propia, parafraseando a Woolf. O a Joyce Mansour, poeta surrealista, afirman que heredera de Baudelaire, de “inocencia monstruosa y ligera como una mariposa”. Toda ella una contradicción. Enamorada platónicamente de André Breton quien dijo de ella que le gustaba el perfume de orquídea negra –ultranegra- de sus poemas. ¿Queréis corroborarlo?Deja que te ameDéjame lamer tus ojos cerradosDéjame perforarlos con mi lengua puntiagudaY llenar sus cuencas con mi saliva triunfanteDéjame cegarte. (Cris, 1933)Este sábado me acerqué a Barcelona para visitar la exposiciónde Combalía en la Galería Mayoral. Siguiendo la estructura de su libro recuperó a ocho mujeres surrealistas y nos mostró una pincelada de sus creaciones. Elegidas por haber tenido, en algún momento de sus vidas, relación con Cataluña. Descubrir un original de Valentine Hugo, “el cisne de Boulogne”, de sus dibujos sobre fondo negro, la gran admirada de Dalí. Contemplar las fotos de Dora Maar de las calles de la ciudad condal. ¡Cómo es posible que no hayan trascendido esas maravillas! Quedar absorta ante las obras de mis elogiadas Maruja Mallo o Ángeles Santos, nuestras Sinsombrero más surrealistas. Tenerlas ahí delante y erizarse el bello por completo, ¡eso sí es fetichismo! La visita fue la culminación a un mes de vidas escritas y de mujeres sorprendentes.
Un libro tras otro, más de veinte personajes, unos conocidos y otros descubiertos. Lo más llamativo del caso ha sido encontrar alguna de mis surrealistas entre las vidas escritas de Marías, por ejemplo. Poder interrelacionar historias entre dos publicaciones, como si existiera un hilo que llevara de un libro a otro. Como si esa vida continuara como un equilibrista entre ellos.Mi reflejo sobre Cabezas y atletas (1945) de Maruja Mallo.
Ambos libros con prólogos exquisitos. Sois sabedores de mi pasión por ellos. Supongo que deben existir aquellos que avancen páginas, deseosos de saber qué ocurre, sin pensar que la nota previa es la alfombra roja, la antesala para comprender. Que Marías nos explique el por qué escribió sobre dichas vidas o Combalía analice el origen de la palabra musa. ¿Cómo perderse eso? Parad un momento, dejad el Atelier, y dadle un par de vueltas al concepto que utilizaríais para llamar a un ser no-femenino que cumpla las funciones de una denominada musa. Es decir aquel que sirva como inspiración, como originador de la palabra o de la obra. Aquel que sea la chispa, el que encienda la magia, el que prenda la mecha. Porque… las mujeres creadoras tal vez tengan en mente también a alguien del sexo opuesto, ¿o no? Ese ser no tiene denominación, aunque sí, seguramente, nombre propio.